José Oplustil
Alfonso Letelier alternó sus profesiones de compositor e ingeniero agrónomo, labor que llevó a cabo en el fundo familiar ubicado en la Laguna de Aculeo. Estudió en el conservatorio hasta 1935 con Raúl Hügel (piano) y Pedro Humberto Allende (composición). Dos años más tarde contrajo matrimonio con la cantante Margarita Valdés Subercaseaux y en 1940 cofundó la Escuela Moderna de Música con otras personalidades (como Elena Waiss y René Amengual), e inició la dirección de su conjunto de madrigalistas. En 1947 fue becado por el Instituto de Cultura Hispánica y estudió con el compositor Conrado del Campo.
Fue profesor en el Conservatorio Nacional (1946-53), decano de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales de la Universidad de Chile (1952-62) y vicerrector de esta entidad en distintos periodos, presidente de la Asociación Nacional de Compositores (1950-1956), director de la Revista Musical Chilena (1957), jefe del departamento de música del Ministerio de Educación (1969-73), miembro de la Academia de Bellas Artes (desde 1966), así como decano y profesor en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (1984-90).
Además de las numerosas actividades de Letelier en torno a la promoción, enseñanza e interpretación musical, durante su periodo en la Universidad de Chile fue responsable de la reunión de todos los servicios musicales de esta casa de estudios, como la Facultad de Música, el Conservatorio Nacional, el Instituto de Extensión Musical y el Instituto de Investigaciones Musicales, en el edificio que se instaló en Compañía 1264. Las nuevas dependencias se inauguraron en 1962 y la mencionada facultad lleva el nombre Alfonso Letelier desde 1996.
Letelier también realizó varios viajes a Europa y Estados Unidos para promover el arte musical chileno y asistir a presentaciones de sus obras. Entre los numerosos galardones que recibió están el Premio Nacional de Arte mención Música en 1968 y el Premio al Mérito Artístico de la OEA en 1985.
Desde el canto gregoriano al expresionismo alemán
Las primeras partituras de Letelier acusaron la influencia impresionista combinada con cierta tendencia nacionalista. Pero pronto apareció una veta expresionista, que pasó del cromatismo wagneriano a la politonalidad y la atonalidad, acercándose poco a poco, con libertad e individualidad, a la técnica serial. Además, elementos del canto gregoriano y el renacimiento español se combinan con cierto misticismo y sensibilidad religiosa, así como un profundo amor por la naturaleza y el campo.
Letelier es recordado, sobre todo, por sus partituras vocales de gran formato como "Misa solemne" Op.1 (1930), "Canciones de cuna" Op.13 (1939), "Sonetos de la muerte" Op.18 (1943-48), "Vitrales de la Anunciación" Op.20 (1950), "La historia de Tobías y Sara" Op.26 (1955), "Estancias amorosas" Op.34 (1966) y "El hombre ante la ciencia" (1983-85).
Los "Sonetos de la Muerte" estaban basados en poemas de Gabriela Mistral y el tercero de ellos obtuvo el primer premio en el Primer Festival de Música Chilena en 1948, mientras que la ópera oratorio "La historia de Tobías y Sara" recogía un texto de Paul Claudel y logró el segundo premio en el Cuarto Festival de Música Chilena en 1954.
La producción instrumental de Letelier también fue importante. "Vida del campo" Op.14 (1937) y "Cuarteto de cuerdas" Op.12 (1938-39) ganaron un segundo y un tercer premios, en sus respectivas categorías, durante el concurso Cuarto Centenario de la Fundación de Santiago realizado en 1942. También fueron premiadas en los festivales de música chilena su "Sonata para viola y piano" (1949) y "Variaciones en Fa para piano" (1948). Esta última obra, además, fue presentada en el Festival de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea realizado en 1952 en Salzburgo.
Entre los encargos internacionales de Letelier figuran la suite "Aculeu" Op.27 (1955-56), estrenada y grabada por la Orquesta de Louisville, y "Fünf anekdoten" (1972), escrita a pedido de la Radio de Mainz y presentada por el Musica Nova Ensemble en Worms. Otras obras de Letelier que han sido grabadas son "Vitrales de la Anunciación", "Vida del campo", "Preludios vegetales" Op.36, "Concierto para guitarra" Op.31, la sinfonía “El hombre ante la ciencia” y "Nocturno".
Letelier en la mirada
“En su obra surge a cada paso la vena desolada de quien comunica a través de la música hondos dolores y patéticas desesperanzas. Como fuente de angustias, pocas hay tan abundantes como las que el compositor ha captado musicalmente en la identificación de su sentir con la soledad bíblica de Gabriela Mistral en los 'Sonetos de la muerte'” (Domingo Santa Cruz).
“Una vez más Alfonso Letelier cedió al embrujo de la hermosa naturaleza que circunda la apacible comarca con la cual él ha convivido a menudo en hogareña comunión, como se ha dicho. Y ahora, francamente y con toda lógica, fue Aculeo la tierra a la cual recurrió como estímulo musical, bastante íntimo, a fin de dar vida a la nueva obra absolutamente inédita que debía remitir a Louisville” (Jorge Urrutia Blondel).
“La sinfonía 'El hombre ante la ciencia' marca un hito de suma importancia en la creación musical chilena. En ella se deslumbra un lenguaje novedoso y diferente al que ya conocemos como característico de la música nuestra. El paisaje geográfico se transforma en panorama interno, reflejo de su alma, adquiriendo contornos metafísicos muy ligados a una mística de orden religioso, de suyo cercano a aquel misticismo renacentista español, representado por Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, Tomás Luis de Victoria, que tanto benefició la expresión artística y literaria de nuestra madre patria” (Carlos Riesco).
“A medio camino entre 'Sonetos de la muerte' y el oratorio 'Tobías y Sara', 'Vitrales de la Anunciación' marcan con claridad una transición estilística en su obra. La impresión que dejan es de novedad y sencillez, cualidades que van juntas sólo en la expresión madura, fruto de muchas observaciones, vivencias y experiencias. Por ello es que las síntesis que evidencian los 'Vitrales...' abarcan la personalidad completa de su autor, de la cual no es posible tener conciencia total (ni de adentro ni de afuera), por lo que habrá que atribuir muchas características de su estilo a su naturaleza misma, indivisible en la sinceridad del momento creador” (Gustavo Becerra).