A pesar de que se inició como bajista, Carla Romero adquirió una estrecha relación con el piano y sus infinitas posibilidades de creación. Descubrió la música de la dupla más influyente del jazz desde los '70 (Herbie Hancock y Chick Corea) y luego profundizó en la línea acústica de Michel Petrucciani. Tímidamente se hizo de un espacio en el nuevo jazz de los 2000, apadrinada por el baterista Alejandro Espinosa, quien encontró en ella la dualidad de la pianista que puede cantar (o de la solista vocal que puede practicar un solo de piano con swing).

En 2003 se integró al cuarteto del baterista (estableciendo una interesante dupla con la tenorista Melissa Aldana), quien pronto la presentaría como figura emergente en una recordada noche en el Teatro Oriente junto a músicos suecos. Romero cobró su prestigio en la escena de Concepción, encabezando un cuarteto (con sidemen como el guitarrista César Arriagada o su hemano baterista Marlon Romero Jr). Con ellos no sólo actuaría en el multitudinario Festival Providencia Jazz sino que comenzaría su historia discográfica grabando un fusionado álbum, Ventus (2005). Luego que siguió otro disco, mucho más ambicioso en sus mezclas y composiciones, llamado Viento, vida y calor (2007), que presentó en grandes dimensiones en Concepción.