Marisol García
Las baladas “Espejismo”, “Sin razón” y “Entre paréntesis” son sus canciones más conocidas, si bien su obra se repartió en numerosos campos y formatos, dando prueba de una excepcional productividad. Durante los años ochenta, Nino García fue presencia habitual de festivales como el de la OTI y Viña del Mar, así como en estelares televisivos, de los cuales fue progresivamente alejándose a medida que aumentaba tanto su descontento con el medio como su compromiso político contra la dictadura (pocas veces reconocido). Su biografía es un recorrido casi arquetípico por la vida de un creador que nunca se sintió cómodo con los espacios en los que debió ganarse la vida, y cuya tendencia a la depresión se acentuó a partir de las dificultades para trabajar y la falta de reconocimiento por su obra.
Precoz talento
La vocación musical de Nino Enrique García fue parte de una sorprendente tendencia familiar, pues los ocho hermanos García-Núñez terminarían dedicándose a la música. Las condiciones económicas no siempre eran las mejores en esa pequeña casa de Cerro Alegre, en Valparaíso, en la que habían debido acomodarse luego de que el apoyo paterno a Salvador Allende lo dejara sin trabajo ni propiedades luego del Golpe de Estado. El pequeño Nino siguió clases de piano y música clásica, destacando casi de inmediato como intérprete. A los 14 años se integró a la Orquesta Sinfónica de Viña del Mar. Sus pocas nociones semiformales de composición las adquirió del compositor porteño Tomás Lefever y el director orquestal serenense Jorge Peña Hen, pero su disgusto con las convenciones del mundo académico lo alejó rápidamente de esas experiencias de aprendizaje.
En 1975, ya instalado en Santiago, se unió al grupo de cámara Sexteto Hindemith 76 (iniciado como Quinteto Hindemith en la Universidad Católica), adelantado proyecto de composición contemporánea, música latinoamericana y jazz, comandado por Guillermo Rifo y con otros destacados intérpretes de experiencia en el mundo sinfónico. Junto al grupo grabó sus primeras composiciones (los tangos sinfónicos “Cerro Alegre” y “Piazzollada”) y editó dos LP (El cantar de nuestra América, de 1975, e In musica, de 1976). Se encargaron, además —y por sorprendente que parezca—, del primer álbum del programa televisivo Los Bochincheros. Más tarde, y ya sin sus compañeros, García se ocuparía como director de orquesta del segundo LP con canciones de ese famoso programa infantil.
El famoso arreglador y pianista Roberto Inglez, a la sazón director artístico del sello IRT, lo convocó como asistente en 1977. García se ocupó entonces como arreglador y orquestador para cantantes nacionales y extranjeros, incluyendo a Antonio Prieto, Tito Fernández, Frecuencia Mod, Sebastián, Fernando Ubiergo. Descubrió entonces su gusto y facilidad para la canción popular, la cual decidió desarrollar de modo paralelo a su trabajo orquestado. Con apenas 20 años de edad, Nino García era ya un músico de prestigio y un solicitado pianista, que llegó a ser director musical del programa “Vamos a ver” y tuvo otros cupos televisivos en las orquestas de Horacio Saavedra y Juan Azúa.
En 1979 escribió los arreglos completos para la orquesta de Willy Bascuñán que grabó junto a Ginette Acevedo como solista el disco Mujeres de Chile, donde García experimentó en la fusión de la música andina y la canción pop. El dinero llegaba y se iba, pero García había tomado la decisión de no volver más a Valparaíso, incluso si eso le significaba dormir a veces en hospederías y hasta en la azotea de un edificio.
Sus ganas de probarse como cantante lo motivaron a formar el grupo Casablanca, un cuarteto de formato rockero en el que participó también su hermano menor, Francisco Fa García. El grupo grabó dos de los temas más conocidos del músico, “Espejismo” y “Desencuentro”, editados como singles por IRT pero sin álbum correspondiente. El cambio de década era un tiempo muy ocupado para el músico. Su canción “Sin razón” había ganado la competencia local de la OTI, y viajó a Argentina a defenderla a fines de 1980. García se afirmaba ya en su opción como cantante, y desde ahí en adelante casi no aceptó nuevos encargos de trabajo para otros intérpretes. Una de las más vistosas excepciones fue la entrega de “Entre paréntesis” a Gloria Simonetti, una poderosa balada con la que la cantantante ganó la competencia de 1984 del concurso del programa “Martes 13”. Un año más tarde, fue él mismo quien defendió en el Festival de Viña del Mar su tema “Sé que no me perteneces”.
Alejamiento voluntario
En paralelo al mundo de grabaciones y contacto con los más populares intérpretes, Nino comenzó a inquietarse de modo creciente por la situación política y de silenciada represión que entonces vivía el país. En 1987, la herida a bala de la estudiante María Paz Santibañez por parte de un carabinero durante una protesta universitaria lo conmovió de modo especial, por ser ella una pianista, compañera de su hermana en el Conservatorio. Compuso en su homenaje la canción “La Paz y la guerra”, y luego organizó un recital colectivo en su ayuda titulado “Cien horas por la vida”.
Su participación en la competencia local del festival OTI 1988 (con “Cuando estás aquí”, que quedó en tercer lugar) se convirtió en su última aparición pública masiva, en parte por decisión propia. El músico se encontraba incómodo con los encargos que recibía y no lograba ubicar en la atención mayoritaria aquellas piezas de música que le parecían más profundas y desafiantes. Dijo entonces:
«[El festival OTI] Va a ser mi despedida del ambiente artístico al cual le he dedicado diez años de trabajo intenso, pero no he contado con el respaldo que debería haber tenido. Estoy cansado de golpear puertas, pese a mi currículo. Espero que el sacrificio artístico de Nino García sea un llamado de alerta a quienes tienen en sus manos la posibilidad de proyectar a los artistas».
Poco antes, García había trabajado como arreglador del primer disco de De Kiruza.
Su progresivo alejamiento de sus círculos pasados lo fue sumiendo en una compleja rutina, mezcla de depresión y apuros económicos. En algún momento, el canto en las micros junto a su pareja se le presentó como el único modo de supervivencia. Su nombre volvió a los diarios en 1991, cuando la ingesta excesiva de calmantes lo envió a la Posta con claros signos de intento frustrado de suicidio. El músico vivía por entonces en una pequeña pieza que arrendaba junto a su mujer en la población La Victoria.
Altos y bajos emocionales y económicos marcan la biografía de Nino García de ahí en adelante. El dinero ganado con algunos jingles publicitarios le permitió arrendar una casa más amplia en la comuna de Pedro Aguirre Cerda (esa calle lleva hoy su nombre a modo de tributo). En silencio, y sin expectativas de difusión, el músico se mantuvo componiendo obras sinfónicas y de cámara, muchas de las cuales se estrenarían recién tras su muerte, como “Sinfonía democrática” (1993, grabada en 2000 por la Orquesta Sinfónica Juvenil dirigida por Guillermo Rifo y con Romilio Orellana como solista de guitarra), “Larga distancia” (1994), "Rapsodia para cuarteto de cuerdas y orquesta" (1996) y “Gran sonata para violín y piano” (1997).
En noviembre de 1997, García participó de un recital en homenaje a la cantante Cecilia. Fue una de sus últimas presentaciones en vivo. El 2 de febrero de 1998, el músico se había enterado de que no tenía dinero que retirar en la Sociedad del Derecho de Autor, y tomó la decisión de poner fin a sus sucesivas frustraciones con un tiro de pistola sobre la sien.
«Cuando se me pregunta qué pasó, por qué el suicidio de Nino, yo digo: “Por favor, esto no es un suicidio, este es un homicidio, por la insensibilidad, por el dolor, por el abandono"», reflexionó publicamente su pareja de entonces, María Eugenia Zuñiga. Su hermano Fa lo recordó como «un ángel, demasiado sensible y adelantado para este país. Nino vivía comprimido sin poder expandirse como músico. Y ahí de un día para otro hizo una autorrevolución y dijo ya no. No transó nunca más, y eso le costó la vida».
Saludos de casi toda la comunidad musical acompañaron su funeral en la Parroquia Nuestra Señora de La Victoria. En un comunicado público, la Orquesta Sinfónica de Chile envió sus condolencias a la familia llamando a reflexionar al gremio musical sobre «la soledad en la que dejamos a nuestros genios. El compositor que se relacionó con el cuerpo estable de la Orquesta Sinfónica de Chile a través de sus composiciones para el Ensamble Bartok, será recordado como una de las personalidades más destacadas de la música nacional».
Registros póstumos
Muchas dificultades impidieron dejar registro de la obra de Nino García en vida. Tras su fallecimiento, diversas iniciativas han intentado mantener vivo su aporte y talento, incluyendo diversos recitales en tributo y la interpretación de obras suyas, como la misma “Sinfonía democrática”, que había quedado silenciada por tres décadas y que llegó al disco de vinilo por Aula Records en 2022, a cargo de músicos de la Orquesta Clásica Usach. O también la recuperación y puesta en valor de partituras camerísticas tardías suyas, que fueron editadas en el álbum Del legado de Nino García (2024), también perteneciente al catálogo de Aula Records. En tanto, el músico chileno Javier Farías compuso en su memoria la obra “Elegía”, mostrada en Londres por el guitarrista (y cuñado de García) Romilio Orellana.
En el año 1999 y gracias a un Fondart, su viuda coordinó la edición del CD Aproximación a la música de Nino García, con varias obras suyas antes inéditas. Musiklehre fue un disco homenaje editado más tarde en su memoria, con temas suyos grabados por gente como La Rue Morgue, Pedro Foncea y La Bicicleta, además de un tema de su hermano Fa. Músicos conocedores del truncado talento de un autor excepcional. Hasta ahora, la biografía Sin razón, de Alejandro Cuevas, es la más detallada investigación sobre el creador, con detalles de su prolífico trabajo y también de sus vicisitudes personales.