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¡Feliz Cumpleaños, Violeta!

Diversas actividades celebran desde este mes los 90 años del natalicio de nuestra mejor cantautora. El remontaje de Canto para una semilla, la edición de un disco inédito y un catálogo de su obra plástica, y la exposición de parte de sus arpilleras son citas imperdibles.

jueves 4 de octubre de 2007

Columna de Violeta Parra por Marisol García. aquí.

Ya comenzó la campaña para cambiar el nombre de la capitalina calle Carmen por el de "Violeta Parra". Pero es sólo una buena intención, y de ésas el legado de Violeta ha tenido demasiadas. Lo que importa son los avances concretos en la difusión de su obra, y este mes de octubre ofrece estimulantes noticias al respecto.

Violeta Parra (1917-1967) cumpliría hoy 90 años. La mujer que nunca aceptó regalos para su cumpleaños ni se preocupó de festejarlos con una torta recibirá el saludo de sus incontables seguidores, que se darán cita primero en el Museo Nacional de Bellas Artes para un tributo organizado por la SCD en el que se mostrará una nueva grabación colectiva (Javiera, Isabel y Colombina Parra; el grupo Juana Fe, Denisse Malebrán, entre otros) para un tema antes inédito de Violeta: "En el día de tu cumpleaños". Durante la tarde, el Sindicato de Folkloristas de Chile ha organizado un encuentro especial en la Plaza de Armas.

Pero esos saludos serán sólo el inicio de una serie de significativos encuentros en torno a su obra. El 8 de noviembre se abrirá al público lo que el Centro Cultural Palacio La Moneda ha bautizado como Espacio Violeta Parra: 110 metros cuadrados en el primer subterráneo del recinto que al fin acogerán algunas de las arpilleras y óleos que la chilena llevó hasta el Museo del Louvre y que, a falta de un museo, no contaban hasta ahora con un lugar estable de exhibición. "Violeta Parra: la que viene escondida" es el nombre de una exhibición que encauza un acuerdo de comodato de ocho años entre el CCPLM y la Fundación Violeta Parra y que rotará las tres divisiones de una colección de 47 piezas: veinticinco óleos, trece arpilleras y nueve figuras en papel maché.

Precisamente esas piezas, más otras distribuidas en diferentes puntos del planeta, son el foco del primer catálogo sobre la obra plástica de la folclorista. Violeta Parra: obra visual muestra en fotografías y breves textos explicativos el total de óleos, arpilleras y esculturas en alambre realizados por Violeta y que hoy están ya sea en manos de la Fundación Violeta Parra o de coleccionistas privados. El libro estará disponible a fines de este año gracias al financiamiento de Minera Escondida.

Sobre música, ya la reciente edición en CD por parte de EMI de Carpa de La Reina (1965) ha sido una estupenda noticia para quienes se extrañan de que el catálogo discográfico de Violeta sea hoy de tan difícil acceso. El disco fue grabado por la autora junto a amigos y colabodores suyos de la época, como Quelentaro, Chagual y Héctor Pavez; además de sus hermanos Roberto y Lautaro. Antes de fin de año, la Fundación Violeta Parra tendrá además en tiendas el disco Violeta en Argentina, inédito desde 1961, y una nueva versión de Las últimas composiciones (1966), su postrero y mejor álbum.

Pero acaso lo más llamativo suceda en noviembre, cuando un nuevo montaje de Canto para una semilla (1972) en un lugar aún por definir devuelva a los escenarios chilenos la preciosa musicalización que hiciera Luis Advis de las décimas autobiográficas de Violeta. Grabado en disco junto a Inti-Illimani e Isabel Parra, la obra ha tenido muy escasas presentaciones en el país (no más de tres veces) y al atractivo de su reposición se suma el hecho de que esta vez se le añadirá una versión para coro nunca antes interpretada, la que Horacio Salinas mantenía como una herencia secreta del propio Advis.

"Fui yo quien le sugerí a Advis una versión coral y orquestada, pero sin la intención de mostrarla en vivo", dijo el músico esta semana a El Mercurio. "Siempre me llamó la atención que me dejara algo de su propio puño, sin quedarse con ninguna copia".

Inti-Illimani presentará la obra junto a la Orquesta y Coro Filarmónico de Chile, y, de nuevo, con la voz solista de Isabel Parra.

Según Ángel, hijo mayor de la artista, las actividades de celebración son una suerte de "punto cúlmine de un trabajo que comenzó hace más de 50 años. Vamos llegando donde Violeta siempre quiso, porque lo que hizo en recopilación, creación y divulgación no era para sus hijos, sino para el pueble de Chile".

Columna
Faltan regalos para Violeta

Los cercanos a Violeta Parra no recuerdan haberla visto jamás frente a una torta algún 4 de octubre. Su poco convencional personalidad no estaba al tanto de las formalidades en torno a los cumpleaños; y a cambio de velas, merengues y cintas de regalo, sus celebraciones eran permisos para reentusiasmarse con el trabajo arduo. Violeta tenía razón cuando argumentaba no tener tiempo que perder: en cincuenta años de vida, desde la precariedad de la pobreza y sin más ayuda que la de los pocos que aceptaron asociarse a su rigurosa filosofía, la chilena levantó una obra artística más monumental que una torta de veinte pisos. Para fondos estatales o becas académicas Violeta fue siempre una antipática simbólica.

¡Feliz cumpleaños, Violeta Parra! A 90 años de su nacimiento en San Carlos, Chile completo comienza al fin a saludar a nuestra mejor cantautora con el entusiasmo que se merece. Parecerá de pronto que la calidez hacia la chillaneja nos sale de modo espontáneo, sincero, con una calidez natural. Pero las celebraciones organizadas para este mes y el próximo (conciertos, exposiciones, encuentros varios) debiesen ser vistas, más bien, como el inicio de un reparo histórico largamente debido, y de cuya urgencia las autoridades y los financistas privados no estuvieron alertados a tiempo.

Llegan tarde y la gente se les ha adelantado. Ya en La Yein Fonda de septiembre, junto a Isabel y Ángel Parra, miles corearon canciones que rara vez han salido por radios. La estación Rock&Pop impulsa de pronto una campaña pública bajo el nombre "La Calle para Violeta", con el fin de rebautizar Carmen, la dirección de la antigua Peña de los Parra. Pero ni en esa ni en otras radios chilenas Violeta ha sido nunca una presencia debidamente acogida. A esos dobleces la artista se acostumbró en vida, y su legado póstumo ha tenido que seguir acomodándose a las contradicciones de un país en el que, desgraciadamente, su nombre combina bien con las ínfulas cultosas de quienes dicen preocuparse del acervo popular, el patrimonio chileno y la distinción de nuestra identidad en el extranjero. El peso categórico de su creación musical y el reconocimiento de su obra en Europa es pase abierto para que todos nos colguemos de un nombre que, confiamos, hace brillar también el nuestro. Sin embargo, ¿cuántos hogares chilenos tienen hoy sus discos? La mayoría de esos títulos ni siquiera están en disco compacto, y por la falta del pago debido de regalías la familia ha decidido emprender prontas acciones legales.

El próximo 8 de noviembre, al fin se abrirá un espacio estable de exhibición para su obra plástica en el Centro Cultural Palacio La Moneda. Su familia, incansablemente, insiste en que lo que la obra de Violeta se merece es algo más que esos 130 metros cuadrados. "Celebrar el Bicentenario con el Museo de Violeta" fue el sueño expresado esta semana por su hija mayor. No es por ser malagradecidos. La desprotección estatal hacia uno de los patrimonios artísticos chilenos más famosos en el extranjero es una deuda incomprensible e insostenible, y de cuyo pago tardío nadie puede jactarse ni exigir aplausos.

Los esfuerzos de sus herederos –sobre todo, de su hija Isabel– por contar con un lugar fijo para mantener y exhibir la obra de su madre comenzaron con los albores de la Concertación. Hubo fotos y brindis para dos acuerdos previos que supuestamente le darían a su obra el estatus merecido. Los ex alcaldes Jaime Ravinet (en 1992) y Joaquín Lavín, y el empresario Carlos Cardoen (en el 2003) fueron los rostros de promesas que jamás lograron sacar a Violeta de su impresentable indefensión oficial. La falta de reconocimiento en Chile marcó también a Violeta en vida, pero cuesta entender por qué ha afectado también su legado póstumo. Cuando la folclorista compuso “Amigos tengo por cientos”, se refería al viento, el ruiseñor y “las frondosas oscuridades nocturnas”, quizás porque confió en ellos como emblema más seguro de lealtad. Tras años de promesas incumplidas, es desafío grande, ahora, mantener su memoria a la altura de quien supo mirar a Chile en su esencia, y que no merece ya ni una gota más de artificio ni elogios vacíos.

Marisol García
equipo editorial musicapopular.cl