Claudius Rieth, consejero de sonido
Foto: Inti Gajardo
Entrevista

Claudius Rieth, consejero de sonido

Uno de los fundadores de Estudios Triana, habla sobre música desde la perspectiva inusual de quien integra en su experiencia los oficios de compositor, intérprete, ingeniero y productor, con tres discos solistas y más de una treintena de grabaciones para otros (incluyendo las de dos bandas que integró temporalmente: Los Ex y Borne y Los Santos). Sabe que los avances técnicos no hacen hoy las cosas necesariamente más fáciles para los músicos. «Ya no hay casas de acogida: estamos todos en la calle y tenemos que ayudarnos ahí afuera entre nosotros», advierte. Su trabajo es un enfrentamiento diario a la diversa escala de esos lazos de colaboración.

Marisol García | 27 de abril de 2018 Fotos: Inti Gajardo

Claudius Rieth, consejero de sonido

Hay una pregunta en apariencia sencilla que el músico, productor e ingeniero de sonido Claudius Rieth (n. 1972) cree necesario formularle a quien inicia junto a él un trabajo en estudio. No es más que una aproximación básica a lo que está a punto de iniciarse y lo que puede llegar a pasar con ello:

—¿Y? ¿Cuáles son tus pretensiones con este disco?

Con pudor, suelen responderle: «Bueno, en verdad es un disco para mí…».

—¡Mentira! —los deja entonces en evidencia el hombre junto a las perillas—. Quieres ser famoso. Y tocar en el Estadio Nacional. Y que el viento te mueva el pelo mientras estás en el escenario.

Le conceden, entonces: 

«Sí, bueno… la verdad es que sí».

Soñar está bien, cree Claudius Rieth, nacido y críado en Perú, educado luego en Alemania, y asentado en Chile desde los 21 años, cuando llegó a Valdivia a estudiar Ingeniería Acústica en la Universidad Austral. Él mismo tuvo en Hamburgo una banda escolar con la que imaginaba que podía llegar a ser una estrella (e incluso antes de eso cantaba frente a un espejo creyéndose rockero glam, recuerda, con la debida sonrisa de disculpas). Con ese grupo, Alas, grabó un primer disco en 1990. Era una mezcla de ilusión, técnica y rigor; todo junto antes de la adultez:

—Fue mi primera banda, mi primer disco… mi primer amor. Todas las composiciones eran nuestras. Éramos chicos, pero súper mateos. Una boy-band que componía. Y estoy seguro de que si alguien nos hubiese tomado en serio, para trabajar, nos hubiese ido muy bien.

Por eso hoy, a décadas y un océano de distancia de esas primeras ilusiones con la música, cree que las altas expectativas también son parte de un lenguaje creativo lleno de señas sobre por dónde hacer avanzar su asesoría técnica y estética en las grabaciones:

—Uno trabaja con emociones, y no creo que haya que dejarlas de lado en favor de lo puramente práctico. En el estudio puedes echar a perderlo todo o ayudar a que sea lo mejor posible. Por ejemplo, si un guitarrista llega con una introducción de seis minutos para un tema inspirada en Pink Floyd, yo puedo decirle: «Acortémosla a veinticinco segundos para que la gente te preste atención y escuche, y se le quede en la oreja. Si no, es como escribir un discurso que a ti te gusta pero que nadie va a leer».

Las conversaciones entre un productor y un músico tienen, estima él, bastante de psicología. Lo dice luego de más de una década de observar desde la mesa de control el compendio de temores, expectativas, indisciplinas y persistencia que muchas veces afirma la grabación de un disco. Pero también por cómo ese espiral ha ido cambiando entre generaciones y fases técnicas, de los singles para radio a los playlists en streaming, de los grandes estudios herméticos a la grabación casera.

—Creo que hay una brecha cada vez más grande entre quienes están empezando y están dispuestos a trabajar a la rápida, incluso sin cobrar, y quienes persistimos en esto con un equipamiento profesional, preparado, y cobrando lo justo. Ni unos ni otros nos hacemos millonarios, pero hay una diferencia en el oficio, en la dedicación de tiempo, e inversión de energía y amor en un proyecto.

—¿Y crees que eso importa, a estas alturas?
—Es algo que no se puede medir. Pero quiero creer que eso redunda en que la música se escucha de otra manera.

Tras trabajar diez años como profesor de Producción en la Escuela Moderna de Música, Claudius Rieth cofundó en 2005 Estudios Triana junto a Carlos Barros y Gonzalo Chalo González en una casa de la calle del mismo nombre, en Providencia. Supervisó allí como productor discos de Chico Trujillo y de Miss Garrison, de Inti-Illimani Histórico y de Leo Quinteros, de Los Ex y Moral Distraída. Y hoy, en otra locación pero la misma dinámica original de colaboración entre socios, Triana lo enfrenta a los incesantes vaivenes en la industria musical, que él conoció como una pirámide de jerarquías inamovibles y creatividad bien encauzada, y hoy más parece un campo abierto tan colorido como incierto.

—Piensa en lo que era para nosotros [en los años ochenta] comprarse un disco: abrirlo, tocarlo, incluso olerlo… Hoy sería interesante ver una estadística de cuántas personas escuchan un disco completo más de una vez. Era algo que todos hacíamos antes: incluso si un disco no te gustaba, le dabas tres vueltas antes de descartarlo. Hoy puedes pasar por playlists de Spotify sin siquiera saber a quién estás escuchando. Se acaba el concepto de «me gusta una banda, me gusta un disco…».

—Nada se puede hacer contra eso.
—Es absurdo irse en contra. Es mejor tener al enemigo cerca, dicen. Pero también para los músicos de mi generación ponerse a trabajar en algo por tanto tiempo y luego no quedar con nada tangible... es raro. Muchos músicos con los que grabo me preguntan por fábricas de discos. Y también, cosa que me sorprende, por contactos con sellos.

—Eso sí puede ser más ingenuo.
—Probablemente. La mayoría no quiere creer que en realidad ya no hay casas de acogida: estamos todos en la calle y tenemos que ayudarnos ahí afuera entre nosotros. Y por eso la mayoría de los músicos son ahora tan busquillas; se las arreglan solos en un montón de tareas.

—Es una exigencia dura.
—Sí, y no va a mejorar, en el sentido de que no va a haber una vida más cómoda para los músicos de aquí a mucho tiempo más. Quizás volvamos a esa dinámica original de los tipos que se colgaban un laúd, una guitarra, e iban de pueblo en pueblo: «¿Quieres escuchar mis canciones? Aquí están».

Claudius habla desde la doble experiencia de productor y creador de canciones. Hay tres discos suyos, compuestos, interpretados y grabados íntegramente por él como multiinstrumentista, ingeniero y cantante: Piano (2001), Angel for us (2004) y Get out (2015) (todos aquí para descarga gratuita) lo muestran como un músico que ha avanzado desde la interpretación solista hacia la construcción de piezas pop de ambientaciones sugerentes y arreglos atípicos, de color cosmopolita (escribe y canta sus canciones en inglés) y carácter cambiante.

Son tres discos propios espaciados entre sí, sin ambiciones de gran difusión ni hits de golpe pop, y que el músico ha trabajado en paralelo a colaboraciones como integrante temporal de los grupos Los Ex y Borne y Los Santos. Es hoy, además, el sonidista oficial de las giras y grabaciones de Inti-Illimani Histórico; así como del trabajo en estudio y en vivo de Carolina Nissen. Es un técnico de formación y perspectiva inusuales, que puede hablar con propiedad también desde el oficio del intérprete y el creador:

—El hecho de que hoy sea tan fácil hacer un disco y comunicarse a través de música grabada, hace que se esté generando una inmensa cantidad de material que ya ningún ser humano puede llegar a conocer. Haciendo un paralelo con la naturaleza, los animales no tienen que pelear entre especies por su espacio sonoro pero nosotros queremos destacar en un mundo cada vez más vasto, como buscando el modo de decir: «¡Miren! ¡Aquí estoy!». Así están las redes: la llamada de atención permanente porque si no dejas de existir, y eso es muy triste.

—«The Look at Me Generation», leía hace poco en una columna…
—¡Eso es! ¡Qué asertivo! «Generación Mírenme». Pero la música no tiene nada que ver con estar saltando todo el día para que te presten atención. Yo me aburrí un poquito de tener que hacer algo especial para hacer notar que estoy ahí. Además, a cierta edad comienza a bajar la ansiedad, uno no quiere hacerlo todo.

—¿Cuál es la prioridad si compones, entonces?
—Trabajar discos, pero con la mayor libertad posible. Ya entendí que la honestidad es lo único que vale al crear cualquier obra.

 

 

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