Iñigo Díaz / Rodrigo Alarcón
Nacida en la comunidad rural Manuel Chavarría de la comuna de Lautaro, en la región de La Araucanía, Avendaño Curaqueo recogió los saberes del pueblo mapuche desde su propio linaje. De esta manera ella se encaminó al mundo del ül, los cantos de carácter improvisado que comenzó a practicar en las ceremonias de su comunidad, siendo niña, alrededor de 1965. Ese cantar en la transmisión de relatos y mensajes de vida cotidiana y de cosmovisión del universo mapuche le fue traspasada de manera oral por su madre. Pero ya para ese tiempo se encontraba en contacto directo con el mundo de la medicina ancestral, que más adelante conocería en sus recorridos junto a machis durante más de diez años.
Durante la dictadura, Avendaño Curaqueo inició una labor de activismo integrando diversas organizaciones sociales. Llegó a ser dirigente de una de ellas en su territorio. Con la restitución de la democracia, esos grupos se disgregaron y fue entonces cuando decidió retomar su vínculo con el canto y la música mapuche, impulsada, en sus palabras, por la madre tierra y a la inspiración divina del Chao Nguennechen. "El vlkatun o tayvl, son sonidos musicales que fueron parte de los pueblos indígenas como medio de comunicación entre personas, la naturaleza y los dioses. La música es observar el universo o espacio donde nos encontramos situados. Con la música podemos controlar el equilibrio de la alegría y el dolor, ya que podemos sentir en el cuerpo el pálpito del corazón, podemos alimentar el alma y el espíritu. Recrear la música, el sonido, es dar vida. Es por lo que el pueblo mapuche la incorpora en la sanación, en los deportes, en las ceremonias religiosas, como celebración la fiesta mapuche o la despedida de un ser querido. La música mapuche es un todo", ha dicho ella.
A partir de 1987, y por tres décadas, fue invitada a presentarse en países de América y Europa para participar en muestras y encuentros relativos a la cultura mapuche. De esa época es también el Premio Nacional "Santos Chávez" a la Trayectoria Artística de la Mujer Indígena, que recibió en 2008. Para entonces su conocimiento de distintos saberes, el canto, la música, las danzas territoriales, la vestimenta, la orfebrería y la medicina tradicional, ya habían sido sistematizadas en su estudio, de modo que Elisa Avendaño Curaqueo se encontraba así en el campo de la educación. Realizó clases y cursos en liceos, colegios, universidades, centros educativos, instituciones públicas y privadas, cárceles y diversas comunidades para transmitir el kimün, ese "conocimiento", en otra traducción aproximada desde su lengua madre.
Cantos, discos, libros, obras escénicas
Y su versatilidad sobrepasó la figura musical de la ülkantufe (cantora). Elisa Avendaño Curaqueo fue también püñeñelchefe (partera), gütamchefe (componedora de huesos) y lawentuchefe (sanadora). En ese primer período publicó tres discos con sus cantos, observando distintos bordes de la vida del pueblo mapuche: Wilipag. Música del pueblo mapuche (2000) fue el primero de ellos, con los que logró registrar fonográficamente una música que tenía una dimensión eminentemente oral. Se trataba de cantos narrativos sobre la historia real de un joven mapuche asesinado, que ella no solo vio de niña con sus propios ojos, sino que tomó como un símbolo para la representación de una matanza de siglos.
Luego vinieron los álbumes Wenuntutu aiñ tañi mapuce kimwn (2005), con cantos dedicados a la infancia, y Kalfuray ñi lawen (2006), con una mirada orientada a la sanación y la medicina tradicional mapuche. Junto con ello, Elisa Avendaño Curaqueo publicó el libro Aukinkoi ñi vlkantun (2010), producto de una investigación patrocinada por el Consejo de Cultura y las Artes de la época, donde recogía un análisis sobre el uso los instrumentos y música mapuche. Otro libro suyo es Mapuche zomo nu ad newen, investigación desde otro ámbito. La traducción sería "La mujer crea la fuerza con su propia vestimenta", y allí Avendaño Curaqueo abordaba las significancias de la vestimenta y joyería de la mujer mapuche.
Entre otras participaciones suyas destacan proyectos como el Encuentro Nacional de Música Indígena "Los sonidos del Origen", y la participación que ha tenido en Santiago a Mil, trabajando con el coreógrafo samoano Lemi Poniofasio en la obra Amor a la muerte (2020), que unió escénicamente a la bailaora flamenco Natalia García Huidobro y Elisa Avendaño desde ese mundo mapuche. Esta experiencia estuvo vinculada con los trabajos que ella realizó con indígenas de Nueva Zelandia durante un período prolongado.
En 2022, cuando ella vivía en la comunidad rural Paillanao, en Padre Las Casas, y patrocinada por el sello discográfico Frontera Sur, recibió el Premio Nacional de Artes Musicales. El jurado determinó que ella era "una de las voces más destacadas y activas de la música mapuche, que mantiene viva su tradición musical y es clave en la transmisión del mapuche kimün, así como en la cosmovisión de este pueblo". De este modo, se convirtió en la quinta mujer y la primera persona perteneciente a un pueblo originario que se adjudica el galardón.
Actualizado el 14 de septiembre de 2022