Juan Capra

Juan Capra
Foto: BAM

Todo movimiento artístico importante acoge a creadores cuya biografía se cruza con la de los protagonistas y explica varios de sus hitos y logros, pero que sin embargo no consigue con ello dejar su nombre en el recuento histórico. Juan Capra, cantautor y pintor, puede ser considerado el gran desconocido de la Nueva Canción Chilena, y su historia es la de un talento que alguna vez resultó señero e influyente, incluso fuera del país, pero que fue apagándose poco a poco hasta toparse con una muerte atribulada y en un incomprensible olvido.

Ficha

Fechas

Santiago - 12 de abril de 1938
Santiago - abril de 1996

Región de origen

Metropolitana de Santiago

Décadas

1960 |1970 |1980 |

Géneros

Juan Capra

Todo movimiento artístico importante acoge a creadores cuya biografía se cruza con la de los protagonistas y explica varios de sus hitos y logros, pero que sin embargo no consigue con ello dejar su nombre en el recuento histórico. Juan Capra, cantautor y pintor, puede ser considerado el gran desconocido de la Nueva Canción Chilena, y su historia es la de un talento que alguna vez resultó señero e influyente, incluso fuera del país, pero que fue apagándose poco a poco hasta toparse con una muerte atribulada y en un incomprensible olvido.

Marisol García

Trabajó entre Santiago, París, Roma y Nueva York; legó discos apegados al folclor chileno y una considerable obra visual, y compartió pasajes importantes con gente como Violeta Parra y sus dos hijos músicos, con Héctor Pavez y Rolando Alarcón, y también con los conjuntos Quilapayún y Millaray.

Animador cultural
La legendaria casa de Carmen 340, en Santiago, allí donde desde 1965 se instaló la Peña de los Parra, fue, primero, la casa de Juan Capra. Gracias a un arriendo de su madre —siempre apoyadora de un talento artístico que se manifestó desde la infancia— el joven mantenía allí su residencia y también talleres de pintura para otros artistas. Pintor y escultor, su relación con el mundo de la plástica de los años sesenta se daba como parte de un intercambio natural para sus inquietudes y su creatividad.

El interés por el folclor lo acercó a Violeta Parra, a quien admiraba profundamente y de quien recibió algunas lecciones en guitarra y canto, y al conjunto Millaray, con el cual llegó a colaborar como decorador y encargado de vestuario. Viajero desde la adolescencia, aprendió de música andina en vistas a Perú y Bolivia (de donde se trajo un charango), y también de sones caribeños en Cuba, a donde viajó invitado como pintor y donde dejó su huella en murales y en el inicio de una larga amistad con el filósofo francés Régis Debray. Aprovechó los grandes espacios de su casa en Santiago para invitar a cantores diversos y animar espontáneas tertulias de música chilena. La asistencia a éstas combinaba a folcloristas, trovadores, pintores, escultores, poetas y estudiantes. Pasó a ser, así, un foco estimulante de la bohemia santiaguina, al cual no tardarían en sumarse artistas de fama futura (mantuvieron allí talleres Sergio Castillo y Santos Chávez, por ejemplo).

El regreso de Ángel Parra desde París, en 1964, lo obligó a buscar un lugar de residencia en Santiago. Juan Capra fue generoso: lo invitó a ocupar Carmen 340. Al poco tiempo, el pintor y músico aficionado recibió una beca para estudios de arte en París. La administración de Parra en lo que más tarde se convirtió en una famosa peña se convirtió en el giro natural para el lugar.

Capra se instaló en Italia y luego en Francia entre 1965 y 1970, y allí consiguió combinar pintura y música (acaso con más brillo público en el primer oficio, probado por una constante agenda de exposiciones, y la adquisición de una obra suya por parte del Museo del Louvre). En la Rue Visconti, barrio latino de París, mantuvo una casa de características similares a la que había dejado en Santiago, también con tertulias y recitales espontáneos. Todos quienes la conocieron recuerdan al convocante como un sujeto curioso, vivaz, de contagioso entusiasmo por la creación y las ideas de cambio social. En una de sus primeras giras europeas,Quilapayún encontró allí alojamiento.

Sus discos
Surgió entonces la idea de grabar un primer disco. Juan Capra y los chilenos (1968) fue, en realidad, un álbum de Juan Capra y Quilapayún, aunque por exigencias de contrato el conjunto no podía aparecer en los créditos. Se incorporaban allí canciones del folclor, en clave de trote, cueca y canto a lo divino, incluyendo también una versión de enérgico canto solista para “Los pueblos americanos”, de Violeta Parra, y una “Resfalosa del Viet Nam” en la que el propio Capra aparece en los créditos autorales.

Quilapayún y Juan Capra se presentaron algunas veces en vivo. Si el grupo incorporó a su repertorio una composición como "Canto a la pampa" fue por influencia directa de Capra, reconocen. El clásico tema minero fue incorporado más tarde al álbum X Vietnam (1968), de ese conjunto, donde además figura una canción de completa autoría de Capra: “Canción fúnebre para el Che Guevara”.

Vendrían otros cuatro discos de Juan Capra, grabados antes de su regreso a Chile, además de varias colaboraciones en álbumes colectivos. En Francia se publicó el EP Chants populaires et revolutionnaires du Chili y los LPs Chants revolutionnaires du Chili, Chants et danses du Chili (1970) y Chile. Canto a lo humano (1971), y en Italia apareció Cile Canta e lotta 1 - Canti populari cileni di ieri e di oggi (1973); todos ellos con un repertorio del más puro folclor chileno (cuecas, refalosas, chapecaos, sirillas) y versiones suyas para composiciones de Violeta Parra, su indiscutible y gran referente en el canto. El canto enfático y enérgico es, quizás, la gran característica que distingue a sus grabaciones.

Ninguno de estos discos ha sido publicado en Chile. Dibujos y acuarelas suyas se transan hoy en internet.

Su regreso
Se pierde la pista de las circunstancias de su retorno a Santiago, en los albores de la UP. Como sea, ésta fue dolorosa y traumática. Su trabajo musical se vio dificultado, sin publicar discos ni activar recitales con demasiada frecuencia (hubo presentaciones suyas en la peña Chile Ríe y Canta, entre otros locales). El Golpe de Estado convirtió al artista y militante comunista en objetivo militar, lo cual pagó con encarcelamiento y tortura. Pocos días después del asalto a La Moneda, una patrulla lo capturó a pasos de su casa. Fue llevado al Estadio Nacional, donde se le sometió a simulacros de fusilamiento y otros abusos. Su condición de hemofílico convertía el maltrato en algo especialmente debilitante en su caso. Su familia no supo de su paradero por casi un mes, y sólo intensas gestiones con parientes militares de su madre lograron salvarlo de una prisión más larga. Apenas recuperó la libertad, Capra viajó con pasaporte diplomático a Nueva York, donde permaneció por varios años.

«Hasta que tuvo la mala idea de volver a Chile, ahí por el '78, porque quería ver a mi mamá», recuerda su hermana Angélica, «y apenas llegó, los militares lo agarraron de nuevo».

Bajo persecución y afectado seriamente por los apremios físicos a los que había sido sometido, Juan Capra intentó sostenerse como pintor en un país en el que parecía tener todo en contra. Su círculo de contactos se había reducido, y su compromiso con la pintura no le garantizaba el sustento económico. Algunos lo recuerdan caminando por el barrio Lastarria en los años ochenta, intentando vender sus dibujos al mínimo precio. En la década siguiente su físico fue deteriorándose hasta hacerle casi imposible caminar. Sus últimos días se mezclan con limosnas callejeras y noches pernoctando en plaza públicas.

Juan Capra murió en Santiago en abril de 1996, a los 58 años de edad, y en plena calle. Sus últimos años fueron los de un mendigo de piernas paralizadas y con síntomas de neumonía y desnutrición. Su hermana Angélica (también cantante y exiliada), lo recuerda como alguien que «terminó solo acompañado por sus pinceles y cantos, al igual que Salvador Allende terminara solo rodeado por los muros de La Moneda y que Violeta Parra terminara sola acompañada por las telas de su carpa. Es el precio de los que dignamente luchan y entregan todo hasta el final en pos de una causa. Juan era una persona fuera de serie, inteligente, cultísimo, capaz de hablar seis idiomas, comprometido con sus ideales. Pero nadie le tendió una mano. Sus últimos años de vida son la historia de un desprecio».

En 2013, el espacio “Perspectivas a través de la Nueva Canción Chilena” le dedicó un programa especial. Allí, como entrevistado, Patricio Castillo recordó sus encuentros con Capra en Santiago y en Europa, y lo definió como un músico que «le pasó lo mismo que a la Violeta, en cierto modo: una absoluta indiferencia de los medios de difusión. Podría haber sido un baluarte de la música chilena: los discos que dejó lo prueban. Pero no lo dieron ni la menor mano». El programa definió a su obra de un modo certero: «Juan Capra es una pieza para completar el puzzle de la Nueva Canción».

Actualizado el 23 de febrero de 2020