Rock
Con más de cinco décadas de vida cumplidas a escala mundial y con la guitarra eléctrica como su arma predilecta de sonido, el rock es casi igual de antiguo desde su primera adopción en Chile a mediados de los años '50, y ha descrito una de las evoluciones más múltiples de la música popular local. Imitado al comienzo, chilenizado en parte por la Nueva Ola, transformado en himno nacional para el Mundial de 1962, puesto al día por jóvenes airados a fines de los '60, revolucionado por toda una nueva generación hippie y telúrica a comienzos de los '70, aguerrido bajo la dictadura, agitado por la new wave a mediados de los '80 y abierto hacia formas como el punk, el metal, el reggae o el pop, la música rock se ha multiplicado en un sinnúmero de nombres y tendencias desde los años '90 hasta la actualidad.
El grupo más disparado de todo el reguero de guitarras rocanroleras prendido entre el rock chileno del año 2000 en adelante fue Tsunamis. Mientras sus compañeros de generación tocaban más o menos fieles a las escuelas del punk o del blues, este cuarteto con nombre de maremoto fue dando forma personal a un modo de tocar más intuitivo y explosivo que llegó a cruzar más de una década y a mantener la cohesión de su sonido pese al paso del tiempo y los varios cambios de integrantes. Hoy Tsunamis es una banda activa, que mantiene a su guitarrista y vocalista fundadores.
Las melodías dramáticas sobre guitarras de esta banda penquista han forjado una trayectoria de más de una década y varias publicaciones, que ha logrado crecer desde el under a una audiencia transversal.
Electrodomésticos agitó la escena artística chilena de los años ochenta no sólo desde un punto de vista musical, sino también en lo visual y técnico. Sus inclasificables grabaciones mezclaron como nadie antes en el país instrumentos en vivo, new-wave británico y rock progresivo, ruidos callejeros, la voz grave de Carlos Cabezas y ciertos experimentos técnicos que constituyeron el primer uso sistemático de, por ejemplo, samplers como recurso de trabajo rockero. Todo ello lo convirtió en un referente ineludible de la creación de resistencia durante la dictadura, y en un nombre de gran influencia para las corrientes independientes por venir en el país. Su historia, dividida en dos etapas, aún se escribe, con un trabajo de grabaciones y presentaciones en vivo que esquivan el imperativo puramente nostálgico.
Al menos dos etapas pueden marcarse en la trayectoria de Elso Tumbay, banda santiaguina de amplios referentes sonoros y visuales, que propuso a fines de los años noventa un trabajo llamativo por su frescura y atrayente despliegue escénico. Autodefinieron su música como «inclinada por la total experimentación y, a la vez, por la canción popular», pero era la base de rock-fusión lo primero en distinguirse en su sonido, caracterizado por la inclusión de instrumentos como el violín o el acordeón, y por la potencia vocal de la enérgica Carolina Sotomayor.
Pese a la difusión radial de los temas "Las ballenas" y la balada "Todo", la corta historia de Barracos no pudo ganarse un espacio en la escena del buen pop que alguna vez protagonizó Upa, la anterior banda de Pablo Ugarte). Dos años de vida, un disco y el teloneo a los Rolling Stones en Santiago fueron los principales hitos públicos de su existencia. Formada en 1993, la banda tuvo que vivir un período en el que la escena de pop y rock chileno aun no alcanzaba la solidez y diversidad que llegaría a tener. Barracos se acabó antes, y al final se convirtió en algo así como la prehistoria del proyecto siguiente de su núcleo fundador: El grupo Ex.
Cumbia, pero también punk rock, reggae y rap al estilo jamaicano del dance hall o raggamuffin son algunos de los ingredientes que se oyen en Chorizo Salvaje, uno de los nombres más presentes en los habituales encuentros de cumbia chilena desde la aparición del grupo en 2006. Además de sus constantes actuaciones en vivo, la banda hizo en 2008 su primera grabación y figura en el compilado Santiago caliente, lanzado en el mismo año.
De todos los tríos jazzísticos que lideró el guitarrista Pedro Rodríguez, sólo uno llamado Dead Man adquirió total autonomía y un discurso de proyección que logró llegar al estudio de grabación. El resultado fue Dead Man plays Dead Man (2006), único álbum de este power trío con una música moderna elaborada desde distintos frentes: jazz, rock, folk, fusión. Tras su tercera salida del país, Rodríguez se reunió con su antiguo colaborador de La Banda del Capitán Corneta, el bajista Nelson Arriagada, y sumó al baterista alemán Dieter Zipper Schmigelok, quien había realizado una larga y versátil carrera como sesionista y sideman en Europa.
Riveros es el nombre de la carrera solista de Mauricio Riveros, el líder de Truman. El cantante y compositor terminó con su banda y a los pocos meses presentó su disco solista La verdad (2009), con una decenas de canciones que ampliaron su sonido incluso a vertientes más acústicas, y que alcanzó una importante difusión en Chile y en circuitos alternativos de México, España y otros países. Con una preocupación estética atrevida, y tan protagónica como en Truman, Riveros ha compartido escena y estudios de grabación con músicos de Malcorazón y Golem, entre muchos otros. Activo en el trabajo de creación, Riveros también ha publicado poemarios propios, titulados Canciones en defensa propia (2012) y Desde arriba nadie te ve (2013). Su segundo disco es Los tiempos de ahora (2015).
Matías Cena es un nombre que comenzó a escucharse como parte de una generación de cantautores surgida de la mano de las primeras plataformas digitales, pero luego su música tomó rumbos diversos. Solo o acompañado por diversas formaciones, ha construido un cancionero que puede adoptar la forma de piezas acústicas o de un rock enfervorizado, pero siempre mantiene una singular veta poética.
La Red fue un conjunto-escuela de jazz rock liderado por el guitarrista Vladimir Groppas, quien había tenido experiencia en los años '70 y primeros '80 en bandas de rock pesado y rock fusión como Arena Movediza y Llaima. Una lógica evolución lo llevó hacia el lenguaje del jazz electrificado. En 1987 comenzó a liderar los elencos de La Red, inspirado por la estética de la época. Este grupo, mayormente con formaciones de quinteto, tuvo a solistas contemporáneos a Groppas como Fernando González Bravo (guitarra), Pablo Bruna (teclados) y Boris Gavilán (batería) y de paso estrenó en los escenarios a una serie de jóvenes músicos de jazz de la década de los '90: Jorge Vidal (guitarra), Nelson Arriagada, Luis Cheul y Miguel Pérez (bajo), Andy Baeza y Cristóbal Rojas (batería), entre otros.
Si la vocación del bajista, guitarrista y cantante José Miguel Comegato Montenegro ha sido la de tocar rock lento y oscuro, el trío Electrozombies ha sido el paso más logrado de su historia. Tras iniciarse en el metal con la pionera banda Necrosis y de tocar rock en Supersordo y Yajaira, Comegato formó Electrozombies junto a las hermanas Marcela y Paola Zamorano en bajo y batería, inscribiéndose de plano en el género del doom-metal, la facción más sombría y lóbrega de la música metalera. Lenta, oscura, profunda, la música del trío se basa en los pausada eternidad de los ritmos de batería, sobre los que el cantante toca una guitarra distorsionada y canta sobre temas religiosos o fúnebres. La separación de Yajaira en 2006 dejó a Electrozombies como la ocupación musical única de Comegato, y el grupo ha intensificado su agenda. Su historia está más formalmente relatada en un libro publicado en 2020 por el novelista Patricio Jara.
Como una auténtica primera dama del soul en Chile, Ema Pinto ha sido una figura central en el canto y la música de raíces negras, que ha llevado adelante desde 1999 junto a Matahari, a su vez el grupo principal en el pop-soul local. Ema Pinto tuvo un paso previo por la Ludwig Band en los '90, otro de los cultores del llamado "funky ñuñoíno" tras el regreso de la democracia al país. En 1996 coprotagonizó con Pancho Rojas una recordada versión de enfoque pop de La pérgola de las flores, con música del compositor Francisco Flores del Campo, dirigida por Andrés Pérez.
Agrupar las influencias del hip-hop y el funk sobre la columna del rock caracterizó la propuesta musical de Weiza, uno de los grupos que a partir de la cruza entre rap y metal buscó hacia inicios de la década de los 2000 mezclas con otros sonidos, como los del soul y ritmos latinos, según se oye en Buscando metas (2005), su disco debut. Su historia larga con algunos integrantes aún en su período escolar, y avanza por toda la primera década del siglo XXI. Colaboraciones con músicos como la banda 2X y el rapero Seo2 fueron hitos de esa primera etapa. La banda tuvo varios años de receso, hasta que en 2019 anunció nuevos shows, aprovechando una visita a Chile del Rudi Meibergen, hace años ocupado en Los Ángeles, California, como compositor de música para cine y televisión.
Nada parece haber corrido por el cauce habitual en la trayectoria de Cristián Fiebre. Su propuesta, fuera de casi cualquier clasificación, lo mantuvo a distancia del acontecer rockero local de los años noventa, y luego lo sumergió en un largo silencio. Esos vaivenes se desarrollaron, sin embargo, a la par de estupendas críticas en prensa y el interés de importantes contactos extranjeros. Cristián Fiebre ha sido uno de los pocos músicos chilenos que ha llegado a trabajar con el afamado productor argentino Gustavo Santaolalla, si bien su mudanza a México (y luego España) lo hizo prácticamente desaparecer de la difusión local.
También periodista y gestor cultural, Óscar Hauyon es un músico cuyo trabajo se describe desde la autosuficiencia. Durante toda la década de los 2000 integró el grupo rock-pop de origen ovallino Polter, del que fue tecladista y también compositor. Su ruta como nombre propio comenzó poco después de la disolución de la banda en 2010, y se manifestó en una primera trilogía de discos propios donde Hauyon expuso entonces su posición en el pop, incursionando en los territorios del synthpop, el rock alternativo, la música industrial y la música dance.
El nombre de Matahari es principal en la línea de músicos chilenos que desde los años '90 a la actualidad han mantenido viva la dedicación al soul, el funk y el acid jazz con formación académica. Antes del surgimiento de grupos como Mamma Soul (funk latino), Feria (pop-soul) o Alüzinati (nu jazz), Matahari fue la primera banda establecida en esa corriente, y se ha alimentado con naturalidad de los distintos integrantes que han pasado por la banda, entre quienes figuran las cantantes Gloria Pérez y sobre todo Ema Pinto, avanzada solista vocal que le dio al grupo la identidad definitiva.
Aunque con altibajos en su acogida radial, De Saloon destaca como una de las bandas constantes y de carácter surgidas en Chile en la década de los noventa, con una discografía estable y un trabajo ininterrumpido. Su abrazo al pop desde una base rockera ha sido desde sus inicios una marca distintiva, que los ha mantenido con un pie puesto en el circuito independiente de autogestión y otro en la gran difusión radial.
Como solista y en el trío Pebre fue afirmando su cantautoría el ingeniero Andrés Valdivia, una de cuyas distinciones iniciales fue el aprovechamiento de medios de distribución online que luego se volverían la norma entre músicos independientes.
Canciones emotivas y cantadas con voces a veces desgarradas, delicados pasajes instrumentales y un permanente espíritu juvenil son ejes a partir de los cuales escuchar a El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco, parte de la camada de bandas surgida a mediados de la década de 2010 en Santiago.
Aunque su nombre y su sonido se asocian antes que todo al pop-rock surgido en Chile en los años noventa, Malcorazón ha sido una banda de vida extensa, que ha continuado hasta hoy con su trabajo, pese a períodos de pausa y cambios de integrantes. En ese trayecto, la cantautora Cathy Lean ha sido el único pilar estable desde su fundación, motivada por el desarrollo de un pop cuidado y de referentes principalmente británicos. Ella misma ha establecido que «Malcorazón es un concepto, y mientras yo lo quiera mantener vivo seguirá latiendo».