Iñigo Díaz

Natalia Bernal tuvo a modelos vocales como Shirley Bassey, la peruana Eva Ayllón, la brasileña Maria Rita e incluso la chilena que pavimentó la posibilidad de relacionarse con el jazz en Estados Unidos, Claudia Acuña. Bernal llegó a Santiago para estudiar canto con Lorena Pualuan en 1999. Durante todo 2003 se presentó en sesiones en el hotel Hyatt junto al pianista Nano Prado y posteriormente actuó en el club Thelonious y el Club de Jazz con el trompetista Daniel Lencina.

Desde que se mudó a Berklee ingresó a un círculo cosmopolita, encabezado por músicos latinos, entre quienes estaban, dos chilenos: la saxofonista Patricia Zárate y el baterista Pancho Molina. Así desarrolló su lado interpretativo en la línea de lo que se llamó “música latina libre”. Sus apariciones en ambientes de la música universitaria incluyen grabaciones de canciones latinas en distintos discos (“De donde vengo”, “El borde de mi tierra”, algunas de ellas incluso de su autoría). También efectuó colaboraciones en vivo con figuras de la música caribeña como Paquito D’Rivera, Cachao López, Rubén Blades y Juan Luis Guerra, y más adelante participó en grabaciones de jazz latino, por ejemplo con el panameño Danilo Pérez. En las rutas entre Boston y Nueva York, Natalia Bernal también compartió con las jazzistas chilenas Melissa Aldana y Camila Meza, además de Pablo Menares y Yayo Serka. En 2010 grabó su primer disco, La voz de tres, con un ensamble camerístico estadounidense con voz, guitarra y piano. Se estrenó en Pittsfield, en un concierto en el Lichtenstein Center for the Arts. Natalia Bernal también se presentó en el prestigioso club Blue Note neoyorquino, en el Geneva Music Festival en Nueva York o el Branford Jazz Festival en Connecticut.

Fue el inicio en su etapa de grabación, edición y publicación de discos como intérprete y compositora, que desde mediados de los años '10 tendría otros frentes, como la composición, la producción y la educación. La creación propia encontró amplio espacio una década después del disco Sueños y delirios (2014), y puso a Natalia Bernal en una mirada a esa inspiración latinoamericana e historia que ella tenía desde sus tiempos en Iquique y en Santiago. Bajo el rótulo de "andean jazz", el álbum En diablada (2024) la mostró más como una cantante de fusión que estrictamente de jazz, tomando elementos de las tradiciones folclóricas andinas y sudamericanas y aspectos del jazz, el blues y el rock, con una banda mestiza que incluyó a músicos de distintas partes del mundo.