Foto:

Relatos de la reconstrucción: ''Siempre está temblando''

Sacando agua de los cerros. Vigilando entre cuadrillas armadas. Así ha vivido Mauricio Melo estos siete días: un reporte desde el medio de Concepción.

viernes 5 de marzo de 2010

Termina de caer la tarde del viernes siguiente al terremoto y al maremoto que el sábado 27 de febrero devastaron a la zona central y sur de Chile, y Mauricio Melo responde esta llamada en la calle desde el centro de Concepción, una de las ciudades más dañadas por el desastre, la misma donde él aguantó los 8,8 grados en la escala de Richter que se registraron aquí, muy cerca del epicentro.

Es la ciudad donde este cantante y guitarrista formó parte desde fines de los años '80 de reconocidos grupos de rock sureños como Emociones Clandestinas y Santos Dumont. Pero también es la ciudad desde donde llegaron durante toda la semana las impactantes imágenes de saqueos, incendios y patrullas de vecinos armados contra la amenaza de posibles turbas, y antes de eso, la primera y peor imagen de un edificio nuevo y derrumbado con moradores adentro.

–En este momento estoy mirando un edificio a una cuadra de aquí, nuevo, de veinte pisos, totalmente trizado, que dicen que lo van a dinamitar –cuenta Melo–. En el centro muchas construcciones antiguas se vinieron abajo, pero lo impresionante es que los más dañados son los edificios nuevos. Cosa que ya mucha gente comentaba. De un tiempo a esta parte se han estado construyendo muchos edificios de manera irresponsable. Muchos se jactaban del progreso de la ciudad. Y resulta que esta ciudad históricamente es sísmica. Partiendo de que se trasladó completa desde Penco, cuando Penco fue arrasada por un terremoto: por eso nos llamamos penquistas. Además parte del terreno es pantanoso. Toda la Universidad de Concepción y los alrededores eran pantanos.

¿Cómo pasaste el terremoto mismo, dónde estabas?
–Me había portado bien, día viernes, me había acostado temprano. Acá siempre tiembla, y uno, sureño, está acostumbrado a que de repente se mueve la tierra. Pero éste ya fue descomunal. Y fue muy largo además. Desperté medio atontado, me dio la impresión de que habían sido diez minutos, y después me vestí como pude y partí donde mis papás, que viven en un barrio más hacia el sur, en Pedro de Valdivia. Estábamos todos absolutamente desconectados en ese momento.

Desconectados y en medio de la noche además. ¿Cómo te fuiste a la casa de ellos?
–A pie. Caminando en la noche, una hora, y con las réplicas. Andaba un montón de gente. Además la reacción natural es que todos parten para el cerro, por el temor a un tsunami. En el camino ya fui preguntando qué se sabía, dónde había sido el epicentro, preocupado, urgido. Un infierno, en realidad.

¿Cómo estaba tu familia?
–Se rompió un montón de cosas en la casa y quedaron una buenas grietas en el patio, pero no fue nada grave. De todos modos mis padres, que son de acá, dicen que el (terremoto) del '60 se sintió mucho menos, porque el epicentro fue en Valdivia, y del del '39 no se acuerdan. Éste es el más fuerte que han sentido. Pero sí empezó el pánico por los rumores de las hordas de saqueadores que iban a venir a robar. Yo personalmente varios días hice guardia al lado de unos personajes en una cuadrilla de gente que se armó para defender las casas, con armas los que tenían... una experiencia caótica.

¿Cómo ha sido vivir allá estos seis o siete días? ¿Te sorprendió lo que fue pasando?
–Me he estado moviendo dentro de Conce, en bicicleta. Fui a ver a mi polola en Talcahuano y pasé por el barrio Estación, que es donde están los pubs. Y está desolador. Quedó lleno de zapatos botados, se ven charcos de sangre, al local del Bar del Frente se le cayó un buen pedazo. Imagínate que además era viernes en la noche, una amiga que estaba ahí me mostró una cicatriz que le quedó en la estampida, se cortó la luz, toda la gente tratando de salir. Después uno pasa por el edificio que se cayó (el edificio Alto Río, en la costanera del Bío Bío) y ves como esas ventanas quedaron para el cielo. Me tocó pasar por una población medio tomada también.

¿Ha ido cambiando el ánimo de la gente, cuál dirías que es la sensación más o menos general?
-Hay dos extremos. Unos somos los que estamos optimistas, yo soy de los que creen que hay que tirar para arriba, ir armando. Pero hay otros que están bastante devastados. Mucha gente está muy cansada porque no dormimos bien, estamos durmiendo con una pata en el suelo, y además andas nervioso. Te tiemblan las piernas. Siempre está temblando. Yo me siento, me acuesto, y con el mismo latido del corazón te asustas porque parece un temblor.

Ayer (jueves) hubo una alarma falsa de tsunami, de hecho.
–Y por suerte escuché cuando la desmintieron no más. Imagínate el chistecito, y después vienen a avisar que fue condoro.

¿Viste cuando llegaron los militares? ¿Tuvo un efecto tranquilizador en la gente, en la ciudad?
–Yo me sentía como esas viejas de mierda después del Golpe, la gente aplaudiendo cuando pasó un tanque hacia Chiguayante. Yo no aplaudí, pero estaba con unos personajes que sí, bravo... y lo otro fue ver la reacción de la gente, vi cuando los militares agarraron a unos compadres, a una mujer, y la gente (decía) "mátenlos, mátenlos". Con eso ya quedé con la moral por los suelos. A lo que hemos llegado. La gente opinaba, "no, si deberían fusilar a algunos cuantos para dar el ejemplo". Te lo encargo. Concepción se ha vuelto una ciudad bastante fascistoide.

Acá se habla mucho de "lumpen" con las noticias de los saqueos y los incendios. ¿Es así?
–Eso hay que decirlo. No creo que sea correcto atribuirlo sólo a la gente más modesta. Vi gente de los más diversos estratos robando, y robando por robar, que es lo más triste. Gente que se aprovechó. Varios días tuve que ir a buscar agua a unas vertientes al cerro, y la gente comentaba eso. Se juntaron varias cosas. Fue lenta la reacción de las autoridades, la gente entró en pánico. Si hubiera habido un poco más de orden no tendría que haber pasado todo esto. El terremoto ya fue, hace días. Esto no habría pasado si no se hubiera desabastecido la ciudad.

¿Pero hay en particular un problema de violencia social allá, hay poblaciones o barrios conflictivos, es algo que ha pasado en los últimos años?
–Hay sectores donde venden de todo, pasta base, donde hay pandillas y todo eso. Sí, encuentro que la gente ahora está mucho más mala, y tiene que ver con todo, con el triunfo del capitalismo, con crear expectativas que no se van cumplir, con poner las ganancias materiales como único objetivo, y eso crea frustraciones en la gente y produce este tipo de reacción desproporcionada, y olvidarse completamente de los demás, una muestra de un egoísmo extremo. Una cosa es ser del pueblo y otra cosa es ser lumpen. No había para qué llegar tan lejos con el saqueo.

¿Duele que pase esto en Concepción?
–Duele pero lo había observado desde antes, esa frustración entre la gente menos pudiente, es muy visible ese resentimiento. Hay mucha violencia innecesaria, que se capta en el Barrio Estación, por ejemplo, mucho asalto, muchas peleas por nada. Se nota en la conducta etílica también. Hay lugares, en el mundo, donde uno puede tomar tranquilamente y no andar violento por la vida. Incluso en México, donde yo viví, no eran así de cuáticos. Allá son más locos, y toman y les da por disparar, pero no es esa actitud de patear el paradero porque soy rebelde. Y eso no ha cambiado mucho. Yo volví a vivir acá después de más de quince años y estaban los mismos pasteles.

¿Qué has sabido de otros músicos de allá? En la radio Cooperativa se oyó un auditor que preguntaba por dos integrantes del grupo Fedeherratas, por ejemplo. ¿Hay gente perdida?
–De ellos no he sabido en realidad. Estuve con el Yogui (Jorge Alvarado, fundador de Emociones Clandestinas), que trabaja en el norte pero es de acá, tiene seis hijos y logró llegar, consiguió una camioneta de la empresa donde trabaja y se vino por tierra. El Pollo (Francisco Muñoz, de las bandas rockeras Machuca y Piter Ron) está bien. Super Raúl Morales (organista de grupos como Ángel Parra Trío y los mismos Santos Dumont), como buen superhéroe, vino a buscar a su hermano Claudio. Hay una folclorista, Francisca González, La Chinganera, que es de Penco y parece que perdió su casa. En Penco quedó la grande, entró una ola hasta la plaza, pero ella es muy animosa, súper aguerrida, es de verdad y ojalá que esté bien.

¿Y tus planes cuáles son? ¿Te vas a quedar en Concepción?
–La verdad es que después de esto me gustaría vivir en una parte donde no temblara –sonríe–, pero para eso habría que irse muy lejos, a Inglaterra, una cosa así, donde no pase nada. Porque aquí no hay adónde arrancar. ¿A Valparaíso, al norte? Ya me tocaron temblores súper grandes cuando vivía en Santiago. Yo creo que uno igual como chileno tiene que estar medio resignado a los movimientos telúricos. Cada veinte, veinticinco, treinta años hay un terremoto. Mis padres se mamaron el del '60, el del '39. Y yo hasta ahora era de una generación que se había salvado. Hasta ahora.

—David Ponce
Foto: Christian Navarro (2009).