David Ponce
Hija de los académicos Federico Schopf y Raquel Olea, Paula Schopf nació en Santiago en 1970. A los 3 años partió exiliada con su familia tras el golpe de Estado de Pinochet. Alemania fue su principal destino, aunque vivieron también en Barcelona. Luego los caminos se bifurcarían. Su padre y sus hermanos se quedaron en Alemania y Paula volvió a su país a los 7 años, en 1978.
Aunque creció en constante vínculo con su hermano mayor, quien le enviaba cintas de música electrónica de los años 80 por correo, tuvo también otras influencias: «Siempre escuché un montón de música clásica. Viví con mi padrastro, que es un hippy alemán, y conocí mucha música psicodélica de discos antiguos. No como los Doors, sino más de vanguardia y más underground: Soft Machine».
Sus estudios en el capitalino Colegio Latinoamericano de Integración, reconocido por su resistencia frente a la dictadura, dejaron otra huella musical.
Mi colegio me encantó, pero la música hippy rápidamente me empezó a cargar. Me parecían una lata todas esas peñas. La izquierda estaba identificada con ese tipo de música: Canto Nuevo, charango y guitarras. Me fascina la música brasilera, escucho cosas latinoamericanas modernas increíbles, me encanta la cumbia. Pero en ese momento empecé a tener mi propio gusto. Me identificaba con la electrónica que venía de Europa y la encontraba más interesante, vanguardista y más revolucionaria por un asunto de estética, no de ideología. Y obviamente fue la razón por la que me fui. En los 80 no llegaba nada de música. La generación de mis compañeros de curso escuchaba Led Zeppelin.
En efecto, Paula Schopf partió. Empezó a estudiar filosofía, pero antes de un año y medio volvió a Alemania por primera vez en 1990, a los 19 años, y allá se inició en el oficio de DJ. Pasó seis años sin volver, hasta 1996, cuando sus hermanos, agrupados en la productora Microman, empezaron a gestar visitas a Chile de músicos como Ricardo Villalobos, Luciano (Lucien Nicolet) y el alemán Uwe Schmidt (Atom Heart), quienes fueron determinantes en el surgimiento de una escena electrónica local en los años 90.
En 2003, con años de experiencia como DJ, Chica Paula debutó con su primer disco propio, 42 mädchen (42 niñas), publicado por el sello alemán Monika y bajo el nombre de Chica and the Folder. Su principal asesor fue el productor alemán Max Loderbauer, integrante del grupo Sun Electric, y tuvo diversos invitados que perfilaron una variedad de sonoridades entre el punk, la música tradicional tibetana, el electropop y una versión de Brian Eno ("I'll come running") dentro de un tono general de cuento fantástico. En el disco se incluyó "Últimas horas", un track trabajado sobre la base de una grabación con las últimas palabras de Salvador Allende desde La Moneda. La voz de Paula podía escucharse (y en castellano) en "Der wolf und p", mientras que su amigo Jorge González puso el canto y parte de la composición en "A certain track".
En paralelo, Chica Paula ha seguido trabajando como DJ, y de hecho fue en ese rol que participó en la clausura del elenco de músicos chilenos y alemanes que tocaron en el año nuevo y en el festival Mutek de 2004 en Valparaíso. En septiembre de ese año fue una de las cuatro chicas con residencia europea convocadas a un encuentro de tecno-femenino en Buenos Aires, Argentina.
Paula fue también parte de la selección de chilenos con residencia alemana que marcó el cartel del festival Sundeck, en enero del 2006, en el porteño Muelle Barón. Al encuentro llegó también Max Loderbauer, su socio en el proyecto Chica and the Folder, del cual no han surgido novedades en el último tiempo.
Actualizado el 13 de octubre de 2024