Iñigo Díaz
Publicista de profesión, a los 26 años Cristián Valdivia emprendió un camino musical con sus estudios tardíos en la Escuela Moderna de Música. Desde ese contexto organizó su primera banda, Fataumata. Se trataba de un trío de rock donde comenzó a tocar el bajo eléctrico. El grupo grabó los álbumes El último pez (2002) y 33 palabras (2005), pero sobre todo fue un período de activo movimiento en escenarios, conciertos y contacto con el público, lo que a la larga también desembocaría en la decisión de retirarse.
Es la época en que Fataumata compartía sala de ensayo con unas ascendentes Mamma Soul, lo que llevó a Valdivia a conectarse con algunas de sus integrantes, principalmente Michèle Espinoza. El resultado fue un proyecto ecléctico de música pop, soul y procesos electrónicos con Espinoza, llamado Concepto María Dolores. Su único disco, Conceptomaríadolores (2008), vincularía a Valdivia con el trabajo en el estudio, el computador, las programaciones y las máquinas.
El año siguiente, y ya en los momentos finales de una depresión que lo llevó a internarse, Valdivia publicó el citado La niebla de Pekín, el primero de sus álbumes solista autobiográficos, donde puso en relieve una delicada sensibilidad sobre el texto, el sonido y la melodía. Oscuro y descriptivo de su momento, dio paso a sus siguientes discos, segunda y tercera parte de la misma historia conectada por el tiempo: Instrucciones para desarmar el silencio (2010) y La mecánica invisible (2012). La experiencia en el estudio casero y los resultados sónicos determinaron el rumbo que Valdivia estaba corrigiendo en su labor como músico, principalmente autor pero también productor.
En ese terreno, acumula trabajos diversos que se pueden apreciar en álbumes de diversa consideración, como Salvamialma (2004), de la ex Mamma Soul Jeannette Pualuan, el primero en el que Cristián Valdivia operó como productor, aquí intuitivamente. Luego aparecen en su lista de producciones los discos de Paula Herrera (Verde y celeste, 2011). Trinidad Alliende (Desde mi mirada, 2014) y Entrópica (Al espacio, 2016), álbum de pop electrónico que lo llevó a experimentar decididamente en el sonido y las tecnologías y que se tradujo en su cuarto título propio, Bailar sin ganas (2017).
Actualizado el 26 de septiembre de 2019