Jorge Leiva
Jorge Venegas creció en el barrio Patronato, y luego se trasladó a la zona sur de Santiago, lo que hoy es la comuna de El Bosque. Tras salir del colegio, en 1967, tuvo su primer proyecto musical: El grupo rock Los Siluets, que tocó en pequeños escenarios de esos años, hasta que el tiempo, y la llegada de los militares en 1973, cortó esa historia.
Poco después Jorge Venegas regresó a la música. Con sus mismos compañeros rockeros, pero un formato acústico, fundaron el dúo Semilla, donde compuso varias canciones con su compañero Donaldo Silva. “Era un trabajo de monje el que hacíamos” dice para recordar a ese grupo, que en 1981 grabó un cassette con el sello Alerce, Hombre de arcilla, con diez canciones de aire triste y varias referencias a la situación política de esos años. Pero tal como describe el propio Venegas, las canciones estaban teñidas del lenguaje de esos tiempos: “Nada se decía directamente”.
En 1985 la partida de Santiago de Donaldo Silva terminó con la historia de Semilla, y Jorge Venegas continuó en solitario, con su guitarra y armónica, y con varias canciones directamente referidas a la situación política de esos años. En 1986 compuso “Tatiana en el viento”, dedicada a la estudiante de sociología Tatiana Fariña, fallecida por la explosión de una bomba en la Municipalidad de Lo Prado el año anterior. Y en 1987 compuso “El flaco guerrillero”, la historia de un detenido por haber participado en el atentado a Pinochet, y que fue terminada en conjunto con el cantautor Mario Rojas.
Tras participar en varias ediciones colectivas, en 1988 las Juventudes Comunistas le encargaron la producción de un cassette referido a técnicas de combate callejero (la “autodefensa” como se llamaba), en abierta referencia al disco nicaragüense La guitarra armada, grabado por Carlos Mejía Godoy en 1979, con técnicas para manejar armas y explosivos.
Venegas convocó, entonces, a músicos de los circuitos de actos de resistencia contra la dictadura, como Transporte Urbano, Francisco Villa y el grupo Al Sur de la Miseria, y él mismo aportó dos canciones: “El flaco guerrillero” y “Ya están por disparar”. El camotazo, como se llamó ese cassette, tendría una segunda parte, pero el cambio que se produjo en Chile con el plebiscito de 1988 determinó otra cosa. “La idea se fue diluyendo con el tiempo”, dice en el libro El camotazo: un canto en rebelión popular, que publicó el año 2011 con toda esa historia.
En 1989 Jorge Venegas participó del Festival Mundial de la Juventud en Corea del Norte con varios artistas chilenos (entre ellos Óscar Andrade), y a su regreso, tras compilar todas sus canciones en un cassette que titulo El flaco, abandonó la ciudad. Los cambios del país y una enfermedad pulmonar de su hijo lo llevaron a vivir al litoral central, donde ha permanecido por casi 30 años.
Estuvo por una década retirado de la música y dedicado a otros oficios, hasta que el año 2000 regresó de la mano de un proyecto completamente distinto. Tras participar de un trabajo de recuperación de leyendas de la zona, tomó y musicalizó esas historias en el disco Leyenda costera. Ese mismo proceso lo llevó a conocer poetas de la zona, con cuyos textos editó un nuevo trabajo. “Pero son poetas terrenales”, precisa, “no los que están en el Olimpo”.
Con un esporádico regreso a los escenarios, Jorge Venegas editó el año 2014 un disco compilatorio con episodios de toda su historia musical, incluyendo varias canciones de Semilla, como “Ando de niño”, “Maestro de primaveras” o “Los dos gallos” original del español Chicho Sánchez. El nombre del disco fue La mákina matafascistas, que es una canción que compuso a partir de una crónica del poeta andaluz Rafael Calero Palma, en homenaje al cantautor norteamericano Woody Guthrie.
Con ese poeta nacido en 1970, aunque no se conocen personalmente, establecieron una nueva sociedad, que se plasmó el 2017 en el disco Canciones de amor y de combate, donde se combinan lecturas de poemas de Calero Palma, con textos musicalizados por Venegas. La grabación está disponible libremente en internet (como toda su discografía), y sumó otros sonidos, como guitarras eléctricas, saxo y teclados, interpretados por un gran número de invitados. Así, con más de 50 años de carrera musical, no siempre fáciles, el cantautor Jorge Venegas se mantiene en el oficio.