José Oplustil
Como muchos compositores chilenos nacidos a fines del siglo XIX, Cotapos se adentró en la música de manera autodidacta. Estimulado por la música que escuchó en tertulias musicales y las creaciones de sus amigos Alfonso Leng, Alberto García Guerrero y Carlos Lavín, decidió incursionar en la composición alrededor de 1915.
La primera publicación de Cotapos apareció en 1917, en una serie de ediciones musicales incluidas en la revista Los Diez. Con Leng, Lavín y García Guerrero, Cotapos formaba el “ala musical” de Los Diez, grupo de intelectuales que también integraban los poetas Pedro Prado, Manuel Magallanes, Augusto D’Halmar y Armando Donoso, el pintor Juan Francisco González y el ensayista Alberto Ried y el arquitecto Julio Bertrand.
El Schoenberg de Sudamérica
Fue en Nueva York, ciudad a la que llegó en 1917, que Acario Cotapos se dedicó de lleno a estudiar composición, aunque de manera informal y al margen de cualquier programa académico. Estimulado por la rica y variada actividad de la ciudad, produjo tres obras: “L’Avènement de Dyonisios”, para orquesta, la “Sonate dionisiaque” o Sonata Fantasía para piano, y el “Cuarteto Dyonisios", para cuerdas.
Allí, el compositor también conoció a Varèse y participó en la fundación de la International Composers’ Guild, entidad dedicada a la promoción y estreno de nueva música de autores europeos y americanos. En uno de sus conciertos, presentó en 1918 la primera y única parte completa de un ciclo sinfónico con voz, “Le detachement vivant”. Un crítico lo denominó entonces “el Schoenberg de Sudamérica”.
A partir de allí, la mayor parte de sus obras se estrenó en el extranjero. En la misma Nueva York se escuchó en 1922 la obra “Philippe l’arabe”, mientras que en París fue la versión definitiva de sus Preludios para orquesta en 1930, y secciones de “Voces de gesta” y “El pájaro burlón” en 1932 y 1934.
Cotapos residió en Francia hasta 1934 y en España hasta 1938, intentando concluir la ambiciosa ópera “Voces de gesta”, sobre poemas de Valle Inclán, y regresó a Chile para completar la ópera “El pájaro burlón”.
Luminosa, sensual y efectiva
En 1940, la Orquesta Sinfónica de Chile estrenó otra escena de “Voces de gesta", y en 1955 la misma orquesta presentaría el poema sinfónico “Imaginación de mi país”, en el marco de los festivales de música chilena. Mientras “Imaginación de mi país” dio a conocer una propuesta original sobre la naturaleza de Chile, la obra “Balmaceda” fue la primera partitura en nuestro país de un género épico musical que cobraría vigor en la década de 1960. "Balmaceda" se presentó en el Teatro Municipal en 1958 y luego en París, después de lo cual Olivier Messiaen escribió sonre Cotapos: “es un verdadero revolucionario en música. No solamente su lenguaje es nuevo, sino que hasta las imágenes que sugiere y su contenido emocional provienen de un mundo interior diferente”.
Así debía ser la música, según Cotapos, y él mismo describía su arte como “un reflejo idéntico de mi subjetividad”. Quizás por ello nunca se sintió tan conforme con lo que escribía. Muchos proyectos suyos quedaron inconclusos, mientras que las pocas obras que hoy se conservan fueron corregidas o revisadas en reiteradas ocasiones.
Acario Cotapos fue un compositor inclasificable. A lo largo de su historia concibió una música intrincada, imaginativa y colorida, dramática e intensa, compleja y usualmente densa. “Imaginación de mi país”, “Balmaceda”, el "Cuarteto Dyonisios" y la sonata "Fantasía" así lo demuestran, pero a más de cuarenta años de su muerte se han omitido gravemente sus obras en conciertos de temporada, y el desconocimiento abunda sobre sus partituras de “Le detachement vivant” y “Philippe l’arabe”, los fragmentos de "Voces de gesta" y la ópera "El pájaro burlón", que continúan alimentando el mito de ese "extraño señor" llamado Acario Cotapos.
Actualizado el 28 de abril de 2023