Iñigo Díaz
Su experiencia musical temprana tiene mucho que ver con la ciudad de Concepción, la presencia del río Biobío, la intelectualidad, la cultura artística y la Universidad de Concepción. Pablo Vergara comenzó en el piano clásico en el Conservatorio de Música Laurencia Contreras, donde llegó a ser uno de los últimos alumnos de la pianista fallecida en 1997. Su llegada a Santiago para estudiar Periodismo coincidió con un siguiente adiestramiento en el piano jazzístico, con maestros como Roberto Lecaros, Mariano Casanova y más decisivamente Moncho Romero, quien lo introdujo al circuito del Club de Jazz.
En ese período que va desde 1993 hasta 1999, Vergara se multiplicó como sideman, incursionando indistintamente con músicos de su generación, como Jorge Díaz, Rossana Saavedra, Mauricio y Daniel Rodríguez, Federico Dannemann y Roberto Dañobeitía, con quien en uno de sus regresos a Chile grabaría en el disco para noneto La ironía del tiempo (2013). Además se vinculó con músicos mayores como el baterista Alejandro Gaete, quien lo incorporó a su trío, y sobre todo el trompetista Daniel Lencina, en cuyo cuarteto de 1995 Vergara tuvo su gran prueba de fuego. Integrante también del grupo escuela Nexus ese mismo año, sumó experiencia en la primera formación del grupo pionero en el acid jazz Cyberjazz. Vergara es parte de una generación de pianistas que se abrieron paso en los años '90, desde Carlos Silva, Gonzalo Palma, Mario Feito y Carmen Paz González, hasta Ariel Pino y Lautaro Quevedo.
En 1999 se radicó en Nueva York definitivamente para estudiar en Juilliard y convertirse en músico. Por entonces la armada chilena del jazz se reducía a los nombres de Felipe Riveros, la cantante Claudia Acuña y los bateristas Yayo Serka y Alejandro Alex García. Una de sus primeras colaboraciones fue como pianista de este último músico, explorando el jazz fusión latino por primera vez. Vergara aparece en el disco Latin jazz ensemble (2000). Fue la época en que se vinculó directamente con las escenas del jazz latino, la música cubana y la música brasileña en Nueva York, donde llegó a tocar con Bebel Gilberto en 2005 y 2006. Más adelante tocó o grabó con gente como Gato Barbieri, Dave Valentin, Paquito D'Rivera y Alfredo de la Fe o con músicos de las bandas de Gonzalo Rubalcaba y Tito Puente. Durante una temporada fue pianista de la orquesta de Chico O’Farrill que se presentó cada domingo en el club Birdland. Toda esa experiencia le permitió a Vergara tomar lecciones directas de las músicas afrolatinas, que combinó con nuevos conocimientos de jazz.
Una segunda etapa de su vida musical en la ciudad lo vincula ya más directamente con un enfoque contemporáneo sobre el jazz. Pablo Vergara grabó en discos chilenos realizados en Nueva York como The Chilean Project live at the Blue Note (2016), que reunió en ese club a Christian Gálvez, Cristián Cuturrufo, Nelson Arriagada y Alejandro Espinosa, y también en el álbum del regreso a la música de Claudia Acuña, Turning pages (2019), donde fue pianista del cuarteto.
Es el período en que escribió música para películas de Alejandro Fernández como Matar a un hombre (2014), Mi amigo Alexis (2019) y The play (2020), pero sobre todo el tiempo en que inició una investigación sobre la obra de los compositores chilenos de comienzos del siglo XX, que lo llevó a estudiar en bibliografías, bibliotecas públicas y archivos la vida, obra, impacto e influencia del Grupo de Los Diez. De ahí tomó una serie de partituras de Alfonso Leng, Alberto García Guerrero, Pedro Humberto Allende y más tarde Acario Cotapos, para escribir arreglos para cuarteto de jazz contemporáneo y cuarteto de cuerdas, una música que desde el siglo XXI dialogaba con esa creación centenaria y moderna, en el disco Canciones de la torre (2020).
Actualizado el 26 de junio de 2020