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No se sorprendan si reaccionamos mal

A quienes se escandalizan en TV por la violencia callejera, algo de punk rock quizás ayude a entender

viernes 17 de julio de 2015

Hace algunas horas, el 16 de junio de 2011, unas cien mil personas han salido a la calle en Santiago y más ciudades a manifestarse por una mejor educación. Y al final del día es interesante tratar de informarse por los noticieros de televisión de esa misma noche. Sólo TVN muestra el sentido común de priorizar lo principal: un acto ciudadano, motivado por una crisis educacional, y que hasta la policía y el gobierno han sancionado como el más multitudinario en años en Chile. En cambio Canal 13 y Chilevisión inician sus coberturas con la siempre efectiva nota sobre un saqueo, en este caso a un local comercial de Claro, por parte de "quinientos inadaptados" según la jerga periodística.

"Cómo podemos llamar a estas personas", se pregunta contrariado el conductor Matías del Río pasada la medianoche en la comodidad del set del programa "Última mirada" en Chilevisión. A la misma hora Antonio Quinteros filosofa en "Telenoche" en Canal 13 algo sobre que "no sólo en Chile hay energúmenos" luego de pasar una nota sobre disturbios callejeros en Canadá. Energúmenos, inadaptados, antisociales, delincuentes, varios sinónimos tiene la prensa para responder la pregunta de Matías del Río, pero por si no alcanzan para entender puede ser útil escuchar música. Punk rock, por ejemplo: basta remontarse al más durable grupo punk de Chile, Fiskales Ad Hok, para ir a buscar.

"No se sorprendan si reaccionamos mal", avisan los Fiskales Ad Hok en "Sudamérica-no", canción grabada hace diez años en su disco Calavera (2001), con dos versos completos que suenan aún más clarividentes a la luz del escándalo La Polar 2011: "No sé a quién mierda yo le tengo que pagar / No se sorprendan si reaccionamos mal". Una década más tarde las noticias esta semana lo vienen a corroborar, de parte de una prensa que abre sus noticieros de TV con despachos policiales sobre un movimiento que no es delictual sino ciudadano, y que al minuto siguiente sí se pone guantes blancos para referirse a ejecutivos y directorios del retail cuyos negociados han dañado a cientos de miles, pero que no son inadaptados ni energúmenos ni crápulas ni lacras: las de ellos son malas prácticas, y las cursivas son nuestras para intentar expresar la infinita delicadeza de esa expresión.

Se supone que les llaman "rostros", y si la palabra suena peyorativa, como reservada para opinólogos o animadores de matinal, a veces bien vale para lectores de noticias que no parecen capaces de por lo menos una reflexión o siquiera una pregunta sobre el motivo profundo de tales o cuales disturbios. Y ni siquiera son sólo los lectores de noticias. También los protagonistas han dado jugo esta semana, en la que por la misma televisión ha sido posible enterarse de que la respuesta del ministro de Educación frente a la marcha más masiva de los últimos años es un llamado a los jóvenes a no perder clases, y de que el escándalo La Polar para el ministro de Economía es un "accidente" y para la ministra del Trabajo es "lo mismo que robar un cajero automático".

Ojalá alguien explique al ministro de Educación que esas clases que él aprecia son el problema y no la solución, es decir justo lo que hay que cuestionar. Que alguien avise al titular de Economía que lo de La Polar no parece un accidente sino una asociación ilícita con un modus operandi basado en contratar a actores de teleserie para endeudar a la población, estafarla y de paso inmovilizarla socialmente. Que algún asesor por el amor de Dios diga a la señora Matthei que no, que es demasiado amable su comparación porque es miles de veces peor saquear a cuatrocientos mil chilenos endeudados que robar un cajero, o que, al lado de esos delincuentes del retail, un ladrón de cajero automático es un emprendedor o un microempresario, a ver si en ese idioma se entiende. Que alguien convoque al gabinete para recordarle que es mejor pensar antes de hablar. Para no añadir insulto al daño.

Otro concentrado Fiskal lo termina de poner mucho más claro: "Odio", de su disco Fiesta (1998). "Odio, odio: odio odio odio odio", insisten ahí seis veces, y luego otras seis más, y luego "Realmente siento mucho odio", y luego un remate: "Sentimiento de verdad". Bien puede ser parte del sentimiento de verdad incubado por dos décadas de transición post dictadura, al menos por esos "quinientos inadaptados" del noticiero que tal vez tienen razones para andar odiando, cuyos compañeros han pasado meses procesados en un "caso bombas" con evidencias risibles que se caen a pedazos en los tribunales, y frente a ese sonsonete ridículo y moralizante de reportero de TV o de lector de noticias que muestra más respeto por un local de Claro que por la expresión, violenta o no, de un movimiento social, o frente a ese periodismo tan aficionado a Twitter y tan al día con los indignados de Madrid y Barcelona pero tan perplejo y superado frente a esta realidad próxima, y que se apresura en estimar en más de veinte millones las pérdidas por los disturbios en la Alameda pero no calcula que esa misma cuenta se paga juntando a menos de veinte deudores defraudados por La Polar.

Es sólo cuestión de sumar: ese periodismo rostro, ese que no deja ver, se agrega a HidroAysén, a la última huelga mapuche, al caso bombas, a la crisis en educación, a la usura del retail, al accidente de La Polar según el ministro Fontaine, al cajero automático según la ministra Matthei, y claro que hay mucho para estar enojado. Claro que tienes más. No se sorprendan si reaccionamos mal.

Fotos: Federación de Estudiantes Universidad de Chile (2011).