Primer chispazo de la electrónica Sala Antonio Varas Primer chispazo de la electrónica

Pudo ser un cine y se convirtió en un espacio histórico para el teatro chileno, pero también acogió un hito musical: ahí se estrenó Variaciones espectrales, la primera obra de música electrónica creada en Chile, creada por el ingeniero y compositor José Vicente Asuar. 

En 1959, la música chilena estaba disparada en múltiples direcciones. Lucho Gatica y Antonio Prieto eran ídolos en Latinoamérica, mientras Silvia Infantas y Los Baqueanos cerraban una gira por cinco países del continente. La Orquesta Huambaly tocaba en Europa y Violeta Parra había regresado hace un par de años desde París para grabar la invaluable serie El folklore de Chile. Un adolescente nacido en Viena se hacía llamar Peter Rock, asomaba como un Elvis Presley local y estaba por sembrar el germen del rocanrol y la Nueva Ola.

Todo eso ocurría prácticamente al mismo tiempo que un grupo de músicos jóvenes, estudiosos pero aventureros, se internaban en territorios musicales desconocidos para la gran mayoría de las personas. Uno de ellos se llamaba José Vicente Asuar Puigrrós, tenía 26 años y seguía estudios de composición en paralelo a la carrera de Ingeniería Civil en la Universidad Católica.

Y ese año 1959, mientras ocurría todo aquello, se convirtió en el autor de la primera pieza de música electrónica hecha en Chile: Variaciones espectrales.

En el Cine Persa

El edificio del Banco del Estado de Chile comenzó a levantarse a fines de los ‘40 en la Alameda, entre Bandera y Morandé. Todavía es parte del paisaje, en pleno centro de Santiago: hacia el poniente están el Palacio de La Moneda y la actual Plaza de la Ciudadanía; al oriente, el Club de la Unión. Fue abierto en 1953 y diseñado por el arquitecto Héctor Mardones Restat, que entre sus salones, oficinas y galerías, reservó un espacio para un auditorio de 460 butacas, repartidas en plateas altas y bajas.

Una imagen de la Sala Antonio Varas en noviembre de 1955. La foto aparece en un ejemplar de Revista Ercilla, conservado en el Archivo Digital Isidora Aguirre de la Usach.

Inicialmente, ese rincón iba a ser arrendado a las activas compañías cinematográficas de la época y se llamaría Gran Cine Persa. Por eso, en su acceso principal permanece hasta hoy un mural con motivos orientales, que fue creado por una dupla: el artista y arquitecto Ernesto Barreda y el pintor y escultor Luis Meléndez Ortiz, cuyo trabajo se puede ver también en lugares como el ex Hotel Carrera y el “Edificio de los Elefantes”, en la esquina de las calles Namur y Estados Unidos.

Sin embargo, acabó convirtiéndose en un espacio esencial para el teatro chileno. Fue gracias a Pedro de la Barra, uno de los fundadores del precursor Teatro Experimental de la Universidad de Chile, quien se reunió personalmente con el presidente Carlos Ibáñez del Campo para que el banco les arrendara la sala en el entonces moderno edificio. Y lo logró: “La decisión gubernamental fue asumida como un éxito por la intelectualidad de la época, porque le ganaba una batalla al temible cine y despejaba la posibilidad -también alarmante para ella- de que se destinara a los espectáculos frívolos”, dice la Historia del teatro en Chile (1941 - 1990) de Juan Andrés Piña. “En todo caso, el nombre del teatro sería Antonio Varas, como se mantiene hasta hoy. Fue un homenaje por ser el fundador de la Caja Nacional de Ahorros, antecedente del Banco del Estado, que sigue siendo su propietario. Allí radica la razón por la cual nunca se le haya cambiado su denominación original”.

El Teatro Experimental inauguró su sala a fines de 1954 y en los años siguientes el lugar acogió otros eventos. Así fue como, ya en 1959, el Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile lo usó para su temporada de música de cámara. El 22 de junio, en el cuarto concierto del ciclo, se tocaron obras de Wolfgang Amadeus Mozart, Gabriel Fauré y William Piston, a cargo de intérpretes como Clara Oyuela, Federico Heinlein y el Cuarteto Chile, pero también apareció una música hasta entonces desconocida: los doce minutos y 57 segundos de las Variaciones espectrales de José Vicente Asuar.

José Vicente Asuar en el Laboratorio de Música Electrónica de Karlsruhe, Alemania. Foto publicada en 1963 en la Revista Musical Chilena.

“La importancia que significa en las actividades de nuestro país la primera audición de una obra de música electrónica nos obliga a dedicar todo nuestro comentario a dicha composición”, advirtió entonces el diario La Segunda, que incluyó una completa reseña firmada por Juan Mesquida.

Ahí, en la Sala Antonio Varas, por primera vez se había escuchado música electrónica hecha en Chile.

Doce minutos

En realidad, ese concierto de junio de 1959 fue la culminación de un proceso que José Vicente Asuar había iniciado años atrás. Deslumbrado por las visitas del compositor francés Pierre Boulez y el científico y músico Werner Meyer-Eppler, se había volcado hacia el incipiente mundo de la música creada con dispositivos electrónicos. En su cabeza convivían la influencia de músicos como Fré Focke y Esteban Eitler, el aliento de su compañero Miguel Aguilar y lo que al mismo tiempo hacían y conversaban colegas suyos como Fernando García, Leni Alexander, Juan Amenábar y León Schidlowsky.

Así, en 1957 presentó un proyecto singular para titularse como ingeniero: quería construir los instrumentos necesarios para formar un estudio de música electrónica. Durante el año siguiente estudió y trabajó de forma autodidacta, hasta que cumplió su objetivo: “En 1959 el estudio ya estaba instalado. Aprovechando el receso de las actividades del Instituto de Extensión Musical durante el mes de febrero, conseguí que su director, el señor Juan Orrego Salas, me facilitara cuatro magnetófonos con los que pude hacer mi primera obra de música electrónica: Variaciones espectrales”, recordó más tarde.

Luego de su estreno, la pieza se escuchó en otras ocasiones. Incluso en 1964 el Ballet de Arte Moderno la utilizó como base para Germinal, una obra que se estrenó en el Teatro Municipal de Santiago.

José Vicente Asuar hizo su propio camino: viajó a Alemania para perfeccionarse, transitó por diversos países, construyó el primer computador para hacer música de Chile (el Comdasuar), fundó la carrera de Tecnología en Sonido y el tiempo lo transformó en un personaje tan fascinante como enigmático.

La sala continúa como sede del Teatro Nacional Chileno. Foto: Uchile.cl.

El hito inicial de esa biografía está en ese invierno de 1959, en el estreno de Variaciones espectrales en la Sala Antonio Varas. En esos días, ya escribía con la precisión de un visionario: “Suponiendo un continuo progreso en la técnica de realización y montaje se ve que el futuro de la música electrónica, ahora cuantitativamente, es inmenso (...) y obras de valor musical sólo podrán ser hechas por músicos de talento que dominen las posibilidades sonoras del equipo electrónico. La situación es, pues, la misma que la que ocurre con la música tradicional. No será la técnica (instrumento o  instrumentista) la que confiera valor a una obra musical, sino el talento y dominio de los elementos del músico que la crea”.

Rodrigo Alarcón L.



Barrio Cívico

 

Foto destacada: documental Variaciones espectrales de Carlos Lértora.