Marisol García
Sobre su opción de combinar canto y reflexión social, Ugarte prefiere identificarse con un juglar —«aquél que canta lo que ve»—, antes que con el arquetipo del cantor político o trovador.
Años de sacerdocio
Como sacerdote, Ugarte fundó el conjunto de música litúrgica Los Perales, donde ensayó las primeras composiciones de un canto tributario del folclore que había conocido por curiosidad espontánea entre cantores populares de campos aledaños a Santiago. Desde su adolescencia, el compositor fue estudiando a fondo tanto la poesía popular —«me fascinaba rol del cuentero», recuerda— como la tradición de la décima y el canto a lo poeta.
Su decisión de ordenarse, por la Congregación de los Sagrados Corazones, en 1962, no interrumpió su interés por la música. Sus composiciones se encauzaron primero en Los Perales y luego en LPs solistas para RCA Víctor y EMI Odeón. Réquiem (1970), el último de esa primera etapa de grabaciones, fue una interesante apuesta folclórica que combinaba el manifiesto social ("Ando buscando un camino", "Canción de libertad", "Como si fuera pan duro"), con canciones de amor y llamados a un cristianismo de opción preferencial por los pobres ("El Cristo cercano", "Canto del profeta"). "Réquiem", el tema que le daba título al disco, lo llevó a participar del Segundo Festival de la Nueva Canción Chilena, en 1970.
Esas valiosas canciones dejaron claro que Ugarte coincidía con una crítica de izquierda ya incompatible con el voto de obediencia sacerdotal («para mí, el más difícil», recuerda). Poco después de la publicación de ese disco, decidió renunciar al sacerdocio y sumarse con entusiasmo al compromiso de muchos amigos suyos en la música de contenido (acompañado, en su caso, de la militancia en el MAPU). Fue parte de una de las legendarias giras nacionales del programa "Chile ríe y canta", se presentó algunas veces en la Peña de los Parra, y mantuvo en Televisión Nacional el programa "Raíces del canto", dedicado a la música folclórica y el canto popular.
El Golpe de Estado les significó el exilio a él y su familia. Residió un tiempo en Puerto Rico, pero se asentó principalmente en Italia. Allí en Roma, aunque no ejerció profesionalmente como músico, se sumó por dos años a una gira de la obra de teatro musical Tango bárbaro. Poco se supo de sus canciones en Chile durante las siguientes cuatro décadas.
En 2012, a los setenta y nueve años de edad, Ugarte instaló la sorpresa de un nuevo disco. La yerba del clavo fue una colección de tonadas, cuecas, décimas, coplas y canciones de recurrente temática mortuoria pero un claro afán festivo. En "Yo tengo sed todavía", el autor desafía: «Qué hacís, muerte, encuclillá / en la esquina de mi catre / con esa risa de natre, / y olor a carne pasá. / No tenís manta ni almohá / en tu cama dura y fría, / ¿y querís mi compañía? / Aunque me escondai la ropa / y te vea hasta en la sopa, / yo tengo sed todavía». Era un disco poderoso y sorprendente, financiado por el propio autor para compartir de algún modo años de composiciones limitadas al ámbito privado.
«Sé que me encuentro en el ocaso, pero con ganas de vivir», dijo —de paso en Chile— al presentarlo. «Tengo derecho a la curiosidad, a maravillarme, a la alegría, a las cuecas. Me preocupa desmitificar el problema de la muerte. No me interesa el cielo, ni el infierno, ni el purgatorio. Mi más allá es el seguir en mis libros, en mis canciones, dejar algo. En la medida que alguien me escuche o me lea yo estaré allí, trascendiendo».
Fernando Ugarte ha publicado dos libros: el poemario La noche de don Malaquías (1983) y la novela Réquiem, tango y contrapunto de un espectro (2009).
Actualizado el 06 de enero de 2019