Iñigo Díaz
A los quince años Restucci tenía una guitarra eléctrica. Escuchaba a Hendrix y acompañaba al cantautor brasileño Manduka en conciertos junto a músicos de Los Jaivas. También grabó la canción "Canto al trabajo voluntario" con Osvaldo Gitano Rodríguez utilizando un perfecto wah-wah. Pero fue en 1975, mientras vivía en Perú, que abordó sus primeros ejercicios sobre ritmos folclóricos en su nueva guitarra criolla: huaynos, huaylas y música cuzqueña. Era un Restucci que aún no llegaba a la mayoría de edad y que iniciaba su catálogo de composiciones a la manera popular: sin pentagrama. Sólo sobre diapasón y la vieja caja de resonancia.
Hebras y cuerdas: hilando fino
Entre 1976 y 1986 se convirtió en luthier. Construyó instrumentos del viejo uso: charango, rabel, salterio. Durante esos diez años sólo hizo una mandolina, pero eso bastó para marcar su propia historia. A partir de entonces se convertiría en el máximo cultor del instrumento después de los últimos mandolinistas de las estudiantinas. Y mientras pertenecía a los grupos de fusión latinoamericana El Arca y Palisandro, en 1983 se unió al trío La Hebra. Era dirigido por el guitarrista Alejandro Escobar (también del grupo jazz-rock Quilín), junto a un segundo guitarrista, Cristián Reyes, y al flautista Juan Carlos Neumann (del grupo jazz-rock Bandhada).
Ahí fue cuando Restucci profundizó en el uso, técnica y expresividades de la mandolina, componiendo obras populares de cámara y sumergiéndose en el chorinho brasileño, pero a la manera de Hermeto Pascoal. La Hebra compartía estas motivaciones de avanzada con un naciente grupo Fulano, sumaba más repertorio de fusión de Egberto Gismonti, Airto Moreira o Chick Corea, y también composiciones de Restucci para cuerdas y vientos: "Hilando fino", "Recursos naturales" y "Atravesando mares". Las más recordadas melodías eran de Restucci y su mandolina.
Tras una estadía en Madrid donde se introdujo en los tablaos, acompañó a maestros del flamenco fusión o el flamenco-jazz como El Cigala, El Bola, El Vejín, Jorge Pardo o el bailaor Antonio Canales. Fichó para el sello Alerce y grabó música de la desaparecida Hebra, en su primer disco: Hilando fino (1992, junto al bajista Pablo Lecaros, el saxofonista Marcos Aldana o el percusionista Alejandro Reid).
Poco después llegaba el segundo título, Plaza del ángel (1995, con el bajista Marcelo Aedo) e iniciaba nuevas colaboraciones: un cuarteto con viola, cello y dos guitarras, un dueto de mandolina y "percutería" (batería a base de tambores y accesorios) junto a Juan Coderch, y ensambles de guitarras acústicas con dos de sus "discípulos indirectos": Emilio García y Juan Antonio Sánchez.
A esa altura, Restucci era un músico transversal. Estudiaba la mandolina mediterránea, céltica y bluegrass. Tocaba música acústica instrumental con Felipe Martínez, jazz fusión con Enrique Luna, acompañaba a Joe Vasconcellos (Verde cerca, 1992), Los Tres (Unplugged MTV, 1995), escribía canciones para Francesca Ancarola (Que el canto tiene sentido, 1999; Pasaje de ida y vuelta, 2001; Jardines humanos, 2003) y Claudia Acuña (Luna, 2004), lanzaba sus siguientes álbumes solista Vetas (1996), Cenizas en el mar (1999), Bosque nativo (2000), Crisol (2005) o Ancestros (2008), y terminaba de convertirse en modelo para músicos de cuerdas y fusión que reconocieron su influencia directa: Juan Antonio Sánchez, Ángel Parra, Emilio García, Marcelo Córdova (quien escribió la composición "Restucciana") y Christian Gálvez.
Restucciana: instrumentales, canciones y partituras
A lo largo de la década de 2010, Restucci mantuvo su presencia en diversos frentes, como solista, integrante de ensambles y líder de cuartetos de jazz fusión latinoamericana como el que en 2013 tocó junto al flautista español Jorge Pardo, un colaborador clave de Paco de Lucía por largos años. Ese mismo año, Restucci estrenó en varios conciertos del circuito de salas y festivales de jazz el disco Sagaré Trío (2012), un proyecto de cuerdas acústicas junto a antiguos socios musicales, los citados guitarristas Juan Antonio Sánchez y Emilio García.
Una siguiente serie de trabajos y publicaciones se consolidó con la tripleta de álbumes de Restucci, todos de distinto enfoque. Precursor de las aguas (2014) consideraba piezas instrumentales y canciones con ritmos sudamericanos, en el patrón del 6/8 de las tonadas, zambas o chacareras, y donde participaron Francesca Ancarola y Esperanza Restucci. Ambar (2014) recuperada el lado flamenco de Restucci, con piezas como "Jañí" o "Siró" y un grupo de fusión junto a Felipe Candia (percusión), Marcelo Córdova (bajo) y Claudio Villanueva (guitarra flamenca) y músicos españoles, como el propio Jorge Pardo y o la cantaora Alba Carmona. Saí (2015), en tanto, se grabó en Barcelona con músicos de España, Eslovaquia, India, Guinea-Bisáu y Chile, como ejemplo de lo que se entiende como world music.
En 2020, el músico Rodrigo Santa María, otro de quienes fue influenciado directamente por Restucci, editó Antonio Restucci songbook, el primer libro de partituras restuccianas, como otra instancia de divulgación de uno de los nombres más importantes en la música mestiza contemporánea.