Nicolás Carrasco Díaz
El dúo original entre Juan Carlos Contreras (con formación en percusión orquestal) e Ismael Troncoso (baterista de Los Jorobados) se propuso sumergirse en un mar de sonidos, a partir de los sintetizadores y de un arsenal de instrumentos de percusión y objetos sonoros, muchos de ellos construidos por ellos mismos. En ensayos diarios en un sala del barrio Concha y Toro, la dupla perfeccionó su aproximación a la improvisación, la búsqueda de nuevos timbres y el ensamblaje de una música que mezclaba instinto y conciencia, y se enfrentaba creativamente al estado de las cosas en una época de efervescencia y oposición a la dictadura militar.
Llegan así las primeras presentaciones para el grupo hacia 1984 y 1985, ya bautizado Agrupación Ciudadanos. Primero en el Centro Hurbano, una casona en calle Compañía entre Libertad y Esperanza donde un grupo de poetas y artistas plásticos tenían su punto de reunión, incluyendo entre otros, los entonces desconocidos Pedro Lemebel y Mauricio Redolés. Luego en el campus Lo Contador de la Universidad Católica, donde Ciudadanos muestra su propuesta: escenografía, dos poetas-performistas invitados, el instrumental completo, la ejecución de tres piezas a lo largo de dos horas de concierto, incluida la recordada "Acerca del hombre contemporáneo", donde los sonidos de una marimba y un palófono se enfrentaban al de un afeitadora eléctrica y de un hombre que se acicalaba frente a un espejo.
Ya estaban definidas las tres áreas donde el grupo trabajó: el rock de herencia progresiva, la vocación por la performance y la experimentación con nuevos timbres y ruidos. A esta convergencia los Ciudadanos la llamaban "un conjunto de sonidos atravesados por el rock".
La ciudad fantasma
Entre 1987 y 1989 los Ciudadanos fueron parte del movimiento contracultural en medio de una época de movilización social y violencia política, que prosperó en espacios marginales que donde se produjeron cruces interdisciplinarios como válvulas de escape a una situación intolerable. En este escenario, los Ciudadanos fueron colaboradores de la escena new-wave, aunque no participaron estéticamente del movimiento. Nunca tocaron en el Garage de Matucana, aunque sí llegaron a actuar en fiestas pop y happenings en en El Trolley, la Casa Constitución y otros lugares, asistidos por los llamados «ciudadanos fantasmas»: poetas, artistas, músicos, o cualquier persona que tuviera algo interesante para decir y mostrar y que pudiera ser insertado en el conjunto de sonidos.
El obstáculo logístico que significaba trasladar su enorme cantidad de instrumentos implicó dos consecuencias: Agrupación Ciudadanos sólo llegó a presentarse en vivo sólo una vez por año durante una década completa, pero cada concierto significó entonces un hito musical de una cuidada preparación e impredecibles alcances.
Entonces fueron tres
1990 fue también para los Ciudadanos un año de cambios. Ingresa Diego Contreras, hermano de Juan Carlos, quien agrega con su bajo el vértice ausente para la configuración de un el trío rock, pero ampliando las posibilidades en percusiones y objetos. Tras la presentación en el Teatro Abril, el 11 de septiembre de 1990, ante un lleno absoluto y una ciudad desierta, los Ciudadanos comienzan a mutar musicalmente, dejando entrar a la melodía y la armonía a sus dominios expresivos donde el ritmo y el ruido eran protagónicos y formalizando así el trabajo de composición que hasta entonces suponía el diseño de una estrutctura básica desde donde se vertían los sonidos. Luego otras influencias harían su entrada en el nuevo trío de Agrupación Ciudadanos, especialmente del folclor andino y otras vertientes de la música popular.
La década de los ’90 encontró a los Ciudadanos en otros escenarios, tanto en la precariedad tradicional como en su presentación en el subterráneo de la disquería Background, casi sin luz y con la música ambiental de la tienda. También llegaron al Encuentro de Música Experimental en la Galería Lorenz, promocionado por el recordado programa radial Interfase, hasta la legitimación del mundo musical docto en el Goethe-Institut en 1994, en el último Festival de Música Contemporánea Anacrusa, donde presentaron la obra “El viaje”, con la colaboración de Claudio Pájaro Araya y del poeta ciudadano fantasma Pedro Araucario, que cerca del final de la obra apareció como vendedor puerta a puerta y de su maleta de productos aparecieron cornetas de cumpleaños que sirvieron de fanfarria y despedida a la obra y al festival.
En 1993, gracias a lo buenos oficios de amigos y seguidores, Agrupación Ciudadanos graba y publica en cassette su único registro: Música para el hombre libre, producido durante tres días en el estudio de Sureste Producciones y duplicado en quinientas copias. Las piezas incluidas eran acompañadas por el sonido del paseo Ahumada, captado en una caminata con una grabadora de cinta básica.
Los últimos tres años de trabajo de los Ciudadanos fueron quizás los más balanceados en cuanto a actividad y reconocimiento. Desde la presentación en el Festival Paranetupá en enero de 1997, donde compartieron el proscenio con bandas jóvenes de diversos estilos (SK30, Congelador, Cristián Fiebre, Cuncuna, Stultiffera Navis, quienes serían más tarde la definitiva Nave), a dos estadas en la ciudad de Cusco, primero como dúo durante dos meses de 1998 con actuaciones en pubs y la dirección de un taller en el Conservatorio, y en 1999 como quinteto, con Diego Contreras (bajo), Melisa Farías (trompeta y voz) y Cristina Toledo (violín). Esa gira titulada “Fuego de los Andes”, se cerró en septiembre de 1999 con un concierto en la sala Fresno del Centro de Extensión de la Universidad Católica, una vez más con la comparecencia de varios ciudadanos fantasmas en danza y voces.
Tras aquella cúspide andina, Agrupación Ciudadanos disolvió el proyecto experimental y de paso señaló el fin de una época de la música marginal santiaguina, que vivía en la aislación de la provincia y la desmemoria, previo a la llegada de internet y la accesibilidad de nuevos medios de registro, publicación y circulación de música.