Eduardo Guzmán (1940-2012)
La partida de un grande. Memorias de MusicaPopular.cl sobre el legado de Quelentaro.
viernes 17 de julio de 2015
En 2007 MusicaPopular.cl y el sello grabador EMI presentaron la serie de discos Colección Bicentenario, catálogo de quince reediciones en CD con títulos históricos de la música popular chilena. Dos de esos trabajos fueron Coplas al viento (1967) y Lonconao (1982), de Quelentaro.
En recuerdo de Eduardo Guzmán, el integrante del
dúo que murió el 30 de abril, reproducimos aquí la reseña preparada
por Marisol García, periodista y coeditora de nuestro sitio, para esa reedición.
Etapas, formaciones y contextos muy diferentes sostuvieron a Coplas al viento y a Lonconao, dos de los discos más significativos en la carrera de Quelentaro. Coplas al viento,
su debut, es el registro de todo un conjunto, cuando Quelentaro no era
sólo la expresión de los hermanos Eduardo y Gastón Guzmán, sino también
el vehículo de trabajo folclórico para Valericio Lepe, Eladio López y
Arinaldo Álvarez. El grupo se presentaba, en rigor, como Voces del
Quelentaro y luego Conjunto Quelentaro, y ya llamaba la atención su
prematura firmeza: convencidos de que la música debía hablar por ellos,
el conjunto no quiso incluir foto alguna en la carátula.
Pocas agrupaciones habían llevado a la práctica
hasta entonces el hoy familiar concepto de autogestión. Frustrada una
primera tentativa de edición con Odeon, el grupo financió un primer
single gracias a un préstamo de Endesa, la compañía hidroeléctrica en la
que entonces se empleaban los hermanos Guzmán. La buena recepción para
“El letrado”, composición de su temprana juventud, hizo a la
multinacional repensar su decisión y, en 1966, apoyar la grabación de
todo un LP. Coplas al viento
incluyó canciones férreamente definidas por la raíz
folclórica latinoamericana y el comentario social, los dos perennes
puntos cardinales de la brújula de Quelentaro hasta hoy. Poco antes,
Violeta Parra había distinguido ese impulso invitándolos a grabar en su disco Carpa de La Reina.
Así, dos composiciones de Eladio López
(“Soy de barro” y “Alma en pena”) y cuatro de los hermanos Guzmán
(“Coplas al viento“, “Oración del minero”, “Camino en guando” y la
citada “El letrado”) compartieron espacio con títulos tradicionales,
como “Mi Juana” y “Junto al estero”. Se evidenciaba ya la influencia de
los argentinos Atahualpa Yupanqui y Armando Tejeda Gómez, pero, por
sobre cualquier deuda, la extensa composición “Coplas al viento” instaló
a los hermanos Guzmán en la plataforma que los distinguiría en los años
por venir: la copla, o ese “cantar hablado” que asume la esencia
poética de una canción con ancla en el sentir de su tiempo; en este
caso, a través de la voz de un peón desesperado por su pobreza, y que es
el primero de varios desolados retratos del orden social que Quelentaro
no alienta ni poetiza, pero sí constata: «Mi grito canta en silencio /
penitas que lleva el viento / Lazo duro mis recuerdos / los desenrollo
en mi canto en estas coplas al viento».
Cinco años antes de que Víctor Jara
reformulara el Padrenuestro cristiano en “Plegaria a un labrador”,
Quelentaro registra la oración de un trabajador del carbón que visualiza
su muerte «en los socavones, / linda tumba pa’ un minero». La canción
es parte de un afán que rebrotará varias veces en la discografía del
grupo, cual es el de registrar la lucha cotidiana de los oficios del
trabajador chileno. Chile se ocupaba en esa época con el bien pulido
neofolclore, y estos versos de marginalidad, desigualdad y amargura
contrastaban con el entorno armonizado que eligen difundir las radios.
Desde el diario Clarín, Agustín Cucho Fernández advertía que a Coplas al viento
«hay que tomarlo de a poco, porque deja un rictus amargo». En el texto
de carátula, el productor Rubén Nouzeilles amplía ese resguardo a través
de una definición imbatible por modas: «Quelentaro ha asumido un
compromiso propio de aquellos que comprenden el sentido profundo de la
misión que se han fijado en la vida: comunicar la experiencia del
sentimiento a través de la música que realmente se siente y que es
válida para todos los seres auténticos […]. Llegarán muy lejos, no por
lo que ellos ambicionen, sino porque es mucho y muy importante lo que
tienen que decir».
La última profecía se cumplió con creces en
lo geográfico, pero también en el arraigo espiritual de un sector del
país que encontró en Quelentaro el espejo de una misma preocupación por
la suerte de sus compatriotas. El Golpe de Estado de 1973 separó por
primera vez a los hermanos Guzmán, quienes lograron mantener vivo al dúo
incluso con Eduardo exiliado en Canadá. El silenciamento del período
dictatorial dificultó su trabajo interno, pero motivó giras
internacionales que ampliaron la temática y arreglos de sus canciones.
Publicado en 1982, Lonconao es
el álbum más difundido y representativo de aquella época, un trabajo en
el que por primera vez en su discografía se escuchan instrumentos como
la flauta dulce y el charango, además de una profusa percusión. El tema
que da título al disco se plantea como un homenaje a un lonco mapuche
desplazado de su tierra y despojado de su autoridad, y se inspiró en un
personaje real presente en la infancia de los hermanos Guzmán, en Angol.
El mismo germen de denuncia anima la nostalgia campesina de “Tristura” o
“Del cerezo”. El disco incluye, además, uno de sus temas más conocidos,
“¿Qué pasó con el sol?”, construido en torno a una frase del español
Gómez de la Serna y de elocuentes referencias al arrebato de la muerte.
La unión de estos dos discos, separados ambos por dieciséis años y a más
de dos décadas de esta reedición —que ha cuidado de preservar el
repertorio y carátulas originales—, comprueba que en Quelentaro el
sentir compasivo por el dolor de sus semejantes no ha sido una
preocupación pasajera ni atada a una sensibilidad ideológica o de
contexto, sino la esencia de una perspectiva de inserción en el mundo.
Sus coplas podrán ser incómodas o no recomendables a optimistas
compulsivos. Pero ha sido la vida misma la que las ha puesto en sus
canciones.
Foto: nuestrocanto.net.