Luis Advis

Luis Advis
Foto: SCD

Su paso resuelto por géneros musicales usualmente alejados entre sí convirtió a Luis Advis Vitaglich en un compositor de una versatilidad única en la historia de Chile. Sin haber estudiado en un conservatorio, y con una formación más ligada a las humanidades (se licenció en Filosofía), Advis fue encontrando su camino musical de un modo casi autodidacta. Asociado a baladistas, folcloristas, orquestas sinfónicas y de cámara, y bandas y cantautores de fusión latinoamericana, Advis marcó al menos un gran hito de la cultura chilena con la fundamental Cantata Santa María de Iquique (1969), aunque el total de su discografía es la constante de cumbres, ineludibles en el estudio de la música chilena del siglo XX.

Ficha

Fechas

Iquique - 10 de febrero de 1935
Santiago - 09 de septiembre de 2004

Región de origen

Tarapacá

Décadas

1960 |1970 |1980 |1990 |2000 |

Géneros

Luis Advis

Su paso resuelto por géneros musicales usualmente alejados entre sí convirtió a Luis Advis Vitaglich en un compositor de una versatilidad única en la historia de Chile. Sin haber estudiado en un conservatorio, y con una formación más ligada a las humanidades (se licenció en Filosofía), Advis fue encontrando su camino musical de un modo casi autodidacta. Asociado a baladistas, folcloristas, orquestas sinfónicas y de cámara, y bandas y cantautores de fusión latinoamericana, Advis marcó al menos un gran hito de la cultura chilena con la fundamental Cantata Santa María de Iquique (1969), aunque el total de su discografía es la constante de cumbres, ineludibles en el estudio de la música chilena del siglo XX.

Marisol García

Profesor universitario, fue, además, un impulsor fundamental de los derechos autorales para los músicos, presidiendo durante once años la SCD. Pese a su versatilidad, hay una marca indeleble en las composiciones de Advis, cual es su carácter profundamente chileno.

De Beethoven a Quilapayún
Muchas veces contó que durante su juventud, en Iquique, no escuchaba más que Wagner y Beethoven. Consideraba a la música poco más que una afición, y por eso entró a la Universidad de Chile a estudiar Derecho y Filosofía. Su única formación musical metódica la recibió en Santiago con clases particulares de composición junto a Gustavo Becerra; y de piano, con Alberto Spikin. Para él, no existía entonces una tradición musical más atractiva que la clásico-romántica desarrollada en Europa. «Me molestaba escuchar un bolero, y sólo lo aceptaba como algo cómico. Hasta los 30 años, para mí la verdadera música no incluía lo popular», explicaría tiempo después.

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Foto: Antonio Larrea

Un par de discos de Margot Loyola y Violeta Parra lo introdujo inicialmente al valor de las cantoras chilenas. Recibió luego un encargo clave para su vocación futura, cuando, por petición de unos amigos, aceptó musicalizar la comedia infantil La princesa Panchita (1958), estrenada en el marco del Tercer Festival de Alumnos de Teatro. Diría más tarde que los elogios hacia su trabajo y el intercambio creativo con el equipo lo abrieron de modo definitivo al valor de la música popular, cuyos códigos iría combinando a través del tiempo con el rigor heredado del mundo docto. Ese cruce, del todo inusual entre los compositores de formación clásica, era explicado por Advis de un modo sencillo: «No es que yo busque ser diverso ni emplear elementos que otros no emplean. Es sólo que me acostumbré a tratar la música desde muchos planos».

Sus principales composiciones estuvieron, por ello, marcadas por su revolucionario enfoque en la fusión de géneros. Las dos más importantes fueron la sinfonía Los tres tiempos de América (estrenada en Mérida en 1998 con voces de Quilapayún y Paloma San Basilio) y la Suite Latinoamericana (compuesta originalmente para sexteto). Sobre esta última, el compositor y crítico musical Federico Heinlein publicó en El Mercurio: «Su humor agudo y cáustico nos hace pensar que Advis es el Nicanor Parra de la música chilena. Difícil hallar parangón a la ironía vivificante y cariñosa de la milonga, la tonada, el vals peruano; ironía que —lejos de constituir un arma hiriente— sonríe, disfruta y proporciona placer».

No hay duda de que su impronta en la memoria popular se produjo a través de las cantatas, un novedoso y extenso formato de motivo conceptual trabajado en Chile hacia fines de los años sesenta, con música y textos de igual profundidad, y cuyos mejores ejemplos se dieron como parte del movimiento de Nueva Canción Chilena. La principal de todas ellas fue la Cantata Santa María de Iquique, que Advis compuso a modo de tributo a uno de los hechos históricos más dolorosos para la historia de su ciudad: la matanza de incontables mineros del salitre, el 21 de septiembre de 1907 en la Escuela Santa María. La obra fue grabada en 1970 por Quilapayún para el sello Dicap con la voz del actor Héctor Duvauchelle en los relatos, y mostrada más tarde en el Estadio Chile durante el Segundo Festival de la Nueva Canción Chilena (aunque con Marcelo Romo en el micrófono). Fue un éxito inmediato, mezcla de entusiasmo artístico y fervor político. Tanto así, que Advis se vio obligado a pronunciarse sobre posibles intenciones propagandísticas:

«Yo no soy político. No entiendo nada de política», explicaría años más tarde en la revista Apsi. «Yo entiendo de humanismo. Mi obra no la considero política. Que haya sido vista como tal, ése ya es un planteamiento que no emerge de mi voluntad».

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Foto: Ampuc

La Cantata Santa María de Iquique convirtió a Luis Advis en un nombre conocido a lo largo del país (tuvo, también, extensa difusión en el extranjero). Pero el compositor no abandonó por ello su método callado y riguroso de trabajo. Fue así que acometió el ambicioso proyecto de convertir también en cantata parte del material autobiográfico que Violeta Parra había dejado en sus Décimas; motivado, según él, por «la profunda admiración que siento por su poesía y personalidad creadora». Trabajó en la obra durante 1971, y ya en febrero de 1972 estaba ensayando las partes musicales junto a Inti-Illimani, todos juntos en su casa de Iquique.

Canto para una semilla fue finalmente estrenada en diciembre de 1972, en el capitalino teatro Antonio Varas (y publicada más tarde como un disco, bajo etiqueta Dicap, y más tarde en otras ediciones extranjeras). En las voces, instrumentos y narración, figuraban las personas que Advis había dispuesto especialmente para ello: Inti-Illimani, Isabel Parra y la actriz Carmen Bunster. Desde entonces, Canto para una semilla ha sido una obra de muestra excepcionalmente limitada en vivo pero innegable valor.

Teatro, cine y galardones
Fueron más de noventa las obras teatrales que Luis Advis musicalizó a lo largo de su vida, incluyendo montajes de directores tan importantes como Domingo Tessier, Lucho Córdova, Víctor Jara, Andrés Pérez, Fernando González, Tomás Vidiella y Ramón Griffero. El libro Historia social de la música popular en Chile, 1950-1970, destaca que «Advis combinaba la capacidad de inovar con la grn tradición y de etsablecer propuestas cargadas de originalidad, pensada para reforzar un discurso de integración en tre las artes de la representación, conugando las ideas que primaban entonces en el medio nacional y, en especial, en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile». También fueron suyas las partituras para ambientar las dos más importantes películas del cineasta Silvio Caoizzi: Julio comienza en Julio (1978) y Coronación (2000); así como el filme La tierra prometida, dirigido por Miguel Littin en 1973, y la teleserie "La sal del desierto", de Alejandro Sieveking.

Su trabajo junto a intérpretes populares dejó en la memoria una de las canciones favoritas de Gloria Simonetti, "Nuestro tiempo terminó". Patricio Manns, Rolando Alarcón, el conjunto Napalé, Margot Loyola (con quien trabajó en el aplaudido disco Canciones del 900, editado por Dicap en 1972) Víctor Jara, Inti-Illimani e Isabel Parra fueron otros de los músicos y grupos con los que colaboró. Sus clases universitarias se extendieron ininterrumpidamente desde 1961, casi siempre en la cátedra de Estética. En 1979 publicó el libro Displacer y trascendencia en el arte.

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Foto. La Tercera

Presidente de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD) a partir de 1993, Advis supervisó los ires y venires de la Ley de Fomento a la Música Nacional, aprobada finalmente en septiembre del 2003 tras años de discusiones en el Congreso. Por su aporte a la música chilena se hizo acreedor ese mismo año de los premios Figura Fundamental de la Música Chilena, de la SCD, y premio Presidente de la República 2003 (en la categoría docta).

Al momento de su fallecimiento, el 9 de septiembre del 2004, Advis preparaba al menos dos libros, sobre la música de Violeta Parra y el movimiento juvenil de la Nueva Ola. Había compuesto, además, cinco temas para un venidero disco de Quilapayún (publicado finalmente en el 2007 bajo el título Siempre). Uno de sus últimos aportes a un montaje había sido para Del salón al cabaret: la Belle Epoque chilena, recreación teatral, musical y coreográfica de los estilos de ese periodo a cargo de la escuela de Teatro de la Universidad Católica.

En el homenaje organizado en su honor en el Museo de Bellas Artes, Fernando Ubiergo recordó las últimas palabras de Advis, ya en su lecho de muerte. «¿Qué estamos esperando?», les dijo a quienes lo visitaban. La pregunta está abierta para múltiples interpretaciones, pero no hay duda que puede vincularse a su señera premura como gestor cultural.

Actualizado el 25 de julio de 2024