Marisol García
Primeras bandas
Con una rutina de cara al mar y alumno del tradicional colegio Mackay, el interés de Álvaro Peña Rojas por la música fue inquietud temprana, que primero encauzó en lecciones de piano y luego de saxofón. Fue parte así durante la adolescencia de los grupos Los Dandys, Los Challengers y Los Bumerangs; y de estos dos últimos llegó a ver publicados tres discos-single, entre 1965 y 1967.
Un tiempo de trabajo como saxofonista junto a la Orquesta del Casino de esa misma ciudad curtió a Peña en la interpretación de boleros, mambos, chachachás y otros ritmos latinos de vocación popular. Pero la adultez, el matrimonio y un hijo lo llevaron al mercado laboral, donde Peña destacó ascendiendo a redactor creativo de una de las mayores agencias de publicidad del mundo (Walter & Thompson). Fue uno de esos encargos el que lo tenía en Londres para el 11 de septiembre de 1973, cuando todo cambió para Chile y para Peña, quien, sin trabajo pero cómodo en el idioma, decidió acogerse como refugiado en la capital inglesa.
Vida europea
El asentamiento de Álvaro Peña en Europa tiene dos fases, ambas fundamentales para comprender sus grabaciones. La primera es la de Londres, donde su decisión de incorporarse a la comunidad de un squat (o casa okupa) en el 101 de Walterton Road lo dejó al poco tiempo como parte de una banda. Los 101ers eran un sexteto sintonizado en el rock'n'roll y el R&B que ocupaba a Peña en saxo tenor y que tenía a un joven llamado Joe Strummer en guitarra y voz. Debutaron en septiembre de 1974 en el pub The Telegraph con un set de seis canciones, y el chileno siguió tocando con ellos (sin grabar) hasta marzo del siguiente año.
Los 101ers son hoy parte de la historia de Joe Strummer, un joven que más tarde amplificaría su talento al mundo entero como líder de The Clash, autor genial y carismático que definió los trazos fundamentales de ese movimiento que de la música pasó a la cultura popular completa bajo el monosílabo 'punk'.
Fue una coincidencia afortunada, de la que Peña sacó lecciones creativas (y de la cual nunca pudo dejar de hablar en futuras entrevistas). La autogestión del Do it yourself, el grito impúdico y el desafío a discursos imperantes del No Future motivaron así también las nuevas canciones del porteño desterrado, que comenzaron a desarrollarse con él en piano, percusiones, pinquillo (tipo de flauta andina), flauta doble, bajo y voz. Su debut como compositor solista, en 1977, llevaba esas coordenadas a provocaciones incluso incómodas, partiendo por el título de ese primer LP: la canción que le daba título al disco Drinking my own sperm era la descripción de un momento de soledad, tedio y desviación mental en el que el cantor termina «bebiendo mi propia esperma».
Estaba allí también el tema "Valparaíso", una autopresentación como inmigrante, en un saludo a los pasajes dejados atrás que iban luego a volver en otras muchas de sus canciones, posiblemente desde la nostalgia. Un disco con el nombre del puerto se convirtió en 2004 en un musical de tipo biográfico montado varias noches en un escenario de Alemania.
Desinteresado de proclamas políticas explícitas y con un canto y versos fuera de toda convención (alguien lo presentaría entonces como «The Chilean with the singing nose»), Peña quedó por completo al margen de la actividad musical de otros chilenos exiliados en Londres. Comenzó a gestionar un pasaporte alemán, y consiguió poder trasladarse al extremo sur de ese país, y radicarse en un pequeño departamento en la ciudad fronteriza de Constanza (Konstanz), junto al lago del mismo nombre, por cuya ribera el chileno se ocupa en paseos diarios.
La discografía de Álvaro Peña en Alemania sigue una ruta de muy difícil catastro. Se divide en LP, EP y singles de tiraje limitado (muchas veces, de no más de cien copias), carátulas cambiantes (algunas, dibujadas por él a mano) y títulos asombrosos y elocuentes, cantados tanto en inglés como en castellano: "Mum's milk not powder" (Leche materna, no en polvo), "They don't like you at home" (No les gustas en casa), "Men don't cry, they sing" (Los hombres no lloran, cantan) y "Señor Johnny Cash". Son publicaciones que el músico vende sobre todo en sus conciertos, y que conforman una obra que así define el periodista René Cevasco en su libro Señales crujientes (2008), en el que se analiza al detalle la obra y lírica del porteño:
Su mirada a la forma canción era naif, sin pretensiones, primando en ella las melodías simples, pegajosas y por que no decirlo, populares. A la vez eran sencillamente honestas y con un fino sentido del humor que encausaba a la ironía de la protesta por senderos más sutiles y por lo tanto más inteligentes, pero nunca elitistas.
Los documentales Full dedication Álvaro (2008, premio del Festival In-Edit Chile al mejor documental internacional), con dirección alemana, y Álvaro de Valparaíso (2009), de la chilena Alejandra Fritis, son algunos de los trabajos que se han detenido en el detalle de una vida musical atípica, voluntariamente austera y persistente en la composición por más de cinco décadas. Sus periódicas visitas a Chile lo conectan con una audiencia local que lo aplaude como a un referente de autoría única.