Iñigo Díaz
Nació en 1936 en Buenos Aires, pero adoptó la nacionalidad chilena tiempo después cuando sus padres italianos (una familia de artistas ligada a la música docta) se instalaron en Santiago. Por esta razón su primer acercamiento a la música respondió a un doctrinario adiestramiento en el piano y violín clásicos, que a la larga le permitió integrar la técnica interpretativa a su enorme intuición como músico de jazz.
Sus primeras referencias en el saxofón (fortuitas, por cierto, pues descubrió el jazz al caminar por enfrente de la fachada del Club, en calle Merced) fueron hombres como Mickey Mardones y Kiko Aldana, quienes al promediar los '50 ya estaban abriéndose hacia opciones más cercanas al bebop y dejando atrás el hot jazz tradicional. Salvati y su saxofón irían directo hacia las corrientes musicales vanguaristas. La historia lo reconocería posiblemente como el más adelantado -estéticamente- de todos los saxofonistas de su época (Gonzalo Gómez, Oscar Acevedo, Álvaro Vicencio y Mario Escobar Jr).
En 1957 se integró como saxofonista tenor al conjunto The Six & Seven, dirigido por el contrabajista Julio Andrade, donde siguió en contacto con músicos modernos y logró imponer sus conocimientos de maestros del saxo como Charlie Parker (en el bebop) y Lee Konitz (en el cool jazz). Al año siguiente se trasladó al saxofón alto, su instrumento definitivo.
En adelante, Salvati se relacionó únicamente con los principales hombres de las vanguardias jazzísticas. Se asoció con los pianistas Omar Nahuel, Mariano Casanova y Ronnie Knoller (con quien participó en el Festival Internacional de Uruguay), se integró los Chilean Jazz Messengers (del pianista Miguel Sacaan) y grabó para el Village Trío (del también pianista Roberto Lecaros). En 1960 se había instalado en Nueva York, ciudad donde pudo tocar en el legendario club Birdland y asistir a actuaciones de solistas como John Coltrane, Eric Dolphy y Paul Desmond.
De regreso en Chile ya estaba totalmente alejado en intereses de la línea mainstream que cultivaban algunos de sus saxofonistas contemporánes. Salvati estableció su nuevos vínculos con los hombres que iban tras la música de alto riesgo: los pianistas Matías Pizarro y Manuel Villarroel. Con ellos realizó importantes sesiones de free jazz, hasta entonces inédito en nuestro país. Poco después ingresó en los territorios del jazz electrificado uniéndose a los dos grandes conjuntos de los '70 en esta línea: Fusión (1972, con Pizarro y el bajista peruano Enrique Luna), Aquila (1973, liderado por el vibrafonista Guillermo Rifo), y Nuevas Direcciones (1975, con un baterista Pedro Greene recién llegado de sus estudios en Boston, París y Amsterdam).
Ambas bandas contaron con el visceral y explosivo estilo de un Sandro Salvati que ya había transitado por todos los lenguajes del jazz moderno. A fines de los '70, comenzó a alejarse progresivamente del jazz y finalizó sus apariciones junto a Enrique Luna en 1995 y en algunas muy esporádicas jam sessions. En septiembre de 2003, y víctima de un edema pulmonar, falleció quien fuera uno de los hombres más significativos en la transición del jazz clásico al moderno.
Actualizado el 22 de marzo de 2021