La Banda del Capitán Corneta

La Banda del Capitán Corneta
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Desde su surgimiento en la comuna de Ñuñoa, La Banda del Capitán Corneta fue uno de los íconos en la nueva generación de músicos durante la transición, menos visibles que Los TresLucybell , sus contemporáneos en el rock y el pop, pero igualmente decisivos en una época donde el terreno aparecía llano e insondable. El quinteto cultivó el blues rock y tras cinco años alcanzó cierta categoría de "banda de culto", con una vida intensa en creación musical, estridencia eléctrica y muchos desencuentros entre sus integrantes. Una segunda época activa reencontró a sus músicos 20 años después.

Ficha

Años

Santiago, 1991 - 1995
Reunidos en 2007

Región de origen

Metropolitana de Santiago

Décadas

1990 |2000 |2010 |

Géneros

Integrantes

Pancho Rojas, voz y armónica (1991 - 1995 / 2007 - •).
Pedro Rodríguez, voz y guitarra (1991 - 1995 / 2007).
Cristóbal Rojas, batería (1991 - 1995 / 2007 - •).
Mauricio Rodríguez, guitarra (1991 - 1995 / 2007 - 2010).
Juan Caballero, bajo (1991 / 1993 - 1994).
Nelson Arriagada, bajo (1992 - 1993 / 2011 -  •).
Miguel Pérez, bajo (1994 - 1995 / 2007).
Emilio García, guitarra (2011 - •).

La Banda del Capitán Corneta

Desde su surgimiento en la comuna de Ñuñoa, La Banda del Capitán Corneta fue uno de los íconos en la nueva generación de músicos durante la transición, menos visibles que Los TresLucybell , sus contemporáneos en el rock y el pop, pero igualmente decisivos en una época donde el terreno aparecía llano e insondable. El quinteto cultivó el blues rock y tras cinco años alcanzó cierta categoría de "banda de culto", con una vida intensa en creación musical, estridencia eléctrica y muchos desencuentros entre sus integrantes. Una segunda época activa reencontró a sus músicos 20 años después.

Iñigo Díaz

Los inicios se remontan a 1990. Los veinteañeros hermanos Pancho Rojas (cantante sin mayor experiencia) y Cristóbal Rojas (baterista del grupo La Red, de Vladimir Groppas) conocieron fortuitamente al guitarrista Pedro Rodríguez, quien llegaba de una temporada de estudios en Alemania. Desde muy joven había sido jazzista, tocando junto a próceres que remontaban sus comienzos incluso a los años 30. Pero por entonces había escuchado mucho blues primitivo y tenía un nuevo proyecto en esta línea en carpeta. Los hermanos Rojas llegaban al mismo punto desde otra posición. Entonces se unieron al bajista Eduardo Lalo Manzi para comenzar informalmente con un trabajo de taller. Este no era otra cosa que calientes y etílicas paridas de garage.

Guitarras electrizantes
Muy pronto los músicos se percataron de un aspecto fundamental. Para que el conjunto lograra la potencia arrolladora que tenían en mente, se necesitaba una segunda guitarra eléctrica. La encontraron en la escuela del jazzista Roberto Lecaros. En el invierno de 1991, los Corneta como quinteto subían al escenario de La Batuta para jamear, sin siquiera ser invitados. El quinto elemento era un adolescente guitarrista. Un diamante en bruto llamado Mauricio Rodríguez. Con 16 años deslumbraba hasta los músicos más experimentados, incluido el mismo Pedro Rodríguez.

Aquella noche de jam-rock no sólo apareció por La Batuta Álvaro Henríquez, sino que también el conjunto conocería al bajista eléctrico Juan Caballero. Era un músico que entonces merodeaba el circuito de Bellavista, tocaba en algunas bandas de música tropical y frecuentaba los escenarios del pop (estaba vinculado a Joe Vasconcellos). La famosa jornada terminó con una batalla de guitarras bluseras entre Henríquez y Pedro Rodríguez, mientras Juan Caballero demostraba la versatilidad y el swing en el bajo que pronto le costaría el puesto Manzi.

Para fines de 1991, La Banda del Capitán Corneta estaba constituída y con planes de ponerse en boca del público alternativo. El nombre del conjunto era ya una incitación al desbande. Doble sentido fálico y de insolente ironía a los rangos militares. Inspirados en los Beatles y su Sgt. Pepper’s lonely hearts club band, estos músicos chilenos no vestían uniformes coléricos pero sí tocaban siempre con un escudo marcial como telón de fondo, donde en lugar de bayonetas se presentaban como armas dos ridículas cornetas de regimiento cruzadas.

En su segundo año de acción, la banda había salido absolutamente del anonimato. Iban desde los escenarios del rock noventero hacia los del nuevo jazz con toda soltura, dado el origen de sus principales músicos. Pancho Rojas era lo más cercano a un frontman del rock and roll, escribía letras consistentes, tocaba la armónica y generaba gran magnetismo entre el público. Cristóbal Rojas era la vena más sólida y se establecía como el gran baterista del rock que luego fue, mientras que la dupla de guitarras eléctricas llegó a funcionar tan ensambladamente como los tándems jazzísticos de trompeta y saxofón. Entre los Rodríguez siempre existió la conexión de miradas y groove adjunto en cada parida. Mientras uno practicaba solos incendiarios, el otro desarrollaba el soporte con conocimiento real de cada idea propuesta. Si algo diferenció a La Banda del Capitán Corneta de otras agrupaciones del ámbito pop, era que estos músicos improvisaban. Y a gran nivel.

Pero el choque de personalidades y propósitos entre Pancho Rojas y Pedro Rodríguez comenzaba a transformarse en una bola de nieve. A eso había que sumar los permanentes problemas de disciplina de Caballero, que ya lo habían sacado de la banda. El grupo se había quedado sin uno de sus mejores elementos. El reemplazante en las cuatro cuerdas fue Nelson Arriagada, quien también tocaba para el grupo La Red y tenía una disciplina tal (era cellista clásico), que tardó muy poco en convertirse en el director musical, barómetro y catalizador de los ánimos no sólo entre las dos cabezas más visibles del conjunto, sino entre todos sus miembros.

La separación y el regreso
Rojas gustaba del rock duro tipo Faith no More (estaba muy atraído por una figura como Mike Patton), mientras que Rodríguez seguía atado a las raíces bluseras (entonces no escuchaba más que a Jimi Hendrix). Las performances de los Corneta eran consideradas por un abierto llamado al apareamiento de los asistentes. Las jornadas de blues-rock podían ser musicalmente orgiásticas desde el escenario y traspasarse a la audiencia. Un sello que acompañó los mejores momentos de la banda.

En 1993 Arriagada dejó el grupo para comenzar una larga residencia en Alemania y convertirse más tarde en contrabajista de jazz. Entonces volvieron a recurrir a Caballero como bajista. Hasta el final de su vida, el quinteto se mantuvo resistiendo la ruptura a pesar del choque de concepto entre Rojas y Rodríguez. Los sellos discográficos llegaron a ofrecer cuatro contratos al grupo y un futuro esplendor. Finalmente firmaron con Alerce y editaron su debut (y despedida de esa primera época) bajo el título de Perros días (1994).

La gira de presentación del álbum ni siquiera alcanzó a terminar su primera etapa. La tensión iba en alza y hacia fines de ese año resultaba inmanejable. Caballero dejó definitivamente el proyecto y para el lanzamiento de Perros días, los Corneta reclutaron a Miguel Pérez (también bajista de La Red). Tres noches seguidas en La Piedra Feliz de Valparaíso y un posterior frustrado (aunque se dice que boicoteado) show al amanecer en Ritoque en enero de 1995 terminaron con las aspiraciones de uno de los grupos más importantes de toda la década. Los hermanos Pancho y Cristóbal Rojas, más Miguel Pérez, siguieron en el rock encabezando el grupo Mandrácula. Pedro Rodríguez partió a Nueva York para estudiar jazz (luego regresó a los grupos Nexus, Marx Trío y Los Titulares) y Mauricio Rodríguez siguió como guitarrista de jazz al mando del Almendra Trío.

Doce años más tarde, la banda se reuniría para realizar dos conciertos espontáneos en los dos espacios recurrentes para sus actuaciones ñuñoínas: el Club de Jazz de Ñuñoa y La Batuta en Plaza Ñuñoa. La Banda del Capitán Corneta se rearticuló en enero de 2007 con el último quinteto activo y congregó a un no menor contingente de fanáticos, entonces bien entrados en la treintena de edad. Sus presentaciones continuaron durante todo el año. Pero las diferencias entre algunos de sus fundadores se intensificaron incluso en ese período de reactivación, y Pedro Rodríguez dejó el grupo definitivamente con su siguiente mudanza a Estados Unidos. Los hermanos Rojas incluyeron como colaborador al guitarrista Emilio García para un formato de cuarteto, con algunas presentaciones esporádicas, que concluyeron en 2012 con el disco Historias de un hijo del blues.

Actualizado el 26 de mayo de 2021