Sentinela del Norte, la pena inherente
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Entrevista

Sentinela del Norte, la pena inherente

La canción social ha mostrado históricamente en Chile cumbres de una épica colectiva, voluntarista, esperanzada. En el primer disco de Sentinela del Norte (el productor, DJ y músico antes conocido como Tonossepia) se asoma exactamente lo contrario: relatos políticos desde el agobio privado, vivido en silencio y hasta con vergüenza, aunque indócil a la resignación ante el orden injusto en nuestras ciudades. «Mucho de lo que describo son derivaciones de problemas de trabajo, de plata, del costeo de necesidades básicas, como la salud —explica el autor sobre un disco lleno de pistas sobre el Chile en crisis—. Si ahora me dicen que en el disco fui visionario, bueno: son cosas de las que hace rato yo me había dado cuenta».

Marisol García | 20 de enero de 2020 Fotos: Marisol García

Sentinela del Norte, la pena inherente
… en esta micro que va repleta
de corazones que están vacíos,
como el refri a fin de mes,
parece que solo tienen vejez,
demencia senil cardíaca,
antiafrodisíaca […].
Al parecer las endorfinas ya no cumplen su labor,
el músculo motor solo presenta desgaste
cuando te transformaste
al tipo de gente que siempre siempre criticaste.
Aprendí a hacerme un nudo en el pecho
antes que en la corbata.
Exijo salir del paisaje…

 

Que Parte del paisaje, primer disco de Sentinela del Norte, haya sido subido a los servicios de streaming la madrugada del 18 de octubre de 2019 quedaría sólo como dato si no fuese porque sus rimas ahora califican entre los mejores diagnósticos artísticos sobre el Chile que comenzó a mostrarse desde la tarde de ese día y en adelante.

¿Coincidencia? Pistas oportunas de comprobación fehaciente, más bien. A pulso hip-hop, y sobre finas bases de scratches, samples y secuencias.

La carga de denuncia en versos sobre el agobio urbano de una rutina ingrata, el vacío del narcisismo en redes online y la vulnerabilidad del entablado financiero que sostiene a la clase trabajadora es reconocible de inmediato en un país que mantiene a su población adulta en un esfuerzo productivo insostenible, sin más retribución que la supervivencia. «La vida no es más que una serie de viñetas […] / Mi influencia en el mundo es infinitecimal», rapea este profesor de enseñanza media y músico santiaguino de 34 años (quien antes trabajó y publicó dos discos como Tonossepia, y además responde al nombre Arkano en Colectivo Etéreo) en una de las muchas descripciones que tienden lazos solidarios con los millones de adultos que compartimos territorio y frustraciones, y que bien podemos entender qué es eso de «hay tantas cosas que hacer, y nada de tiempo ni argumentos / que expliquen lo lento que ando en el día. / Mirada de ojeras sombrías: / soy otro peón de tu jerarquía».

La crisis social y política en desarrollo en Chile ha buscado mostrar en varios momentos el tinte de la gran épica revolucionaria. Pero es probable que en los trece tracks de un disco que expone el sinsentido de la derrota privada —doloroso y a la vez sanador de facturar, según su autor— haya aun más claves del gran descontento colectivo que hoy busca gritar su 'basta'.

«Qué bueno que lo veas así. Mirando grafiti en las calles, pensaba que muchas frases coinciden con eso que está en el disco, como ese rayado: ¨NO ERA DEPRESIÓN LO QUE TENÍAMOS, ERA CAPITALISMO". Siempre he pensado que, para quienes no estamos en el poder, el capitalismo nos carga con una pena inherente», responderá sencillamente el autor, arreglador e intérprete. Como voz lírica, la de Sentinela del Norte (Diego Vergara; n. 1985, Santiago) parece ser la de un hombre atribulado en el cuerpo de un joven con brazos cubiertos de tatuajes y ánimo de extrema afabilidad:

—En mis letras, mucho de lo que describo son derivaciones de problemas de trabajo, de plata, del costeo de necesidades básicas, como la salud. Entonces si ahora me dicen que en el disco fui visionario, bueno: son cosas de las que hace rato yo me había dado cuenta.

—Uno de los triunfos del sistema económico actual es hacernos creer que el fracaso en él es nuestra culpa, cuando muchas veces más bien obedece a una desadaptación inevitable.
—Exacto: son sistemas, organismos que así operan. Lo que acá en Chile se entiende por éxito es algo totalmente atado a la generación dinero, y por eso quienes nos saltamos los mandatos convencionales de consumo quedamos ante los demás como perdedores. Ante mis tíos, mis papás, que yo a esta edad (34) no tenga departamento ni auto propios supongo que es visto como un fracaso, pero a la vez yo he podido hacer cosas que ellos siempre quisieron y nunca pudieron hacer.

—¿Confías en el trabajo musical como una forma de resistencia?
—Lo es para mí y muchos de mis amigos y amigas. Pero también me doy cuenta de que si comento en la pega «estoy súper feliz porque me salió una tocata», la primera respuesta más probable será: «¿Y cuánto ganai por eso?»

Un kiosco callejero de completos, las veredas irregulares hacia una casa pequeña con poco más que un sofá de acrílico, libros y discos; la reunión nocturna con amigos, galletas Cracker y cervezas: no hay en el primer video de Sentinela del Norte ("Vales Junaeb") glamour ni información en clave, si por eso se entienden los códigos de diseño aventajado de un clip que busque certificar onda. Pero es precisamente ésa la ambientación adecuada para la única canción que alguna vez haya nombrado los canjes de almuerzo de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas como pista de sociabilización. El primer single de Parte del paisaje hace de la precariedad testimonial una ambientación también de deseo, tristeza y ternura («¡quiero que la chela en el refri sea eterna!»).

—Es el Chile común y corriente, ¿no? Totalmente reconocible pero, a la vez, poco descrito en el pop.
—Claro, y por eso me encanta lo que hace Jorge González cuando le da vuelo a frases como «… en las manzanas que nos rodean mientras caminamos por San Miguel». Me da la impresión de que en Latinoamérica se ha hecho una distinción inconsciente entre la música pop, que idealiza situaciones y sublima las dificultades (como una ruptura amorosa), y el rap y la canción popular, que más bien tratan de mostrar cómo en verdad son las cosas, enrostrándole la verdad al oyente, sin caretas. Hay gente a la que le carga la música con letras sinceras: «Ya tengo suficientes problemas en mi vida como para escuchar una canción donde un tipo se está quejando; si escucho música es para pasarlo bien», te dicen, y uno puede entenderlo como evasión. Pero parte de mi proyecto y discurso musical gira en torno a lograr una síntesis entre lo literal de la experiencia dicha sin tapujos, y lo figurado de la idealización y la expresión más metafórica.

—¿Ya no estamos para esa vieja épica de la canción política de los años sesenta, crees?
—Son contextos distintos, nada más. Por supuesto me parece que la Nueva Canción Chilena fue música trascendental, porque describe magistralmente una época, pero si me preguntas si podría hacer algo así ahora, bueno, pues creo que no es lo que toca. Incluso a veces me da rabia escuchar canciones que se apropian de códigos de la antigua canción política pero que ya ni sabes si es por convicción o publicidad. A Subverso, a Portavoz… a esos cabros sí les creo, porque por lo demás llevan mucho tiempo haciéndolo. Pero que de pronto te importe un manifestante que perdió los ojos siendo que nunca hiciste una canción política… no sé. A mí se me haría difícil ponerme una bandera.

Darle voz al sinsabor de la cotidaneidad mayoritaria —la más reconocible para millones de chileno/as— es el gesto de reivindicación política que más sentido cobra para Sentinela del Norte.

Éste va a ser un mes eterno.
Quiero hablar, pero soy un subalterno.
[…] Me siento indigno y sucio,
feliz porque pagaron,
hasta comer comida china
me parece un poco caro.
[…] Si no hiciera estas canciones
estaría más cabizbajo,
juntando gambas pa' una chela,
para un poco de relajo
… la vida en sí es un golpe bajo
("Un mes eterno")

 

—Creo que las críticas sociales no tienen por qué ser siempre explícitas y atadas a una gran proclama, sino que también hay un potencial de denuncia en la descripción de la rutina personal, y que si eres hábil sabrás dejarla expuesta para que quien escucha saque sus conclusiones. «Odio a mi jefe, gano mal, que caigan todos», es una rabia que por supuesto se entiende pero que ya está en un montón de canciones. Pero describir a un tipo que llega de la oficina a la casa lleno de preocupaciones, apenas con energía para ver tele, que sabe que no va a poder llegar a fin de mes y que por eso siente dolor de espalda, se enferma, pelea con su pareja… bueno, así también haces crítica social. Y para mí es lo más honesto porque es lo que mejor conozco.

—¿Así es tu vida?
—Bueno, sé lo que es que el sueldo no te alcance. Vivo en un barrio súper penca de Peñalolén, donde quizás la diferencia que puedo tener con mis vecinos es que leo todo el tiempo, que escucho música que no es trap; que soy más, entre comillas, ilustrado [se ríe]. Admito que el consumo cultural me ayuda mucho con la soledad. 

Escribo canciones
porque no sé comunicarme,
cómo amarme,
o incluso aceptarme,
Sentir constantemente
que el pecho te arde:
soy valiente porque
reconozco ser un cobarde.
[…] Usualmente es por estas fechas
que mi mente cosecha la sospecha,
esa idea desabrida que acecha:
solo para mí, Cupido se quedó sin flechas.
¿Sabes lo que es ser un okupa,
un okupa, en tu propio cuerpo?
("Dame un mí")

 

—Más allá de las muchas pequeñas causas que enarbola, tu disco es el de un adulto solitario, y en intermitentes conflictos con eso.
—Creo que lo que más se repite, sí, es un dilema personal que nunca logro resolver, y que es el intento por balancear mi gusto por el tiempo personal (por mi espacio, por la defensa de ese silencio) con la sensación, más pesada, de sentirme solo. Me gusta estar solo, leer, escuchar música, el cine. Pero luego duermes y despiertas solo, y sales solo a tomar la micro, y eso ya no es tan fácil. Es algo que aparece mucho en el disco, casi creo que todo lo demás se desprende de ahí, como en lógica de causa-consecuencia.

Licenciado en Letras Hispanoamericanas y en Pedagogía en Lenguaje, Diego Vergara ejerce hace ocho años la docencia en colegios. Es especialista en poesía chilena del siglo XX y mapuche, y en temas sobre identidad y urbanidad. Sus rimas son derivas innegables de ese gran cauce literario que tanto conoce, en referencias y en rigor.

—Siento una responsabilidad grande con el uso preciso de las palabras —admite—. Escribir la letra de una canción me parece un desafío importante, en lo que no puedes tomar decisiones ligeras. Merece tiempo y cuidado. Les tengo cariño a las palabras, y me preocupa acoger sensibilidades de género, por ejemplo, evitar estereotipos en las expresiones de amor, y llegar a levantar una música que consiga ser inclusiva, y a la vez líricamente atractiva.

—Eres profesor activo, al centro de una crisis que algunos explican como de desencuentro generacional. ¿Te gusta lo que está pasando en Chile desde el 18/10?
—Estoy optimista, aunque también creo que hay que ser cuidadoso. Como profesor, sí ha sido un torbellino, y me encanta el nuevo rumbo que les estoy dando a mis clases, en las que hablo de feminismo, de anarquismo, de trato social. Tuve que buscar nuevas maneras de instalar los temas de debate desde la literatura: y Gonzalo Millán, Raúl Zurita, Pepe Cuevas… tienen material para eso. Entiendo que haya gente que añore su «normalidad», pero para mí esto es aire fresco. Al menos la oportunidad de cambiar estructuras, de superar ciertas ideas que no nos sirvieron para nada, de enfocar la educación de otra manera… A los chicos les faltan referencias y experiencias de vida, están en el proceso de articularse y tomar posición, y ahí está uno para contribuir en eso.

—¿Han escuchado tu música?
—Sí, y al parecer les gusta, pero creo que más por el hecho de tener un profesor que haga cosas distintas que porque de verdad les gusten las canciones. He hablado con ellos y prácticamente no entienden las letras, aunque hay una mínima cantidad de estudiantes que se están metiendo en el rap y me ven como una figura de referente. Qué tiernos.

 

Sentinela del Norte – Parte del paisaje
(2019, Discos Pegaos)

 

Sentinela del Norte: voz y autoría de todas las canciones (excepto "La vida de los otros” —por Sentinela del Norte, Dadalú y Mc Menda— y "Profundo en la ciudad" —por Sentinela del Norte y Gen—).

Producción: Sentinela del Norte. Invitados: DJ Vaskular (scratches en "Tomando solo en mi pieza"), DJ Dementira (scratches en "Mr. Darcy se somete al test de Turing" y sintetizador en "Parte del paisaje"). Grabación, mezcla y master por Juan Faúndez (Modos Estudio) | Pintura por Gonzalo Elissalde | Diseño por Iryvenir.

En vivo: Aniversario 9 años Discos Pegaos | viernes 24 de enero, Club Noa Noa (Merced 142-C, Santiago).