Iñigo Díaz
De niño había asistido a la Peña de los Parra en calle Carmen, recordando haber visto cantar a Víctor Jara de cerca, junto con los hermanos anfitriones, Isabel y Ángel. A los 16 años, en 1971, fue alumno de guitarra clásica de Arturo González, el primer solista chileno en estrenar el “Concierto de Aranjuez”, mientras que también estudiaba Musicología en la U. de Chile. Pero el Golpe de Estado finalizó abruptamente ese propósito académico. Sin embargo sería una base para sus futuros cursos, talleres y espacios de divulgación musical que definieron su nombre también como investigador. Además tuvo estudios percusión clásica junto a Guillermo Rifo y de lenguajes y lecturas en músicas no académicas con Carlos Figueroa. Ambos le abrieron la visión hacia el mundo de la música popular. Más adelante, Escobar incluso llegó a trabajar como copista del director de orquesta de televisión Juan Salazar.
Escobar había sido influenciado como músico emergente y como auditor por las corrientes vanguardistas de los años ’60, toda la gama de agrupaciones y solistas post Jimi Hendrix, desde el rock sinfónico y progresivo, hasta el rock canterburiano y el rock in opposition, pero a la vez con la irrupción del jazz-rock eléctrico de Miles Davis y su guitarrista de época, John McLaughlin. A ese nombre luego se unirían los de John Scofield y Mike Stern como sus influencias directas.
Escobar era parte de una generación de músicos nuevos permeados por todo ese mundo musical actual, de poderosas cargas rockeras, electricidad e improvisación. En 1975 creó el grupo Prisma, con músicos de su órbita como Antonio Sánchez (bajo), Raúl López (saxo alto), Luis Montoya (batería) y Jaime Labarca (percusión). En 1976 se unió como guitarrista al grupo Nexos, con otra tropa de nombres, algunos coincidentes con Prisma. Allí tocaban también Raúl Herrera (guitarra), Lucas Blondel (saxo tenor) o Edgardo Riquelme e Isidro Alfaro (bajo). Este elenco sería el germen del proyecto mayor de Escobar, el grupo jazz-rock y fusión Quilín.
Chicha y chancho: otra forma de música chilena
En 1978 escribió la obra de fusión y raíz folclórica chilena “Malambo mediación papal”, en el contexto del conflicto territorial con Argentina, una partitura para cuarteto de cuerdas, flauta traversa, bajo eléctrico y guitarra clásica, estrenada en el festival de compositores de Anacrusa. Luego siguieron composiciones como “La quebrada de Macul”, “Alto de Vilches”, Viejito pascoal”, en homenaje al músico brasileño de vanguardia Hermeto Pascoal, o “Chicha y chancho”, todas para Quilín, donde se filtraba ese mismo componente de música chilena de raíz.
La banda se había formado en 1979 primero como cuarteto a dos guitarras, liderada por Escobar y Roberto Hirsh, un músico que venía aterrizando en Chile. La primera formación también tuvo a sus antiguos compañeros, Isidro Alfaro (bajo) y Jaime Labarca (batería), integrantes de esa misma comunidad. Poco después se unió el saxofonista Raúl López. Pero si bien Quilín provenía de la experiencia rockera de los músicos, el elemento jazzístico sostenido en la fusión comenzó a aflorar con el sonido del saxo alto y con el enfoque que Alejandro Escobar le dio a la música, siempre inspirada en las grandes agrupaciones de la época, la Mahavishnu Orchestra, Return to Forever, Headhunters y Weather Report.
En un ejercicio paralelo a Quilín, a mediados de los años ’80 Escobar formó también el proyecto de fusión latinoamericana La Hebra, uno de los conjuntos más importantes en la evolución de esta estética en ciernes. Ahora inspirados por los compositores del sello ECM y guitarristas como John Abercrombie, Escobar se unió a Antonio Restucci para la puesta en marcha de este ensamble electroacústico. Junto con el contrabajista Enrique Díaz, elaboraban los arreglos para las composiciones de Restucci desde la guitarra acústica y la mandolina.
Si la historia de La Hebra finalizó en tiempos de la transición, Quilín se mantuvo vigente por décadas, aunque en un continuo bajo perfil, como el propio Alejandro Escobar. En 2016 publicó el disco ADN y apareció en varios escenarios con sus músicos ya en las seis décadas de edad. A lo largo de todo ese tiempo, Alejandro Escobar fue también un erudito investigador de músicas contemporáneas, coleccionista de discos y divulgador musical, además de profesor en Arcis, la escuela de música de la SCD y Projazz.
Actualizado el 07 de diciembre de 2023