Gepe, la tradición que fluye
En Folclor imaginario Gepe tiene su disco más osado y discutido, y lo sabe. Hubo antes en el trabajo del cantautor pop citas a la música tradicional campesina y las raíces andinas, pero «eso era turismo», y esta vez sí que va en serio, asegura el cantautor pop. Los recelos de los tradicionalistas —la voz del trapero Gianluca en un disco de homenaje a Margot Loyola puede explicar su guardia en alto— son parte de la necesaria dinámica de su actual propuesta, inspirada en parte en su admiración por aquellos cantores que en estos últimos años le han enseñado lo que él llama «la experiencia del folclor»: esencialmente dinámica, desligada de individualidades, a salvo de los ortodoxos.
Entrevista de Marisol García | 31 de enero de 2019 Fotos: Marisol García
El pop es un cauce más hondo de lo que suele pensarse, y a quienes avanzan entre sus bordes llega el momento en que las definiciones comunes pueden quedarles estrechas. Si hoy se elige ver a Gepe bajo la descripción simple de un cantautor pop de éxito, entonces su disco 2018 sería sólo otra publicación suya de cruce con referencias nuevas y una salida a radios y redes con un par de singles merecedores de la atención. Pero es evidente que Folclor imaginario (canciones recopiladas por Margot Loyola Palacios y algunas otras que parten desde ahí)(Quemasucabeza, 2018) es bastante más que eso. Califica, de hecho, como una propuesta de desafío a los estándares que el total de la música popular chilena maneja bajo etiquetas estancas que pocos quieren cuestionar.
Lo difícil es hacerlo con un sentido coherente. Porque para insolencias, cualquiera.
Partir de Margot Loyola y terminar en Gianluca es dejar que entre la mayor investigadora de folclor en terreno que ha tenido Chile (Premio Nacional de Artes 1994) y el llamado nuevo príncipe del trap se forje un lazo musical que refleje lo que la propia maestra buscó extender con su trabajo: la tradición del folclor es esencialmente dinámica, y crece en la incorporación de usos, costumbres y códigos arraigados a nuestra convivencia actual.
—Si digo: «No, yo no hago folclor», me desmarco de una vez de todas las críticas, pero sería una respuesta fome, de no hacerme cargo —explica Gepe, cerrando el año de su más decidido trabajo con la tradición de la canción chilena—. Mejor digo: te guste o no, el folclor se construye así, en un flujo que va a avanzar igual, con o sin nosotros. Sobrevive o trasciende porque va dialogando con el presente constantemente, asimilándose a las necesidades de las personas. Margot [Loyola] decía que la música folclórica es sólo una porción del folclor completo; el resto son hábitos, maneras de decir, maneras de ser. Es un método de sobrevivencia, yo agregaría.
Si con Gepe la definición de cantautor pop no ha dejado de ser precisa, debe concederse que Folclor imaginario lo ubica en áreas nuevas, como un conceptualizador de proyectos, un director de cruces estéticos y un forjador de improbables equipos de trabajo. Al menos.
—Me gusta la idea de convocar a un equipo, definir condiciones de trabajo; creo que ahora estoy en ese lugar, y que el disco próximo lo voy a construir en las mismas condiciones. Antes pensaba que muchos músicos que admiro llegaban a eso porque se les acababan las ideas pero no es así. Es justamente que comienzas a tener una visión en perspectiva mucho más amplia. Observo mucho, y aprendo de ellos, sobre todo de alguien como Caetano Veloso: un señor de 77 años que mantiene su voz de esa manera y una fuerza creativa que lo hace sacar discos casi todos los años, en trabajo constante, y si no hace discos hace películas o colaboraciones…
—Para Folclor imaginario convocaste a algunos músicos con los que nunca habías trabajado. ¿Qué diferencias prácticas tiene levantar un disco con gente que, por ejemplo, no tiene experiencia en el cancionero pop?
—Nunca había hablado tanto en un estudio. Nunca escuché tantas opiniones. Todo era conversado, discutido. Las decisiones de arreglos salían luego de mucha discusión porque el disco realmente lo construimos en la experiencia.
«Todos los que participaron aprendieron algo», asegura Gepe sobre las sesiones de trabajo junto al productor Cristián Heyne y los músicos de previo oficio folclórico (Miguel Molina, Gonzalo Gómez, Claudio Constanzo, Marcelo Cornejo y Claudia Mena; todos en la foto al final de esta nota) que vistieron de arpa, guitarras, charango, quena, contrabajo, pandero y tañador las habaneras y cuecas tradicionales que él mismo conoció en los LP de Margot Loyola Casa de canto (RCA, 1966), Visión musical de Chile (Polydor, 1970) y Otras voces en mi voz (Oveja negra, 2010) (el disco suma también un tema del propio Gepe, "Joane", y dos improvisaciones nuevas).
—Hubo cosas que se grabaron y luego decidí regrabar. Hubo canciones mías que hicimos y que luego descartamos. Buscaba que el disco tuviese un sentido, dentro del compendio. Éste no era un disco de covers.
—Eso queda claro. Se trata de un trabajo mucho más atrevido que el de hacer versiones.
—Me cuido mucho de no usar la palabra 'deconstrucción'. Tomamos las canciones para desarmarlas y volver a armarlas, pero con su sentido esencial. Sabíamos que el trabajo era un compendio que por un lado tenía que responder a lo que hace tradicional a una canción y, por otro, que sonara mío. Era un equilibrio delgado entre, digamos, mi ego de autor, la admiración profunda que siento por Margot Loyola y la tradición que estos músicos tan bien conocen. El motor fue «alentemos esto».
—¿Y acaso no eran aproximaciones folclóricas también las citas andinas que hiciste ya en GP (2013) o en Estilo libre (2015)?
—Eso fue turismo. Nacía de un gusto profundo, pero alrededor del folclor, no dentro. No entré antes al folclor porque no sabía cómo, y entonces lo miraba desde la periferia. A veces tomaba ideas, a veces sentía que permeaba las canciones. Ahora es distinto, porque aprendí la experiencia del folclor, y en eso nos metimos de cabeza.
—Hablas de construir en la experiencia. ¿Qué entiendes exactamente como la experiencia folclórica?
—Está en la interpretación, en una manera de ser a través de la música que nunca antes [yo] había vivido así. Cada vez que toco este disco es distinto, porque estamos viviendo las canciones ahí, en la experiencia. Dejé de cantar las canciones como antes lo hacía. Ahora se trata de estar en el momento de esa interpretación: de esa manera, vestido con esa ropa, en un escenario determinado… es lo que tiene el folclor, donde una cueca se canta de una forma a las tres de la tarde y otra distinta a las tres de la mañana. Lo que este disco aporta es la interpretación. Ahora cada tocata la siento distinta a la otra porque estamos viviendo las canciones ahí.
Las lecciones históricas aprendidas por intermediarios sobre el método de trabajo de Violeta Parra y Gabriela Pizarro, junto al testimonio vivo de Margot Loyola, María Esther Zamora y Pepe Fuentes fueron las guías de esa asimilación del folclor chileno como una invitación remecedora en varias dimensiones, describe Gepe. Gracias a estos dos últimos, cuenta, atestiguó el fortalecimiento del folclor a través de las relaciones entre quienes lo avivan: «Una manera de ser a través de la música».
—Es gente que vive… de otra manera. Su forma de ser, de entregar cariño, de carretear es a través del canto, con una sinergia profunda entre ellos, con mucha expresión a través de los afectos. Ahí no importa la edad, interactúan perfectamente bien personas de 80 y de 23 años. Hay un acervo colectivo que es superior a cualquier ego. Las canciones, las decenas de cuecas que cantan todos los días no importa de quién sean. Junto a ellos nunca he escuchado algo como «qué buena canción que hizo tal». Comentan estilos de cantar, variaciones, pero no individualizan autorías… porque no importa.
—¿Son los recelos ante nuevos curiosos también parte de la experiencia del folclor? Porque imagino que sabías que algo así iba a venir.
—El diálogo en torno a este disco incluye las críticas; es necesario que eso pase —concede Gepe—. Le ha pasado a tanta gente antes que entonces por qué no me va a pasar a mí, que soy el último eslabón. Cuando empecé a frecuentar lugares de folcloristas, los más desconfiados eran los jóvenes: lo escuché, lo vi. Quizás quienes están recién llegados a esto sienten que es fácil corromper eso que sienten propio y que alguien se los puede robar. «Que no venga este huevón que sale en la radio a pervertir esto»; «cómo se atreve este que es tan poca cosa a tocar algo que es tan importante». Pero no importa, la verdad, incluso me parece adecuado. Los viejos no tuvieron esa actitud. Es parte del diálogo, que la gente se enoje, creo que así ha sido siempre.
—¿Algún argumento en tu autodefensa?
—No necesito defenderme. Más bien necesito que se hable de eso, esté o no esté yo. Sólo puedo decir que todas las cuestiones que he hecho las he hecho con el corazón y con profundo amor a la música.
Si, como enseño Margot Loyola, la canción folclórica nunca es la misma, y la oralidad y el estilo de cada cantor impone una adaptación tras otra, una de las más asombrosas conquistas de Folclor imaginario es hacer reflexionar sobre ese flujo en su cruce con los pulsos urbanos en alza sin que éstos lo contradigan. La voz (y sus efectos) del joven Gianluca (22) en la improvisación "Amoríos pasajeros" hace coincidir con el total del disco una extraña melancolía de vívido presente.
Fue, dice Gepe, una idea de último momento:
«No conocía a Gianluca, me producía gran curiosidad; me tincó llamarlo, nomás. Estoy seguro de que él está ahora en el trap porque nació en eso pero es alguien muy sensible que podría estar haciendo cualquier otra cosa. Su mente es muy musical, muy despierta, y está dispuesto a trabajar con mucha humildad. Hay gente más sensible que otra: Gianluca vive en otro mundo, y de su intuición saca algo como lo que terminó mostrándonos…».
Determinadas datos biográficos en común los acercaron en la primera conversación: un mismo barrio en San Miguel, un mismo signo zodiacal, un tatuaje en la mano. La invitación al disco fue tan arrojada como simple:
—Le dije: «Elige una de estas tres improvisaciones, esto se trata de Margot Loyola. Canta lo que se te ocurra». Él, por supuesto no tenía idea de Margot Loyola, pero llegó al estudio diciendo que se había pasado dos días escuchando cosas suyas en YouTube. Entonces comenzó a cantar, y yo pensaba: ¿de dónde sacó esto? Bastó con dos pasadas y luego yo me colgué de eso que él hizo. Le mostramos la grabación a Osvaldo [Cádiz, viudo de Margot Loyola, también folclorista], y él dijo: «Esto es canto campesino».
Si Gepe y su banda habían largado el trabajo en torno al disco con el desafío aún abstracto de conectar tradición, presente y futuro, con Gianluca esa improbable atemporalidad adquirió pulso y sonido evidentes.
—Lo escuché y pensé: ahí está. Margot habló en entrevistas del folclor como un diálogo entre épocas y con lo cotidiano. El folclor está pasando, es algo que está vivo y va a seguir estándolo. El folclor se construye dialogando con el presente constantemente. Y por eso ha trascendido a cualquier género y lleva tantos años: se va asimilando a las necesidades de las personas.
GEPE - FOLCLOR IMAGINARIO