De todos los discos autobiográficos de Magdalena Matthey, Pide un deseo es posiblemente el más íntimo y despojado. La imagen de su cubierta lo dice todo: una mujer que se enfrenta al cáncer como Matthey lo hizo desde 2014. Con un intenso ritmo afroperuano de landó, "Pido un deseo" es la canción que empuja y lleva adelante este repertorio autoral. También es la canción que la conecta con la historia propia, los tiempos cuando su madre la llevaba a las procesiones de la Virgen del Carmen hasta llegar a la Catedral de Santiago. Del mismo modo, "Lloran las Magdalenas" se instala como una reflexión en primera persona acerca del origen de esa misma familia materna en localidades centrinas, que marcaría un rumbo musical para ella. De ahí el vínculo estrecho con los folclores sudamericanos, que vuelve a aparecer en todo este trabajo de cantautoría, aunque desde una fusión moderna que gira alrededor de sonidos nobles, piano (Sebastián Almarza), guitarra acústica (Simón González), contrabajo (Federico Faure), o cajón peruano y batería de jazz (Sergio Tilo González). Matthey interpreta una poderosa versión de "Deja la vida volar" (Víctor Jara) y luego retoma sus crónicas urbanas de temáticas diversas. La prostitución en "Inocencia", el amor sensual en el tango "Sin camelias", la maternidad trunca en "Aurora", la muerte en “Si un angelito se va”, alternando también piezas que toman ritmos de las músicas argentina, brasileña, afrocubana, altiplánica y pampina. —Iñigo Díaz