El 1 de octubre de 1988 fue la última concentración del NO. Los Prisioneros, Inti-Illimani, Quilapayún y Florcita Motuda, entre otros, se presentaron ante más de un millón de personas en plena carretera.
A casi sesenta metros de avenida Departamental, por la carretera que entonces se conocía como Panamericana, mirando hacia el norte. Ahí se ubicó el escenario que dispuso el comando del NO para la última concentración antes del plebiscito que acabó con la dictadura de Augusto Pinochet. Fue el sábado 1 de octubre, desde las once de la mañana y hasta las cuatro de la tarde, y la organización imaginó un espacio que llegaba a la avenida Carlos Valdovinos, a un par de kilómetros.
Ese acto pudo tener otras coordenadas. El plan original era en la Alameda o el Parque O’Higgins, pero el régimen quiso alejarlo del centro. El comandante Sergio Badiola, intendente de la época, dispuso que fuera en ese punto de la carretera. “Fueron relegados a esa cortazariana autopista sur”, escribió Rafael Otano en su Nueva crónica de la transición (1995).
No importó demasiado: un millón doscientas mil personas estuvieron en “la concentración más grande en la historia de Chile”, según tituló al día siguiente el diario La Época. “Desde tempranas horas Santiago alteró completamente su ritmo”, abría la crónica. “Las primeras columnas de manifestantes ya se habían instalado alrededor de las nueve horas, mirando hacia un escenario de cuatro metros de altura -lamentablemente aún bajo para la multitud que, debido a un bosque de banderas que ocupaban las primeras cuadras, tuvo problemas de visibilidad- con varios niveles y un gigantesco NO de fondo, junto a banderas y emblemas con los colores del arcoiris, símbolo de la campaña”.
Ahí habló el futuro presidente Patricio Aylwin y estuvieron los dirigentes de la oposición a Pinochet. También hubo conductores, como Miguel Davagnino y Ricardo García, e intervenciones de actores como Nissim Sharim, Gloria Münchmayer, Héctor Noguera y María Elena Duvauchelle. Pero sobre todo hubo músicos, muchos músicos, una suerte de festival que tenía a la orquesta de Juan Azúa a cargo de un repertorio de cortinas entre las que estaba, claro, “La alegría ya viene”.
Cada invitado interpretó una o dos canciones. “Todo cambia” fue la primera, en voz de Cecilia Echenique, y luego estuvieron Upa, Isabel Aldunate, Patricio Liberona, Felo, Arak Pacha, Tito Fernández, Florcita Motuda, Isabel Parra y Tita Parra. Los Prisioneros tocaron “El baile de los que sobran” y hubo invitados como el uruguayo Gervasio y el español Víctor Manuel. Pudo llegar también Joan Manuel Serrat, que aterrizó esa misma mañana en Pudahuel, pero las autoridades le impidieron la entrada al país y envió un mensaje grabado en cinta.
Además, en esa secuencia de breves presentaciones hubo segmentos con características singulares: Tati Penna, Cecilia Echenique, Isabel Parra, Tita Parra y Javiera Parra, por ejemplo, salieron juntas a cantar “No lo quiero, no”, la canción que habían estrenado recién en la franja televisiva.
También se pudo escuchar a los grupos recién retornados del exilio. Illapu e Inti-Illimani habían hecho su recordado concierto del Parque La Bandera tan solo una semana antes. En la concentración, los primeros tocaron “Candombe para José” y “Se están quedando solos” y los segundos cantaron “Vuelvo”. Quilapayún, arribados a Santiago apenas dos días antes, hicieron “La muralla” y “El pueblo unido jamás será vencido”.
“Habíamos llegado a Chile en un estado de excitación que no es necesario explicar, entonces todo estaba cargado de una profunda emoción”, recordó Horacio Durán en una entrevista concedida hace dos años. “Más que un número de personas, era la infinidad de un sentimiento, de una idea clara de recuperar Chile, que a esa altura ya era indispensable”.
Rodrigo Alarcón L.
En el camino