2010
Cyberjazz fue el primer proyecto de acid jazz en Chile. Liderado desde 1998 por el saxofonista Ignacio González y el guitarrista e ingeniero de grabación Dani Lencina, tuvo a la sobresaliente cantante de jazz Rossana Saavedra como frontwoman y una sección rítmica de jazz eléctrico con Pablo Vergara (teclados), Christian Gálvez (bajo) e Iván Lorenzo (batería), jóvenes y activos músicos que frecuentaban entonces Club de Jazz de Ñuñoa.
Cantante, autora, instrumentista y educadora de pedagogía Waldorf, desde ese ángulo Antonia Schmidt ha sostenido su propuesta creativa de una música para niños que supera el mero enfoque didáctico tradicional. En sus palabras, la suya es una "música para sentir". Desde esa perspectiva, ha compuesto canciones con temáticas sobre meditación y medioambiente, además de recopilación de cuentos, mitos y leyendas de Chile y Latinoamérica que presentó en sucesivos trabajos. En esa discografía destaca Música para la Tierra (2014), el álbum que la puso de lleno en el circuito de la música infantil.
Dos etapas en dos continentes diferentes deben separarse en la historia de La BIG Rabia, un proyecto que ha propuesto una explosiva cruza de punk, rockabilly, bolero, performance teatral y letras de desamor desde antes que la canción cebolla volviera a instalarse entre el gusto de la audiencia joven chilena. Autodefinen ellos su música como «un mensaje crudo, sin adornos ni segundas lecturas, con un filoso en directo para descargar su manifiesto de protesta política, decepción, amores fallidos y traicioneros», y el concepto es preciso y elocuente.
La baladista e intérprete de pop latino Anita Francisca Veas se ubica entre una partida de figuras que han hecho del espectáculo temático una disciplina propia: Mónica Victoriano, Ingrid García, Patricia Manríquez y Tatiana Zambrano, entre otras cantantes de una generación altamente preparada para el espectáculo y la búsqueda del éxito.
Ha sido la gestión del colectivo Los Guachacas lo que, desde fines de los años '90, ha mantenido activo y le ha dado nombre público a Dióscoro Rojas. Sin embargo, el cantautor desarrolló en su juventud una interesante carrera musical, que en distintos momentos lo emparentó con la Nueva Canción Chilena y el Canto Nuevo. Hoy es más preciso describir su trabajo como el de un gestor cultural y cantautor que se ocupa de manera amplia de los códigos de la música, la cultura y las emociones de la vida popular urbana.
Según apunta la historia de la música popular en Chile, el primer bajista eléctrico del jazz nacional fue este legendario músico peruano. Enrique Luna antes que Jorge Toscano Vidal, Ernesto Holman o Pablo Lecaros. Luna marcó la orientación con su particular operativa improvisacional sobre las cuatro cuerdas y, sobre todo, como pivote de un grupo de jazzistas modernos desde fines de los '60.
Zonora Point se define desde su origen como una sonora de raperos, en vez de una sonora de cumbias. El nombre lo adoptaron cuando los dos MCs del grupo, Camilo Parraguez (Camileazy) y Jamez Manuel, estaban estudiando en Argentina carreras relacionadas con Arte. Desde su regreso a Chile el año 2007, han editado cinco “mixtapes” y el 2013 su único disco de estudio: 24/7.
El guitarrista Fernando González no sólo es el mayor de los hermanos que fundaron Congreso en Quilpué en 1969. También es el autor y musicalizador de algunas de las más recordadas primeras canciones del grupo en los tiempos de advenimiento y consolidación del rock folclórico. “Vamos andando mi amigo”, “¿Cómo vas?”, “Tus ojitos”, “El oportunista” o “El cielito de mi pieza”, además de la orquestación de los textos de Pablo Neruda “Maestranzas de noche” para banda eléctrica e instrumentos andinos, le pertenecen a Fernando González.
Aunque el playero título oficial de una de las primeras canciones de The Ganjas es "Let's go to the beach", es su nombre original el que sintetiza mejor la dirección de este grupo de rock: "Manchester reggae". "Es por los dos lados del grupo: Manchester y el reggae. Tenemos temas reggae, temas sónicos y temas Manchester", han dicho, en alusión a la raíz jamaicana, al sonido espacial y a la nueva psicodelia irradiada desde esa norteña ciudad inglesa a fines de los ’90: de esas fuentes está hecha la música de este grupo, registrada ya en varios discos, mostrada en un trabajo en vivo incesante e internacional, y además generoso en la puesta en circulación de material de estudio, maquetas y compilados.
Rodrigo Galarce fue uno de los contrabajistas de mayor consistencia en el jazz surgido a partir de los '90 (mucho de ello hay en el "gen Lecaros" que lleva en el ADN). Conocido largamente como integrante de Los Titulares (jazztet dirigido por el baterista Pancho Molina), Galarce se consolidó en el circuito al comenzar la década de 2000, muy inspirado en el toque de hombres como Charlie Haden, Dave Holland y Gary Peacock. Durante esa época multiplicó su militancia en combos y proyectos jazzísticos —desde el bop al avant-garde—, marcando las pulsaciones en su instrumento con fuerza, ritmo y creatividad.
Una suerte de súperbanda del ska fue la que, durante cuatro años, se formó con integrantes de Santo Barrio, Sandino Rockers, Ska Drakos, Sonora Major y Elefante Mecánico. Gandjarvas significó, además, el reencuentro de dos fundadores de Santo Barrio, César Farah y Cristóbal González, separados desde el año 1999 luego de la salida del cantante de ese grupo (mientras el primero se había centrado en la escritura y docencia, el segundo se mantuvo activo junto a la banda). Su trabajo en vivo fue afirmando un sonido con elementos de rock, funk, reggae y ritmos caribeños cuyas letras «rescatan el valor del texto social, así como también devela la inspiración mística que [nos] impulsa». A mediados de 2010 Gandjarvas ya estuvo en condiciones de publicar un álbum con composiciones propias (y con la colaboración de músicos como Jimmy Fernández y Keko Morton). Fue lanzado en La Batuta, delineando así una cartelera de conciertos en la que destacaron también shows junto a Los Morton y Sinergia, actuaciones en el festival callejero "Tocapel Fest" y una participación en el concierto por los veinticinco años de Los Miserables, en el Teatro Caupolicán. La banda dejó de estar activa de común acuerdo a mediados del 2012.
Es un largo silencio el que dejó pasar Evelyn Fuentes entre la primera vez que se hizo oír a gran escala como parte del grupo Christianes y el momento en que volvió a sacar la voz por cuenta propia. Son catorce años, medidos al menos entre el único disco de ese grupo y su aparición como solista, en vivo y con su primer disco, Sin culpa (2009). Ese regreso le ha permitido situarse con naturalidad entre una siguiente generación de diversas cantantes chilenas, a cuyo oficio se ha sumado de modo intermitente, entre publicaciones y shows esporádicos.
A lo largo de la historia de la música popular chilena, la Retaguardia Jazz Band se adjudicó una emblemática posición de estandarte del jazz tradicionalista, sobrepasando largamente a la gran cantidad de conjuntos hot que surgieron a través del tiempo con la misma facilidad con que pronto desaparecieron. Manteniendo intacto su carácter de agrupación compuesta por músicos aficionados, este ensamble fundado en 1958 pasó a ser en sí misma una institución nacional a partir de la “preservación jazzística”, todo un concepto en Nueva Orleans, donde espacios como el antiquísimo club Preservation Hall y su banda se han encargado de perpetuar este clásico estilo.
Después de seis años de tocar rock en diAblo, tres integrantes de ese grupo se unieron en paralelo en una nueva formación para dedicarse a experimentar a partir del dub, música jamaicana originada en la expansión sónica de las bases del reggae remezcladas y procesadas. Desde su inicio en 2006, el grupo se ha presentado en Chile y Perú y ha configurado una discografía hecha de compilaciones, remezclas, registros en vivo y grabaciones compartidas con otros músicos.
La cantante y compositora Martina Valenzuela lleva por segundo apellido Lecaros, y fue de las últimas artistas en aparecer en la fotografía familiar de este conocido clan de músicos. Pero en los conciertos y apariciones en discos, ella es Martina Lecaros. Así quedó acreditado en su primer álbum solista, Sintiendo (2009), donde expuso un buen caudal de energía y ritmo en sus canciones de corte pop y soul. Más adelante, como compositora fue explorando los espacios de la música de raíz latinoamericana, que combinó con esa proximidad al R&B de su base, alternando creaciones en uno y otro lenguaje en su discografía. Martina Lecaros también impulsó el festival Poderosx, una instancia musical para promover el fin de la violencia de género, que incluso llegó a presentar en Estados Unidos en 2024.
Dos momentos de la historia musical chilena se encuentran en Santiago del Nuevo Extremo. El grupo comenzó entre 1977 en circuitos universitarios, con un sonido acústico centrado en la guitarra, y terminó experimentando con teclados y saxos, casi una década después. Fundamentales en los circuitos antidictatoriales, el grupo llegó curiosamente dos veces al Festival de Viña del Mar y dejó varios clásicos de ese tiempo, como "A mi ciudad" o "Simplemente". Tras la edición de tres cassettes, en 1986 se disolvieron y todos sus músicos siguieron activos por separado. A partir de 1998, sin embargo, el grupo se reunió, en un proceso que ha tenido recesos, pero que mantiene saludable el mismo espíritu inquieto que los distinguió en sus primeros años.
No son muchas las agrupaciones chilenas con la tradición de un instrumento —y no la de un repertorio— como brújula de trabajo, y Diapasón Porteño destaca por esa excepcionalidad y por la libertad con que la asumen. Así, sus grabaciones y colaboraciones abarcan el trabajo con tonadas, tango, boleros y cuecas. El extendido oficio musical de sus integrantes ha ganado la confianza de intérpretes tan reconocidos como Ángel Parra, Cecilia Echenique y Max Berrú, a quienes han secundado en la grabación de discos. Su objetivo ha sido, dicen sus integrantes, ejercer como «un eslabón entre los antiguos cultores de la guitarra popular chilena y latinoamericana, y las nuevas generaciones».
Baladista de la tercera generación del programa de talentos de canto y baile “Rojo, fama contrafama”, Luis Pedraza fue conocido masivamente como Toco Toco, un pseudónimo que pese a que por momentos el propio artista desestimó, lo llevó a congregar una no menor convocatoria de fanáticas de sus canciones en el set de TVN y de paso a ilustrar su primer disco, Vamos pa’ elante (2005).
Felipe Alarcón tomó el nombre musical de Traspuesto, y en ocasiones Felipe Traspuesto, como una manera de representar una cualidad que proviene, subsiste y prospera desde los campos chilenos, donde la guitarra es "traspuesta": utiliza afinaciones no regulares de la música europea sino que se altera de manera múltiple para acomodarse a las voces de los cantores. Su propuesta atraviesa ese folclor profundo pero lo redirecciona desde una creación contemporánea a partir del rock, la experimentación y la sicodelia.
Una importante estada en México, como parte de la oelada de chilenos activos desde la década de 2000 que se establecieron en esa industria, definieron el rumbo de un músico como Andrés Landon, formado como versátil bajista eléctrico y con una raíz en el jazz. En el DF, Landon se proyectó como músico de acompañamiento de una serie de figuras del pop latino, como Natalia Lafourcade, pero también como productor de discos y como artista de una música mestiza que lo llevó a producir, editar y publicar sus trabajos desde México: Pequeños defectos (2012) e Indias (2016).