A cada sonido su momento
Instalaciones, conciertos callejeros y otro tipo de proyectos de intervención sonora conforman la obra con la que hasta ahora el compositor Sebastián Jatz busca, en sus palabras, «ofrecer una experiencia» abierta muchas veces a auditores desprevenidos y en lugares improbables. Espacio, momento, audiencia y circunstancias determinan un resultado musical imprevisible, incluso para él mismo.
Marisol García | 21 de septiembre de 2019 Fotos: Marisol García
La carta venía con sello y timbre municipal. Y era la firma del alcalde de San Joaquín bajo las palabras de elogio:
Mediante la presente quisiera reiterar nuestras felicitaciones a Sebastián Jatz y equipo por haber llevado a cabo el concierto «Recuerdo tu nombre» en las calles de nuestra comuna. Destacamos el alto nivel musical de la jornada, el numeroso y atento público y la alegría, agradecimiento y participación general de los vecinos […]. Pudimos constatar el gran valor de esta experiencia artístico-educativa que vinculó espacio, sonido, historia y comunidad.
Ciento sesenta músicos habían llegado el sábado 10 de agosto hasta la «Villa Músicos del Mundo» para interpretar en vivo y durante ocho horas piezas de los veintidós compositores que dan nombre a las calles y pasajes del sector: Guido D´Arezzo, Enrique Soro, Vivaldi, Bach, Pergolesi, Gluck, Mozart, Schubert, Debussy, Stravinsky… Más de un milenio de música sintetizados en selecciones de tributo a escala barrial.
En la producción y conducción del proyecto, Sebastián Jatz (n. 1980), en colaboración con Tomás Brantmayer, buscó entonces la participación espontánea de los vecinos que conviven con esos nombres históricos al fin traducidos a la música de instrumentos de orquesta y coro. Los buenos resultados de «Recuerdo tu nombre» han entusiasmado lo suficiente al municipio como para ofrecer repetir la jornada año a año hasta convertirla en tradición.
Lo del vínculo entre «espacio, sonido, historia y comunidad» es una observación edilicia precisa para describir también otros proyectos en los que el compositor y artista sonoro Sebastián Jatz viene involucrándose desde hace más de diez años. Estuvieron antes el montaje de Musicircus, de John Cage, en la casa central de la PUC; veintiocho horas continuas del Vexations, de Erik Satie, en el Museo Nacional de Bellas Artes; y lo del «Seguimiento continuo de infinitos puntos» entre cinco ciudades, de Santiago al sur.
Hay varios ejemplos más en la web Arsomnis, donde Sebastián Jatz ha ordenado un trabajo de intervención pública sin comparación en Chile, desarrollado por él de acuerdo a pautas libres de curiosidad y exploración que no se completan sino hasta el enfrentamiento de sus ideas a la reacción de los oyentes.
«Nunca imaginé trabajar con música confinada a un nicho pequeño de entendidos», comenta el creador, ocupado hoy en al menos cinco nuevos compromisos para lo que queda de 2019. «Soy de la idea de que el tipo de trabajo que hago es para todo el mundo».
—Además, lo que haces no es difícil de entender.
—Nisiquiera se trata de entender. Es ofrecer la oportunidad de tener una experiencia, y cada vez que la ofreces compruebas que la gente lo aprecia, lo valora, lo agradece. Entonces, para qué restringirse.
Cuerdas dispuestas a gran altura adelantan ahora «Octógono», un trabajo de Jatz con arpas eólicas entre las Torres de Tajamar, y que el sábado 28 de septiembre probará su suerte sonora sobre la plaza central del lugar. El proyecto al amparo de la Fundación Tajamar confía en que las corrientes de aire en ese enclave de Providencia hagan vibrar las cuerdas especialmente ubicadas y diseñadas de acuerdo al entorno.
—Lo que se vaya a escuchar, al menos sabemos que no tiene ningún antecedente. No se parecerá a nada que hayamos escuchado antes. Serán esas corrientes de aire, en ese lugar, en ese día… es muy lindo pensarlo así.
Es sonido entregado al espacio público y la aleatoriedad, y por lo tanto la sorpresa. «¿Qué va a a pasar?» ha sido siempre para Sebastián Jatz una motivación de trabajo más potente que las de una partitura o pauta.
—Más que un compositor, eres más bien algo así como un instigador de sonido.
—Depende del proyecto, pero sí. Yo trabajo, y a la vez me libro de responsabilidad en el resultado porque lo que suceda ya no depende de mí. Me encanta que así sea. Es como una lección aplicable a la vida: las cosas llegan en su momento, de un modo que no esperas; a veces, hay que tener paciencia.
Estudios de Composición en la PUC y luego en la Royal Academy of Music de Londres reforzaron hace años en Jatz la convicción de que el camino musical académico podía darle referentes (y premios), mas no pautas de trabajo. El llamado arte sonoro lo abrió a elaborar proyectos nutridos de ramas diversas, a veces inesperadas.
—El entusiasmo de hacer las cosas y ver luego qué pasa con ellas, es lo que más me interesa. Invento algo para entonces ver qué sucede. No podría estar repitiendo algo constantemente.
—¿Tiene algo que ver eso con lo que se aprende en una carrera universitaria de Composición?
—No, para nada. Mis profesores me dirían, «¿y dónde está la partitura?». En la universidad nadie te habla de arte sonoro ni instalaciones, y lo entiendo: la academia siempre va atrasada, y se demora un tiempo en absorber e incorporar lo que está pasando en su tiempo.
Interesado en la música desde la adolescencia («tuve una banda en el colegio; tocaba bajo, teclado…»), Sebastián Jatz determinó su vocación luego de ver un documental sobre John Cage que lo dejó pasmado:
«¿Pero qué es esto? —recuerda que pensó—. ¿Y él no toma decisiones? ¿Usa en simultáneo cosas que no están conectadas y eso puede ser considerado música?».
—No entendí nada, pero me intrigaba poderosamente, y me di cuenta que la música podía ser mucho más de lo que yo hasta entonces creía. Así, cuando llegué a la entrevista de admisión para Composición en la [Universidad] Católica les dije a los evaluadores que entraba porque me gustaba John Cage.
—¿Y qué te respondieron?
—Se ríeron, por supuesto: «Olvídalo. Acá no vas a aprender nada que siquiera se parezca a eso». Y está bien, porque por un lado me tuve que poner al día con un montón de música, conceptos y nombres que no conocía. Y, por otro, entendí que para aprender lo que a mí me interesaba iba a tener que seguir por mi cuenta.
—¿Y así ha sido hasta ahora?
—Sí, bastante. Pero más que a través del estudio, de la práctica. Probando. Siempre tuve esa inclinación a lo experimental, hacia la vanguardia, a ver hasta dónde podemos llegar, qué se puede hacer y qué no se ha hecho.
Las cosas en Chile han avanzado un trecho desde esa postulación incomprendida de Jatz (quien, de paso, terminaría traduciendo tres libros de entrevistas a John Cage para Editorial Metales Pesados). La Universidad de Chile ofrece hace un tiempo un Diploma de Postítulo en Arte Sonoro, coordinado por Rainer Krause, y además está Tsonami, ya consolidado espacio porteño de práctica y exhibición, con una decimotercera edición de su festival para este año y actividades permanentes en torno «al fomento, desarrollo y promoción de las prácticas sonoras contemporáneas», según su equipo.
—Al menos se habla de arte sonoro, y si se menciona una instalación, ya nadie queda «¡¿y qué es eso?!», como antes. Hay apoyo del Estado para Tsonami. Hay información y muchos artistas trabajando en ello. Se entiende como una rama de las artes visuales, porque así nació: artistas trabajando con sonido. Pero lo del cruce entre música y arte no da una definición definitiva, y eso me gusta. Es un lugar híbrido, que permite distintos tipos de aproximaciones e ideas, desde las instalaciones hasta las tocatas.
Abordar cada nuevo proyecto desde las peculiaridades de su espacio, momento y circunstancia es la guía que hace entender que el trabajo de Jatz se componga de concreciones irrepetibles. En noviembre, por ejemplo, como parte de una muestra en torno al concreto, el compositor montará en el segundo piso del MAC una instalación que considera entre otras cosas perforar un pequeño agujero en uno de los muros del museo y reproducir la Novena Sinfonía de Beethoven en una misma versión traslapada sin pausa durante 28,6 días, sucecidos luego por dos días de aplausos en loop, más 9 horas y 36 minutos de silencio.
Nada es antojadizo. Todo responde a una efeméride o decisión lógica con alguna base objetiva.
—La temperatura, la luz, el espacio arquitectónico, la gente… todo lo que sucede alrededor de la música, es ahí donde me interesa investigar —asegura Jatz, y repite una vez más su motivación recurrente—: Si hago un agujero en el edificio, si tengo la Novena sonando por tiempos exactos ya previamente calculados… Sólo quiero ver qué sucede.
•«Incognitum. De la primera mundalización a la globalización. Circunnavegaciones contemporáneas». Octubre, Punta Arenas. Encuentro y exposiciones de artistas chilenos y portugueses en Magallanes, Lisboa y Santiago de Chile, 2019-2021 (+) | •«Metamórficas». 18 de octubre, 19 h. Zócalo del MAC-Santiago. Concierto con entrada liberada y programa sorpresa. Serie en desarrollo (+) | •Charla de Sebastián Jatz. Miércoles 30 de octubre, 18:30 h. IDEA-Usach (Román Díaz 89, Providencia) | •«Toque de Difuntos». 31 de octubre y 1 de noviembre, Iglesia de San Francisco. Catorce horas de toque de campanas coloniales junto a los Campaneros de Santiago (+) | •«Quyllur». Residencia. 18 al 28 de noviembre, Observatorio Astronómico La Silla-ESO, La Higuera, Región de Coquimbo (+).