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El folclorista Osvaldo Cádiz los define del siguiente modo:

Su sonido inconfundible es rezo, devoción, es el bullir de las venas del que danza cumpliendo un compromiso. Sus fundadores y creadores fueron y son sujetos, células activas de las atmósferas sonoras. Vivieron, viven el rezar, y tocando sus melodías hacen que sus creaciones sean vidas identitarias que traspasan el tiempo y que permanecerán por siempre en cada hijo del desierto.

Todos los integrantes fundadores de Wiracocha tenían ya oficio en la música, pero puede fijarse su asociación formal en Iquique, en 1982, cuando surge la posibilidad de trabajar como banda estable de un local nocturno llamado El Bodegón. La dirección artística queda a cargo de Guillermo Contreras Marín, quien recluta a ex integrantes de los conjuntos Banda Santa Cecilia y Bronces Andinos. Su repertorio inicial estaba formado por cumbias y taquiraris, además de ciertas melodías de la Fiesta de La Tirana. La banda cambió de circuito y fue integrando a más músicos durante los años '80 (la dirección musical pasó al hijo de Contreras, Memo), y además consiguió grabar varios cassettes en los estudios Carrero, de Iquique. Su repertorio fue enriqueciéndose con composiciones propias. Así las describe Memo Contreras en el citado libro de Ricardo Álvarez: «El folclor no siempre tiene que ser lo mismo […]; ahí empecé a escribir temas un poquito diferentes, empezamos a hacer algunas disonancias, y empecé a meter cosas que yo pensaba podían funcionar como secciones con más compases».