2010
Fulano creó uno de los sonidos más novedosos escuchados en la tradición de música chilena, alimentado con elementos del rock, el jazz y el avant-garde, e influencias provenientes de la música de Frank Zappa, Captain Beeheart y Hermeto Pascoal, entre sus principales fuentes. Con teclados, percusiones e instrumentos de viento como eje de su lenguaje, el sexteto se puso por encima de categorías, convirtiéndose en una de las propuestas más cercanas a una vanguardia en la golpeada y vigilada escena de los años '80. Su discurso antimilitar y antifascista fue un sello propio en la resistencia a la dictadura, aunque luego, tras el regreso a la democracia y sobre todo la muerte de su pianista jaime Vivanco, la banda se vio disminuida. El grupo regresó a la escena en 2009, tras seis años, pero las desaveniencias escalonadas entre sus integrantes referenciales terminaron por llevar a su fin la historia de Fulano en 2015.
Solistas de las segunda y tercera generaciones de músicos que fueron formados inicialmente en la Conchalí Big Band integraron desde 2014 este proyecto orquestal comandado por el saxofonista tenor Andrés Pérez. Conocido en sus primeros momentos como la "Conchalí histórica", la nueva big band tomó pronto el nombre de Mapocho Orquesta, inspirado en el barrio fronterizo del centro de Santiago donde instaló su cuartel general de ensayos. Pero de esa primera propuesta creativa, el conjunto dio un paso más allá al internarse en la música educacional, con la que generaron un proyecto social de impacto. Resultado de sus itinerancias, su relato y su propuesta de jazz para audiencias infantiles es el álbum El imaginario, ruidoso y resonante mundo de Fortunato y Mapocho Orquesta (2022).
Más cercana a la canción brasileña, Daniela Benito ha sido activa intérprete de repertorios latinoamericanos y, en su caso, una ariete más en la fuerte influencia que la bossa nova ha ejercido en músicos de las generaciones de 1990 en adelante: Ana María Barría, Marcelo Vergara, Valentina Carrillo, Carolina Ansoleaga o Paula Liz. De hecho, obtuvo en 2008 el primer premio del Festival Chile canta Brasil con la canción “Sozinho”, de Caetano Veloso. Parte de una vitrina de nuevas cantantes lanzadas desde el Instituto Projazz a mediados de los años 2000 como muestra de una opción por la depuración vocal, ha participado de ciclos de jazz y canciones compartiendo escenarios de pequeñas dimensiones con Natacha Montory, Javiera Abufhele o Valentina Payeras, algunas de ellas compañeras en el sexteto vocal Imanencia. Siempre acompañada de un músico de cabecera como el guitarrista (en rigor, bajista) Maximiliano Flynn, en 2007 y 2008 actuó en dúo, y luego de su viaje de estudios y recopilación a Brasil, el grupo se reorganizó como cuarteto en 2009 para explorar nuevas posibilidades rítmicas. En 2010, la cantante fue invitada por el pianista Roberto Bravo para interpretar dos canciones de Tom Jobim en su disco Poesía y música.
Trombonista de jazz, música popular y bronces nortinos, con una historia entre La Calera, Hijuelas y Valparaíso, José Moraga ha sido un nombre de la escena musical de la Quinta Región durante la década de 2010. Compositor, solista y músico de fila, integró diversas bandas de bronces, además de orquestas como la big band de la Universidad Católica de Valparaíso, donde estudió trombón, y también conjuntos como La Bandalismo, que fue un referente de la música de carnavales en el puerto. Su ingreso al mundo de la improvisación jazzística se dio a partir de 2014, y desde entonces ha liderado diversos conjuntos, para sus álbumes Tijerales (2016) y Vuelo libre (2021).
Como «el grupo punk que revoluciona a los adolescentes» fue descrito alguna vez Tronic por un diario chileno, a propósito de un agitado concierto de la banda en un muy rígido colegio privado. La apreciación puede no ser precisa, pero indica cuánta relevancia ha tenido entre el público joven la música simple, urgente e insolente de este trío formado con ex integrantes de las bandas pop Gufi y Glup!, y que sostiene su difusión sobre la base de conciertos frecuentes y alta rotación en radios juveniles. Con vaivenes en su formación y difusión, Tronic se trasladó a México el año 2010, y aunque hacen largas giras por Chile, ese país se convirtió en su centro de operaciones.
Una de las cantautoras independientes más interesantes surgidas en la década de 2010 es la portomontina Sara Pozo. Pianista, acordeonista, guitarrista, violonchelista y con un trabajo poético sobre temas existenciales pero también sociales y medioambientales, ha venido desarrollando una propuesta que mezcla influencias del folk, la música pop de sus tiempos y el folclor sureño que ella conoció siendo niña en la Península de Chayahué. Su primer disco es Atmósfera (2016), un caleidoscopio de esas coloridas líneas musicales que se entrecruzan en el movimiento.
La cantautora, guitarrista y profesora de música Romina Núñez fue parte del florecimiento que el folclor experimentó en los primeros años del milenio, con una abundante y generación de cultores, folcloristas, intérpretes e investigadores que reimpulsaron el género desde distintos ángulos. A partir de experiencias en la cueca urbana fusionada de Las Torcazas y de la cueca campesina con el dúo Las Comaires, y hasta su propio proyecto de cantautoría, Romina Núñez fue una de las mujeres solistas que marcaron presencia: desde Fabiola González a Leslie Becerra, desde Natalia Contesse a Carola López y desde Andrea Andreu a Claudia Belencha Mena.
Desde su temprana adolescencia, Diego Quilodrán enfocó su interés por el lenguaje y la poesía en el freestyle; de ahí, su nombre artístico. Como Metalingüística, el joven nacido en San Pedro de la Paz (Región del Biobío) ha ganado reconocimiento por lo creativas y filudas que son sus improvisaciones, las que, siguiendo la senda abierta por DrefQuila, lo hicieron saltar de las batallas callejeras a firmar contrato con un gran sello multinacional. Su estilo es ingenioso y dinámico, y en él utiliza con sagacidad figuras retóricas como la paronomasia, la dilogía y el calambur.
Bajista de rock y funk, contrabajista de jazz y profesor de música de larga data, Miguel Ángel Pérez es uno de los solistas de la generación de los '90, integrante y puntal de diversas agrupaciones de la época que marcaron la escena: el jazz rock de La Red, el blues rock de La Banda del Capitán Corneta y el hard rock de Mandrácula. Además de trabajar en los inicios del músico pop Jano Soto y con la cantante y profesora de voces Gloria Pérez, y además de formar a bajistas de sucesivas generaciones en los años 200 y 2010, Pérez pasó paulatinamente al contrabajo para integrar el trío de jazz del pianista Américo Olivari, junto al baterista Andy Baeza, tocar como ente autónomo y acompañar a una serie de cantantes e intérpretes de standards.
Sergio Sauvalle Echavarría, guitarrista, creador e investigador, es hijo de Sergio Sauvalle, integrante de Los Huasos Quincheros, pero en lugar de seguir la ruta musical de su padre, combina en su propuesta artística las tradiciones académica y oral chilenas, que ha investigado en terreno y en particular en los recursos de la guitarra.
Actriz de profesión, Francisca Gavilán traía latente un oficio musical que afloró a gran escala cuando en 2011 se transformó en la protagonista de la película "Violeta se fue a los cielos", retrato sobre la vida de Violeta Parra dirigido por el cineasta Andrés Wood y basado en el libro de igual título publicado en 2006 por Ángel Parra, el hijo de la artista.
El Bloque Depresivo no es un grupo formal en sentido estricto, sino un proyecto paralelo a LaFloripondio y Chico Trujillo, que también encabeza su líder Aldo Asenjo –Macha– y que integran músicos de esas y de otras agrupaciones, con un trabajo determinado simplemente por sus agendas y por su entusiasmo. Su repertorio nace del poderoso cancionero romántico latinoamericano (la llamada "canción cebolla"), pero en ese formato recoge canciones de otras esferas de la música popular. El singular conjunto comenzó con pequeñas presentaciones en 2010, y el 2017 protagonizó una gira por Chile y llenó dos veces el Teatro Caupolicán. Todo eso sin publicidad, sin grabar discos y sin conceder entrevistas. Un fenómeno de la música popular chilena del fin de esa década.
La experiencia en el grupo pop Betty Boy fue la base de María Paz del Río para iniciar un segundo proyecto, Somos Manhattan, el dúo con Federico Fauda, que tras un extenso período de ensayos, grabó el sencillo "Cero", el punto de partida de su historia.
En el campo de la poesía popular, en particular de la paya y del guitarrón, Manuel Sánchez es uno de los más adelantados herederos. Cantor a lo humano, poeta popular y payador, trajo desde sus inicios, a comienzos de los 90, el caudal de una voz joven para esas tradiciones. Está entre los inquietos cantores que mantienen vivos tales oficios en frecuentes encuentros nacionales de payadores y guitarroneros, pero además con publicaciones de discos y libros de su autoría, y talleres constantes desde la labora del divulgador. Más allá de la raíz pura del canto a lo poeta también es autor y compositor, y tanto en sus proyectos solistas como en colaboraciones con Fabiola González, Mauricio Redolés y el Ensamble Tradicional Chileno ha puesto su voz y el guitarrón al servicio de otras formas del folclor y de la canción popular.
Clases de piano desde los ocho años y la participación en bandas como Leña Húmeda y Q.E.P. forjaron el oficio de Francisco Puelma, pero fue un hecho doméstico el que determinó su éxito: el primer embarazo de su mujer lo motivó a sentarse al piano y componer una bienvenida a su hijo. Así nació la canción "Esperando nacer", que se convertiría en una de las más tocadas por radios durante la segunda mitad de los años '80, y cuyo éxito marcó para siempre el recuerdo del músico entre el público.
Desde el canto puro con guitarra hasta una multiplicación del sonido con bandas eléctricas y orquestaciones de sus canciones, Víctor Hugo Mendoza ha recorrido el camino de la cantautoría desde los tempranos años '90, como un nombre de la generación de esa transición, cultor del canto autobiográfico y romántico, en un punto medio entre la trova latinoamericana y la música popular, en cuyas canciones se exhiben ritmos latinos, andinos y sudamericanos y amplios sonidos de una fusión moderna.
Valentina Sepúlveda inició una década triunfal entre las cantantes chilenas que participaron entonces en la competencia folclórica del Festival de Viña del Mar. A los 19 años, en 2011, la sureña se adjudicó la Gaviota de Plata con la canción "De Pascua Lama", del autor Patricio Manns, a quien ella había conocido como integrante del jurado de otro festival local de la canción que también ganó. Lebulense de nacimiento y penquista por adopción, su nombre ha sido frecuente desde entonces en diversos escenarios del Biobío, donde desarrolló su oficio como solista y también con bandas de apoyo.
Ítalo Pedrotti es uno de los charanguistas más importantes surgidos durante los ’90, que aprendió del propio Horacio Durán (de Inti-Illimani) las propiedades solísticas del instrumento andino en un contexto urbano y de fusión. En 2003, cuando Pedrotti aún pertenecía a la formación de Entrama, formó el ensamble progresivo Charanku para liderar un proyecto personal de música contemporánea de raíz folclórica y al mismo tiempo rockera, en una combinación que incluyó un triple frente de charangos y ronroco (charango mayor) junto con una base eléctrica con guitarra, bajo y batería.
Leche es el proyecto de música electrónica de Leandro Muñoz, quien junto a diferentes músicos asociados ha instalado una propuesta de pulsos a la vez dance y downtempo. Mantuvo un tiempo como vocalista a Marcela Thais, temporal integrante de Saiko. Figura también en los créditos de su discografía la cantante Celeste Shaw. Sus bases, ritmos y cadencias melódicas trip-hop llamaron la atención de Tricky, cuyo sello discográfico Brownpunk! llegó a contratar a Leche como primera figura no británica, en 2009. Ese año fueron teloneros del británico en un recordado concierto en el Teatro Caupolicán.
La cantante y autora chileno-brasileña Lua de Morais llegó al país con 19 años en 1999, pero su figura y voz se hicieron conocidas como concursante de “Rojo internacional” en 2005, la primera competencia de “Rojo, fama contrafama” que incluyó a solistas extranjeros (el cubano Sandier Ante, la venezolana Simoney Romero o el ganador de esa versión Orlando Oliva). Lua de Morais no obtuvo mayor figuración en ese apartado aunque así pudo comenzar una carrera en TV y luego publicar en Chile discos en los que reduciría finalmente su nombre artístico al de Lua.