En el restaurante de un pasaje en Calle San Diego, frente al Teatro Caupolicán, el compositor y folclorista Nano Acevedo inauguró en 1975 la Peña Folklórica Doña Javiera. Por sus parroquianos se conoció como la Peña Javiera y fue, como la define su fundador, "una tribuna de resistencia al régimen". En época de toque de queda y persecuciones, fue un refugio que "resistió con valor y audacia los años de la sinrazón".
En julio de 1975, el folclorista y cantautor Nano Acevedo llevó a cabo su idea de poner en marcha una peña, como hubo muchas hasta septiembre de 1973, pero que ya no funcionaba ninguna. El flamante productor gestionó la habilitación del restaurante Antofagasta, ubicado en calle Mac Iver, entre Merced y Monjitas, pleno centro de Santiago. Durante cuatro sábados reunió a folcloristas y cantores, pero la historia fue prontamente truncada. Con el local demolido, la peña que ya había sido bautizada como Doña Javiera, pudo haber llegado hasta ahí.
Sin embargo, Nano Acevedo persistió y comenzó a buscar un nuevo recinto para continuar con su idea. Por lo que recuerda como una casualidad, llegó a los barrios donde había transcurrido su infancia. En calle San Diego 846, frente al Teatro Caupolicán, se encontraba entonces el restaurante El Mundo, que pertenecía a Samuel Aravena, sobrino del dueño del teatro, José Aravena, y que alguna vez había sido propiedad de la cantante Cecilia. Acevedo consiguió la disponibilidad del lugar para los fines de semana, y con un equipo de amigos y amigas habilitaron manualmente un escenario e iniciaron la historia "oficial" de la Peña Javiera. Fue la primera de este tipo bajo dictadura y espacio germinal en la música y el movimiento del Canto Nuevo que afloró en esos años.
Evocando la Bodeguita del Medio de La Habana, y con la evidente inspiración de las peñas de los '60 y '70 en Chile (como la Peña de los Parra o la Peña Chile Ríe y Canta), el equipo realizaba espectáculos semanales. Se entregaba personalmente la programación a los diarios y de a poco comenzó a reunir a un público afín. Poco después, los artistas se ofrecerían para actuar. Por ese escenario pasaron nombres mayores, como Margot Loyola, Gabriela Pizarro o Roberto Parra y también músicos jóvenes que estaban iniciándose en esos años difíciles: Illapu, Barroco Andino, Ortiga, Aquelarre, Capri, Pedro Yáñez, Osvaldo Torres, Isabel Aldunate, el Dúo Semilla, Eduardo Peralta (que debutó allí con 17 años) y muchos más.
"Por lo general después del intermedio actuaba el grupo invitado, que podía ser el Chamal, Margot Loyola o Aquelarre, grupos grandes que increíblemente cabían arriba del escenario", recuerda Nano Acevedo, en su libro Un niño de la calle San Diego, publicado el 2018. En el intermedio, relata, se presentaba una de los números característicos de la Peña, la Bandita, un grupo de cuatro músicos que, dice Acevedo, "solían cantar canciones cómicas, bailar con el público, en especial con los extranjeros, y regalar discos o la revista Javiera".
Acomodándose a los tiempos de toque de queda, la Peña Doña Javiera fue siempre vigilada. En ocasiones les quebraron vidrios e incluso detonó una bomba de ruido en un baño. Los músicos eran seguidos a sus casas, y Carabineros tomó detenido a Nano Acevedo, por distintas razones, al menos 20 veces. Aún así la peña nunca bajó su cortina y extendió su actividad a presentaciones en poblaciones y a talleres y concursos. En 1980, por decisión del propietario de la casa, el espacio cerró sus puertas. Pero ya existían nuevas peñas en Santiago y en otras ciudades, regresaba la actividad a algunos locales nocturnos. Existía desde 1976, además, el Sello Alerce, en el que grabaron material varios de los músicos que se presentaban en la peña y en 1979, incluso, editaron el cassette Doña Javiera. Peña folklórica, compilando a varios artistas característicos del lugar.
Nano Acevedo reabrió una vez más la Peña Doña Javiera, entre 1984 y 1988, en calle Catedral. A partir de entonces, en su calidad de gestor, Acevedo ha seguido organizando espacios en la música chilena. En una entrevista de 2013 dada al portal Cactus Cultural resumió el valor de esa historia, la de la primera peña abierta en dictadura.
"Nada es y ha sido comparable a las noches de la peña valiente y magnífica que creamos con amor y pasión a comienzos de la década del '70; nada ha sido tan gratificante como esos años de crear y poner sobre el día nuestra vida si era preciso, sencillamente por la música eterna de la libertad; un tablado en mitad del miedo que resistió con valor y audacia los años de la sinrazón".
Jorge Leiva
Frente al Caupolicán