Vinilo chileno. 363 carátulas
Reseña:
Tres periodistas y una diseñadora salieron a la caza de antiguos vinilos chilenos con tapas dignas de volver a ser vistas, aunque la mayoría sean hoy patrimonio exclusivo de coleccionistas. Las ordenaron aquí limpiamente, a página completa (de 19,5 x 19,5 cms.) y al hacerlo cubren cinco décadas de producción discográfica local. La carátula más antigua —al menos con data segura— es la de Viva Chile!, un LP de 1953 a cargo del Orfeón de Carabineros; y las más recientes, dos de 1997: Fiesta!, de Fiskales Ad-Hok, y Fome, de Los Tres. No son las carátulas más bonitas ni las más simbólicas, ni siquiera las que acompañaron las canciones más importantes de sus respectivos intérpretes. «El orden y la selección de las carátulas es arbitrario y caprichoso», aclara en el prólogo la diseñadora Piedad Rivadeneira, una de las cuatro responsables del trabajo. De entre los otros tres textos al inicio destaca el del periodista David Ponce con el detalle del avance de la industria del registro musical en Chile, desde los primeros cilindros de cera comercializados por el inmigrante Efraín Band, en la segunda década del siglo XX, hasta la resurrección del vinilo pasado el 2000. Página por página se ordenan aquí ilustraciones cursis para discos de boleros, retratos de estudio para divas deseables, ropas ridículas para bandas pop, los grabados inmortales del canto comprometido, e ingenuas apuestas de iconografía erótica. El recorrido habla de una industria diversa y propositiva, aliada a intérpretes más atrevidos y sofisticados de lo que se les suele reconocer. «Disco es cultura» se imprimió alguna vez en los sobres de los elepés chilenos, y este libro lo demuestra sin necesidad de que suena ni una nota.