Iñigo Díaz
Schumacher ingresó en 1982 a la Facultad de Artes de la Universidad de Chile para estudiar Licenciatura en Música. Fue parte de una primera generación de estudiantes en ese campo, y entonces tuvo como profesores a maestros como los compositores Carlos Botto y Cirilo Vila, y los musicólogos Luis Merino y Rodrigo Torres. A ese primer frente académico se unió en 1988 su profesor guía de la tesina requerida para la obtención del grado, Juan Amenábar, pionero en la electrónica chilena con su obra "Los peces" (1957). Ello significaría todo un presagio en la historia de Schumacher. La investigación se tituló ‟El factor tecnológico en la composición musical del siglo XX”.
Durante ese período formativo, Schumacher escribió sus tempranas obras. La primera que estrenó en una sala junto a creaciones de otros estudiantes tuvo lugar un día después de la matanza de Corpus Christi, ocurrida en junio de 1987. «Mientras sonaban los compases de nuestras precarias músicas, seguía llegándonos información de los nombres de los asesinados», recordaba Schumacher. Sus siguientes obras instrumentales aparecieron a mediados de los '90: "Tres piezas informales" (para vibráfono, clarinete y violonchelo) y "Ausencia de Dios" (para barítono, viola, fagot y piano). Pero su época como compositor para instrumentos tendría un final. En el Festival de Música Contemporánea de la U. Católica de 2005, estrenó su última partitura de esta naturaleza, "Jugar" (para quinteto). Ese año, entonces, Schumacher estaba absolutamente volcado a la investigación y la creación de música electroacústica.
El resurgimiento de la electroacústica
Junto a Carlos Irarrázabal, Schumacher desarrolló la obra electroacústica en cuatro canales "La música de cuerpo" (1998), basada en sonidos corporales y que asimismo incoporaba secciones improvisadas. «Durante el período de composición de esa obra, celebramos la detención de Pinochet en Londres, pero su vergonzoso regreso a Chile motivó en parte mi partida», diría el músico. Sus pasos siguientes apuntaron a nuevos estudios especializados en electroacústica, en la Escuela Nacional de Música de Pantin, con Christine Groult, y de Composición con Philippe Leroux en la ENM de Blanc Mesnil, ambas en Francia.
Fueron los momentos previos al encuentro que se produjo entre los años 2000 y 2001, para formar la Comunidad Electroacústica de Chile (Cech), primer acontecimiento en la reaparición de esta modalidad de música académica, que en Chile había alcanzado momentos de gloria en laboratorios y festivales, con los nombres de León Schidlowsky, Juan Amenábar, José Vicente Asuar y más tarde Gabriel Brncic. Nuevos compositores, formados ya en tiempos de democracia impulsaron la Cech en 2002: José Miguel Candela, José Miguel Fernández, Roque Rivas y Cecilia García Gracia, entre otros. También Federico Schumacher, desde Europa. Candela, en especial, sería importante en esta avanzada, toda vez que los Ciclos Internacionales de Música Electroacústica que había estado organizando, se transformarían poco después en el festival Ai-Maako.
Por ese tiempo, ya con la Cech y Ai-Maako en marcha, Schumacher incursionó con mayor dedicación en el estudio y la investigación de la música electroacústica en Chile. Uno de sus primeros logros fue el catastro de la biblioteca completa de obras de esta naturaleza junto al citado libro La música electroacústica en Chile, que derivó en el álbum triple triple 50 años de música electroacústica en Chile (2006). De paso publicaría con el netlabel Pueblo Nuevo su disco monográfico de acusmática (In) disciplina (2007), en otra muestra del cruce que se generó entre la electroacústica académica y la electrónica del mundo popular.
En 2008 instaló el Laboratorio Arcis de Informática Musical y pasó a dirigir las siguientes ediciones de Ai-Maako. Fuen entonces cuando sobrevino otro giro en las investigaciones de Schumacher, ahora vinculado a las ciencias cognitivas de la música: la pregunta de "por qué escuchamos lo que escuchamos cuando escuchamos música acusmática". Un doctorado en Canadá y Brasil lo guió hacia ese fin en 2013, y luego su llegada a la Facultad de Psicología de la UDP le permitió implementar otro laboratorio de investigación, el AcusmaLab (luego reconvertido en el Laboratorio de Fenomenología Corporal y Experiencia Musical). Uno de sus últimos trabajos en este campo es el artículo "Doble articulación y ciencias cognitivas de tercera generación: desafiando las nociones tradicionales en torno a la experiencia musical acusmática”, escrito con Claudio Fuentes, que fue publicado por la revista Resonancias.
Actualizado el 29 de julio de 2024