Sobre una huella sonora
Celebrará esta semana en vivo los diez años de Los Celestinos, su más conocido conjunto, aplaudido ensamble de vals criollo e interpretación sentimental. Pero el cantor Julián Herreros —compositor, guitarrista y productor— reparte ideas desde hace años también en trabajos solistas y otras colaboraciones, en los que encauza un interés de absorbente alerta a la tradición. Cuando viaja, escucha atento pistas de raíces ajenas. Cuando practica, prioriza ideas antes que técnica. Cuando compone, dice, deja pasar experiencias personales que le aseguren honestidad. «Creo en ser capaz de componer como parte de tu recorrido personal», describe, y su definición creativa es también una advertencia: «Los lenguajes son como seres que se alimentan de la vida de uno».
Marisol García | 11 de febrero de 2020 Fotos: Marisol García
A veces, Julián Herreros se pregunta en silencio si es que sus pasos en la música acaso no andarían mejor concentrados en tan sólo una senda, y no en varias a la vez. El guitarrista y cantor —activo desde la adolescencia en proyectos de bandas y a solas; como compositor, intérprete, arreglador y productor— sabe, sin embargo, que en su caso la respuesta es inescapable:
«No podría hacerlo. No me sentiría tranquilo. En la música necesito los contrastes y frecuentar mundos diferentes, precisamente para poder encontrar las similitudes que existen entra tradiciones. Lo que me interesa son los lenguajes musicales que reúnen a la gente en círculos».
En parte por eso, en la trayectoria de Herreros (n. 1982, San Bernardo) aparecen experiencias de inesperados desvíos: el primer disco en el que participó con sus propias canciones, hace veinte años, fue junto a una banda de hardcore-punk (Animal en extinción, de Agorex), en las antípodas de su debut solista, Mestizo (2014), de exigente anclaje en la raíz latinoamericana.
Reconocido hoy sobre todo como integrante de los aplaudidos Los Celestinos —allí es segunda guitarra y voz, además de compositor—, Herreros prepara para este semestre el primer álbum de otra de sus bandas, Coral Rojo, y antes de fin de año espera poder compartir el álbum de valses peruanos cantados por mujeres que ha venido coordinando como productor junto a Carmen Lienqueo, Claudia Mena, Katy Campos, Sara Van, Sofía Viola y Las Porteñitas, entre otras.
Sólo en 2019 participó de los discos Solitaristas (selección a cargo de Macha Asenjo también con Chicoria Sánchez, Horacio Salinas y Raúl Céspedes, entre otros destacados guitarristas a bordo); En el borde de la noche, de Camila y Silvio; y en el debut de Cabezas Rojas. Junto a Los Celestinos, arregló y grabó la versión de la andaluza Encarna Anillo para el clásico "Todos vuelven", nada menos que con Estrella Morente de invitada (video oficial).
El nombre de Julián Herreros venía asomándose ya en muchos otros discos, como Del canto hago mi vida (2018), de Dángelo Guerra; Escrito en el agua (2012), de Carola Guttman, y en el proyecto de libro/disco infantil de cuecas Kokorokó. Al servicio de ideas, más que de la promoción de un proyecto o banda en particular, confía en la máxima del músico popular integrado a su comunidad en el aporte de una expresión amplia:
«El camino de la música es bien misterioso, y no hay cómo saber qué motiva a cada quién. En mi caso, creo que la composición, la producción y la circulación de ideas es el lugar que me corresponde», comenta, fumando mientras ordena palabras. «Cuando escuchas la expresión de alguien, el conjunto de intenciones delante o detrás de cada nota, te das cuenta de que no es algo que responda sólo a la técnica. Son vidas, son ideas que se encuentran».
—¿Ves con la misma libertad tu paso entre géneros?
—Escucho muchas cosas y me interesa tomar lecciones de varios lados. Pero si tengo que definirme en tres pilares, lo tengo claro: folclor, vals peruano y flamenco.
Había en su familia guitarristas entusiastas, recuerda, que desde niño le hicieron ver la importancia de la energía en el rasgueo, el gusto sincero por un repertorio al que se termina tributando con todo el cuerpo:
—Entendí así por qué se canta, qué motiva la música, más allá de la técnica y el rigor —ilustra—. Ubiqué la música tradicional al servicio de ocasiones y tránsitos de vida. Aprendí la ventaja que al respecto puede tener la gente mayor, porque en la música se escuchan la vida, los dolores…
—¿Son lecciones que aún te importan? ¿Las aplicas en Los Celestinos, por ejemplo?
—Si canto algo me interesa tener una autoridad personal sobre eso. Con Los Celestinos mostramos música que viene de un estudio y de una práctica, pero en la que nos preocupa que se transmita honestidad, que no suene impostada. Creo que, en los lenguajes tradicionales, la música te retribuye cuando metes pedazos de vida de calidad en ella. Por eso no creo en encerrarte para puramente mejorar tu técnica, sino que en ser capaz de componer como parte de tu recorrido personal, de tus experiencias, tus amistades… Los lenguajes son como seres que se alimentan de la vida de uno.
Siguió desde pequeño estudios de guitarra. Tenía 12 años cuando su padre llevó a la casa una guitarra eléctrica, y sin planearlo se hizo cómplice del nacimiento de una nueva banda punk de integrantes precoces y nombre furioso. Tocatas con Alambique Veloz y Pánico quedaron entre los laureles en la breve historia de Frustración.
Como punki entusiasta, Herreros ostentaba entonces guitar-heroes atípicos:
—Paco de Lucía, [Atahualpa] Yupanqui… Ritchie Blackmore —recuerda sobre sus primeros modelos—. Era una mezcla entre lo que se escuchaba en mi casa y los que a mí me parecían virtuosos, que estaban en el rock clásico, en el metal. Cuando uno es chico, con la guitarra se te hacen importantes los solos, la velocidad y esas cosas, pero nunca fui de encerrarme a practicar técnica hasta el infinito.
—¿Qué tanto te importa la técnica, entonces?
—Si estoy con la guitarra trato de tocar más que de estudiar. No soy alguien que haga escalas rápidas ni que improvise en tiempo real. Nunca enganché con el rollo jazzístico tipo John McLaughlin. Lo que busco es un resultado sonoro apegado a un estilo, y llego ahí cuando me gusta lo que escucho, nada más. Y si la idea necesita una técnica, pues la desarrollo, pero no al revés.
Su fórmula como guitarrista se amplió contundentemente ya en la adolescencia, luego de que a su colegio llegase el músico Camilo Candia a ofrecer una muestra de guitarra flamenca:
«Quedé asombrado con la técnica, los golpes, los rasgueos. Quise altiro meterme a clases».
A los 16 años, Herreros comenzó a estudiar la tradición flamenca en cuerdas y en cante. Se impuso desde entonces una nueva disciplina con las cuerdas y una técnica que, asegura, no ha dejado de aplicar más tarde a otros sonidos. Aunque su gusto por el rock acelerado seguía para entonces intacto, Herreros no dejó de buscar lecciones junto a maestros como Andrés Parodi, Jorge Bravo y Alfonso Rubio, entre pistas venidas de tocaores y decimistas. Ese acervo sumado a su interés autodidacta en sonidos tradicionales de ciertas regiones asiáticas (Georgia, Kazajistán, Mongolia) y sucesivos viajes —sobre todo a Perú— han dejado en sus dedos la disposición al tributo a un cauce musical mucho más ancho y antiguo que el de sus circunstancias.
«Creo que en el arte, o al menos en mi experiencia, es súper importante estar sensiblemente conectado con el presente, y cualquier composición que uno hace es una huella de ese presente que va quedando. Y yo, que en gran parte me he formado escuchando, sé la importancia de las huellas, porque soy gracias a las huellas que otros dejaron».
En Coral Rojo, el quinteto vocal del que es fundador, director musical y compositor, confluyen varias de esas vertientes de búsqueda y recopilación de saberes ancestrales, encauzados en un sonido por completo diferente al que el cantor muestra en otros proyectos. El conjunto presentará su primer álbum este semestre.
—En tu música escucha uno la doble oferta de lo que se recupera y lo que se propone, como en un muy cuidado equilibrio entre tradición y remezcla. No es la cita del pop a lo antiguo, sino algo que aparece mucho más minucioso en su factura.
—He tenido la tendencia a mezclar ciertas cosas, sí, y critico el puritanismo ortodoxo, pero no puedo negar que me gusta la tradición en altos grados de pureza. No me gusta que llamen 'cueca' a algo que no es cueca. O que me presenten un huayno y tenga yo que pasar todo el tema buscando el huayno, sin que se aparezca por ningún lado. Mejor me dices que es una canción «con aires de huayno», y me quedo tranquilo, ¿cachai?
—No aceptas todo.
—Valoro el esfuerzo de todos, pero no me gusta todo: no. Las cosas que escucho inevitablemente para mí pasan por un colador de un conjunto de valores, y ahí no caen el oportunismo, la ignorancia sobre asuntos básicos, el aprovechamiento, que me vendan una pomada… No soporto escuchar exitismo si estoy escuchando música.
Los Celestinos en vivo: Aniversario 10 años
>miércoles 12 de febrero
>Maestra Vida (Pío Nono 380, Barrio Bellavista, Santiago).