Iñigo Díaz
Santa Cruz es nieta del eminente compositor Domingo Santa Cruz Wilson, uno de los principales impulsores de la institucionalidad musical en Chile, y es hija de Domingo Santa Cruz Morla, músico de jazz tradicional y reconocido tubista y símbolo de la Retaguardia Jazz Band entre 1960 y 2002. Con ambos ella tuvo ciertas desavenencias musicales, pero fue escuchando de niña a su padre en el Club de Jazz que se interesó por la línea de los bajos al interior de la música. Así ingresó, hacia 1985, a la Universidad de Chile para estudiar contrabajo por cuatro años con Eugenio Parra, músico de la Orquesta Sinfónica de Chile. Los cuatro años siguientes de estudio los realizó con el profesor José Miguel Reyes, en la Universidad Católica.
Iniciados los años ’90, Alejandra Santa Cruz comenzó a tocar jazz con los nuevos músicos de su generación. Integró un quinteto con Ignacio González (saxo alto), Daniel Lencina hijo (guitarra), David Castañeda (batería) y un promisorio Cristián Cuturrufo (trompeta), pero también fue alternando en jams y distintas colaboraciones con músicos generacionales como el guitarrista Pedro Rodríguez o el baterista Andy Baeza, con quien compartiría espacios en una de sus militancias más estables: el trío del pianista Moncho Romero. En el intertanto se integró al grupo Fedón (1996-98), del guitarrista e improvisador Ramiro Molina, que desarrollaba un “jazz abstracto”, y luego fue parte de una de las formaciones finales de Quarto Mundo (1998-2004), del también guitarrista y compositor Alberto Cumplido.
En 1998, Santa Cruz comenzaría su trabajo como maestra de la cátedra de contrabajo en la U. de Chile, que la mantuvo ocupada hasta su retiro en 2013. Entre 1999 y 2001 tocó en la Orquesta Sinfónica de Chile, y desde 2002 lo hizo en la Orquesta de Cámara de Chile, ya como músico de planta. Son los tiempos en que también compuso obras que se estrenaron o fueron programadas en festivales de música contemporánea, como “La inquietud” (2001), para contrabajo y saxofón, grabada junto a Miguel Villafruela; “El hombre infinito” (2003), para contrabajo y piano, y “Sexteto” (2006), para seis contrabajos con pizzicato.
De regreso al jazz, en 2015 se integró al trío del pianista Ariel Pino, que incluía al baterista Juan Pablo Jaramillo, y como contrabajista o bajista eléctrica además grabó discos de cantautores como Marco Andreu (Canciones secretas, 2015), Alexis Venegas (Invicto, 2017) y Tita Parra (Yo soy la feliz Violeta, 2017).
Actualizado el 03 de julio de 2024