Carlos Silva emprende un nuevo experimento acerca de la música improvisada en Barcelona tras la experiencia extensiva que significó el disco Bosques axiomáticos en 2017. Aquí reduce la dimensión de sus intervenciones a una breve pero contundente ráfaga de improvisaciones libres, la mayoría de menos de un minuto, en una búsqueda de la atomización de su discurso narrativo. Un elemento particular de la serie es que Silva abandona el piano y lo cede por completo al ingeniero de sonido chileno Leo Cáceres, quien además utiliza la guitarra en otros momentos. La idea de Silva fue buscar un improvisador que no contara con ninguna instrucción musical. De este modo la improvisación  —grabada a distancia en el contexto de la pandemia entre España y Chile— sería amplia, inmediata, genuina e instintiva. Silva, en cambio, toma en sus manos otros instrumentos musicales para experimentar sónicamente: flauta dulce de madera, tarka, miniarpa de Guinea, flauta de scout, monocorde (cuerda y arco), además de su propia voz. —Iñigo Díaz