El barrio más simbólico de la revuelta iniciada el 18 de octubre de 2019 también se llenó de sonidos. Los conciertos improvisados de músicos como Ana Tijoux, Sol y Lluvia y Los Bunkers son la cara más conocida de una actividad constante, espontánea y anónima.
Cuando Los Bunkers aparecieron sobre un camión atravesado en plena avenida Providencia, en la tarde del viernes 13 de diciembre de 2019, acabaron con cinco años de receso y marcaron el más mediático de los episodios musicales que la zona vivió en pocos meses. Fueron solo nueve canciones, interpretadas en poco más de 40 minutos, ante calles y veredas copadas y en el mismo escenario que ese día sostuvo a Inti-Illimani y el Conjunto Folklórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Quizás fue el más notorio, pero estuvo lejos de ser el único. Por esos días, la música se multiplicó en los alrededores de la plaza que formalmente se llama Baquedano, popularmente se conoce como Italia y que desde octubre fue rebautizada como Plaza Dignidad.
Semanas antes, el viernes 25 de octubre, Sol y Lluvia subió también al improvisado escenario de un camión. Fue en Vicuña Mackenna, unos metros hacia el sur de la Alameda, comandados por el actual diputado Amaro Labra y hundidos en un mar de gente como nunca antes se vio en ese lugar: más de un millón de personas que desbordaron la plaza y el centro de Santiago, como sucedía a la misma hora en otras ciudades. “Adiós carnaval, adiós Sebastián” se escuchó en esas cuadras, mientras “El derecho de vivir en paz” y “El baile de los que sobran” sonaban hacia el poniente, propulsadas por una infinidad de guitarras convocadas ante la Biblioteca Nacional. Al mismo tiempo, pero al oriente y a la altura de calle Seminario, otro contingente de músicos hizo lo suyo: Ismael Oddó, Camilo Salinas, Pablo Ilabaca, Cuti Aste y Martín Benavides, entre otros, caminaron y cantaron, perdidos entre el sonido de la muchedumbre.
Camiones, calles y también balcones y ventanas sirvieron como escenarios en esa zona de Santiago, entre los últimos días de 2019 y los primeros meses de 2020. Nano Stern y Roberto Márquez de Illapu estuvieron al mediodía del 28 de octubre junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile, afuera de la sala que habitualmente ocupa la agrupación: el Teatro Universidad de Chile. Los dos se reencontraron el pasado 6 de marzo en el departamento que acogió a Radio Plaza Dignidad, para cantar ante una multitud que luego del verano volvía a reunirse en la Alameda, antes que las distancias físicas y sociales se transformaran en un imperativo.
Ana Tijoux había hablado y cantado desde la misma posición, mientras la represión policial se activaba pocos metros más abajo. Fue en la tarde del 2 de enero, pero la misma cantante y MC había ofrecido otro concierto antes y en condiciones mucho mejores: en plena noche de Año Nuevo, desde el balcón de los Edificios Turri, junto a su banda y ante miles de personas que ahí celebraron con fuegos artificiales y música.
Porque más que la actividad de músicos profesionales, con alcance masivo o décadas de trayectoria, lo que dominó Plaza Baquedano, Italia o Dignidad fue la música esparcida desde el anonimato. Como huella y propagación de la protesta, versos de canciones se citaron en murallas, lienzos, banderas, monumentos, paraderos, pancartas o poleras, pero sobre todo se pudieron escuchar. Bandas de bronces, murgas, comparsas, guitarristas solitarios, chinchineros, ensambles experimentales, cantantes desconocidos, percusionistas de ocasión. Un sinfín de músicos sin fama pero con calle estuvieron ahí, desde el mismo viernes 18 de octubre y durante los meses que vinieron después. Entre los disparos, piedrazos, barricadas y cacerolazos, entre la euforia y el horror, siempre hubo ritmos y melodías sostenidas por cientos o miles o cientos de miles de personas. Música popular.
Rodrigo Alarcón L.
A la plaza