Andrés Pérez utiliza el doble cuarteto como mirada orquestal. En un frente ubica al cuarteto de jazz que encabeza desde los saxofones tenor y soprano, con Sebastián Castro (piano), Milton Russell (contrabajo) y Félix Lecaros (batería), mientras que en el otro aparece el cuarteto de cuerdas clásico con Monserrat Prieto y Annemarie Orth (violines), Daluz Sepúlveda (viola) y Lucie Stumpfova (chelo). Con un fuerte carácter cinematográfico, muy cerca del sentido impresionista, toda la obra está construida como una trama sonora y narrativa, donde las cuerdas son mucho más que la sola generación de textura y color. Ellas constrastan aquí con los sonidos jazzísticos y su lenguaje de ritmo e improvisación, marcando un protagonismo en la transformación de la música. En la mayoría de sus pasajes se trata de un jazz eminentemente camerístico ("Desfragmentados", "Abrazo partido", "Viaje eterno hacia tu mirada") y de atmósferas incluso tangueras ("Sendero de ideas") con los arreglos para cuerdas escritos por Carl Hammond, salvo por la arremetida bop de "Pertenencia". Muchas de estas partituras están inspiradas en pinturas de Mario Carreño ("La granada", "Pareja en el desierto"), mientras que "Sueño pendiente" se conecta con la monocromática azul de Senaquerib Astudillo que aparece en la carátula del disco. La idea de esa fragilidad indestructible responde a las reflexiones de Pérez respecto de los tiempos hostiles que vivía entonces la sociedad chilena, y la fuerza y la resistencia para enfrentarlos. —Iñigo Díaz