Mientras caminamos por San Miguel
Recordábamos San Miguel por Tumulto, Los Prisioneros o Gepe. Hasta ahora.
viernes 17 de julio de 2015
La casa queda en la calle Ureta Cox. Ahí hubo un concierto el domingo pasado. "En los nunca olvidados Estudios Capitán", dice todavía el aviso repartido por e-mail: los Estudios Capitán, una casa de barrio por la que hace unos cinco años pasaron varios de los grupos del circuito autogestionado santiaguino. Esta vez tocaba Familea Miranda, en una de las actuaciones que el trío está dando por primera vez de vuelta en la capital desde que en 2006 se cambiaron a vivir a Barcelona. De todas las fechas era la más familiar. Literalmente: en el público eran casi todos amigos de los músicos, como era domingo a la cinco de la tarde muchos estaban con sus hijos chicos, la entrada costaba mil quinientos pesos, ni siquiera había un micrófono, pero afuera sí había mucho sol y era un buen día.
Era también justo el día en que hubo paro de los trabajadores del Metro, así que la única opción era Transantiago, pero para llegar a los Estudios Capitán lo habitual es tomar el Metro, línea dos, bajarse en la estación Lo Vial, paradero 10 de la Gran Avenida, entrar por Ureta Cox y caminar tres o cuatro cuadras hacia el poniente hasta llegar a la casa. Es decir una casa en plena comuna de San Miguel. En una de esas tres o cuatro cuadras, a la izquierda desde la vereda, a cierta distancia más allá de unas multicanchas, se ve la parte trasera de un edificio. Están pintadas de blanco y celeste sus paredes sucias, son cinco bloques de concreto, casi no tiene ventanas y de las pocas que hay cuelgan toallas y frazadas descoloridas, tiene alambres de púas en el techo. Es una cárcel. La Cárcel de San Miguel. Es imposible no mirarlo al menos durante esa cuadra completa si uno camina por Ureta Cox.
Es imposible no acordarse ahora, cuando setenta y dos horas después las noticias han anunciado durante todo este miércoles 8 de diciembre de 2010 que a raíz de un incendio en el Centro de Detención Preventiva de San Miguel han muerto ochenta y un presos encerrados ahí, quemados vivos enrejados en esas galerías. Todavía dura el shock de la noticia; ya vendrán las estadísticas, el alto promedio mundial que ostenta Chile en niveles de población penal, el negocio terrorista con que han hecho creer a la población que su principal problema es la delincuencia cuando al mismo tiempo Chile es uno de los países con menor tasa de delitos de la región, la cantinela de la puerta giratoria en lugar de la crítica a las reales causas sociales de la delincuencia en la desigualdad y la falta de oportunidades, un nuevo número para los resúmenes de fin de Bicentenario al lado de los 33 mineros rescatados y los 34 mapuches en huelga. Los 81 prisioneros muertos en San Miguel.
Este es un sitio sobre música. Ok: uno de los prisioneros muertos, al azar, tenía veintidós años, iba a salir libre en enero y estaba ahí por vender cedés piratas. "Mientras caminamos por San Miguel", canta Jorge González, un hijo ilustre de estas mismas calles tranquilas de clase media de la comuna, en "Cuéntame una historia original", un título demasiado apropiado para la historia del hacinamiento carcelario chileno. El grupo se llama Los Prisioneros por lo demás. Tal como Tumulto en los '70 o Gepe y los músicos de Jacobino Discos en los últimos años también salieron de estos barrios. Y recién el domingo pasado hubo un concierto a dos cuadras de la Cárcel de San Miguel. Fue un día bonito y soleado si uno estaba afuera, en Ureta Cox. Fue el último domingo de sus vidas para ochenta y un prisioneros ahí adentro, a un par de cuadras. Imposible pensar en otra cosa a esta hora.