Catana, sin tregua
Rimas a la vez íntimas y sociales, lanzadas en un flujo sinuoso que sugiere la voz de una mujer segura de la valía de su trabajo. En la rapera santiaguina hay conciencia y ambición («hoy siento que lo tengo, / y a la vez quiero más y más», advierte en su single "Ulalá"), dispuestos ambos para un 2020 que confirme su apuesta con vuelo musical propio.
Marisol García | 28 de noviembre de 2019 Fotos: Marisol García
Dos decisiones personales importantes tuvo que tomar Catalina Catana Cornejo en 2018 —una, práctica; la otra, vocacional—, y ambas se redefinen ahora casi por completo en un país que ya es otro que el de entonces.
La rapera nacida en San Miguel (1991) y críada en Cerro Navia buscaba hace un año un arriendo en un lugar tranquilo, y encontró el adecuado en el Parque Bustamante, que desde el 18 de octubre es espacio de revuelta incesante; a veces emocionante, a veces temible. Se ha integrado a la masa desde el apoyo y la disidencia, asegura:
—Si para algo sirve lo que está pasando ahora en Chile es para tomar conciencia. A mí me ha motivado a tomar ciertas riendas o posturas con las que no me había querido comprometer, por no querer abarcarlo todo. Ya no puedes mantener esa distancia. Y espero que a todos les esté pasando algo similar, porque si no, qué lástima.
La otra decisión era aun más significativa, y sus frágiles resultados a la luz de lo que sucede refuerzan la valentía que hubo en su génesis: tras tres años como cajera y luego asesora de servicios en un banco capitalino, Catana —quien tiene un título profesional en administración de empresas— dejó su cargo sin tener un sueldo de reemplazo. Latía en ella el deseo de una dedicación completa a la música, y era hora de formalizarlo, estimó.
Hoy, sin embargo, incluso su anunciada participación en el próximo Lollapalooza-Chile (marzo 2020) está en duda, como casi toda la agenda musical en vivo del verano.
—¿Te arrepientes?
—No. Ni de esa etapa de trabajo ni tampoco de haberla dejado. Fue algo que terminé forzando yo, queriendo que ocurriera. Claro que ahora estoy en la incertidumbre, sin saber si deba o no retomar ese rubro para subsistir… y espero que no sea necesario. Las lecciones de todos mis trabajos las aplico también en la música.
La formalidad que le dio a Catana el impulso para probarse como una profesional de la música fue Qween C, un minidisco de siete títulos que desde marzo de 2018 la ubicó en el radar de nuevas voces de pulso urbano a las que prestarles atención. Hay ahí tracks opinantes y personales, en los que su voz sinuosa elige antes la sugerencia que el golpe, entre arreglos atmosféricos, sombríos, no exentos de misterio (se entiende por qué nombra a Kendrick Lamar como una referencia mayor).
"Espuma", su tema a dúo con Cease, es una interpelación amenazante en la que Catana suena decidida y temible, sin ni asomo de la contención de una debutante («ratatatá: no me jodas que yo ya gané en este juego…»). "Dime" es en parte exposición sentimental («quisiera tener un abrazo de mi abuela / y en su regazo pasar todas las penas. / Mirarnos a la cara / que no existan problemas / que risas de mi madre sean eternas…») pero también en parte un certero presagio del país que iba a explotar:
… haciendo canciones, no viviendo en una farsa,
tenemos la fuerza, no queremos amenazas.
Lo siento, pero dar la tregua no será tan fácil
Barsas: no tomes lo que no te pertenece,
me rompo el lomo pa' sumar y obtener los creces.
Con peces gordos haremos la cena,
[…] bajoneando la pizza no habrá quién nos pare.
La policía cerca hostigándonos por nada,
reprimiéndonos,
viviendo alertas.
Certeros cortes, nada de estocadas,
como una nube voladora, hoy nadie me para.
La sensación de crecer no es en vano.
La reacción de buscarte a los ojos no es en vano.
No bajaremos los brazos.
No bajaremos los brazos.
Omito fracasos.
No bajaremos los brazos
Si el corazón se para, usaremos marcapasos…
«Si bien hago música que consigue entretener, el mensaje ha sido para mí siempre importante. No necesariamente político pero sí social, y nacido de mi experiencia», dice. El cliché de conocer el sistema desde dentro es, según el trayecto laboral de Catana, una frase ajustada a su currículo, pero también a experiencias vitales que dejaron frente a ella desde pequeña el hiriente desprecio de la inequidad:
—La desigualdad es algo que conozco, que he experimentado desde chica; es algo asociado a mi crianza y a mis orígenes. Crecí en un entorno donde la vulnerabilidad estaba instalada. Temprano fui tomando conciencia.
—¿También de la discriminación?
—Me tocó la crueldad de recibir burlas de niña por mi origen indígena [su apellido materno es mapuche]. Luego de adulta te das cuenta de lo absurdo de algo así, de la importancia de la defensa de las raíces, de cómo la bandera mapuche es hoy símbolo de orgullo… pero de niña en el colegio lo que captas es que tu apellido y tu aspecto son motivo de burla. Y eso te hace sufrir, por supuesto.
—¿Qué rasgos tuyos de adulta crees que se explican por eso?
—Uno genera ciertas corazas a partir de lo que vive. La desigualdad te entrega un resentimiento que fui superando con el tiempo, al irme relacionando con gente de otro estátus social al mío… y que no es necesariamente mala. Personas que no alardean de la plata, que simplemente nacieron en ese privilegio, tal como a mí me tocó otro lugar. Eso lo vas aprendiendo, y entiendes que hay culpas que son de un sistema mayor a las personas.
Cuando viajó este año por primera vez a Europa (en parte para presentaciones con Nfx y Bronko Yotte), recuerda el impacto de confirmar que «un sistema basado en las personas, y no en el capital, sí puede repartir los recursos en igualdad y hacer que la gente viva de mejor manera».
—Luego volver a Chile y darte cuenta de que lo que tenemos acá es aún peor de lo que pensabas, y que si nos mantenemos en esta desigualdad es porque hay personas a las que eso les conviene… Piñera y todos los políticos son hoy la cara visible de la indignación pero, para mí, no son más que marionetas. Porque los dueños del país son otros. Y por eso los cambios que se puedan generar en esta crisis son momentáneos, hasta que no se revise de verdad que los recursos que están siendo vendidos hacia el extranjero se queden acá para generar empleo y dinero.
Hoy ocupada en los nuevos temas que quiere difundir a partir del verano —la mujer que en "Ulalá" advierte «hoy siento que lo tengo / y a la vez quiero más y más», promete un disco completo para el segundo semestre de 2020—, Catana trabaja música que la enfrenta, también, a su propia definición de estilo. Casi toda la difusión ganada hasta ahora la ubica como rapera mujer en el desvío del sonido «urbano», pero es probable que su desarrollo autodidacta termine por volver obsoleta esa clasificación.
—Las casillas para mí nunca fueron gratas. Forjé mi camino en el hip-hop, en las lecciones que aprendí de ese círculo, pero escuchaba más cosas. Entendía la black-music en amplio, de Lauryn Hill a Erykah Badu. Lo de desarrollar mi diversidad vino después de conocer a más músicos, de otros lenguajes, y la posibilidad de comenzar a colaborar con ellos y permitirme hacer fusiones como las que actualmente hago.
—¿Qué pistas persigues para saber con quién colaborar?
—Lo que más me preocupa es encontrar ritmos que me acomoden. Si el ritmo de una base no me maravilla ni deslumbra, va a ser muy difícil que yo le agarre el suficiente cariño para llevar el track a alguna parte.
En ese camino, avanzar hacia grabaciones junto a gente como Fernando Milagros (en el tema "Antirrevolución") y Kinética ("Mar adentro"), ha sido, para Catana, «un modo de probarme a mí misma».
—Aspiro a convertirme en músico en su totalidad, ya no sólo como autora —dice—. Me gustaría llevar lo que hago a otra evolución, quizás ocupándome yo misma en instrumentos y en la creación de bases. Pienso en la evolución de Ana Tijoux, que partió enfocada sólo en rapear y hoy la puedes ver completamente desenvuelta cantando, tocando instrumentos. No tenemos el mismo estilo, pero para mí es un referente por su camino, por lo que ha conseguido siendo una mujer en solitario y teniendo dos hijos.
—Has hablado en entrevistas de lo importante que es la validación para una mujer en la música.
—Por supuesto. Fue un proceso lo de llegar a pararme frente a cualquier hombre y decir: ésta soy yo, y dejar de perder el tiempo buscando la aprobación de otros. Como muchas mujeres, mantengo inseguridades y cuestionamientos sobre qué hacer, y no tengo todo resuelto como para sentirme con el empoderamiento de ser una vocera. Pero cuando entiendes que lo que haces tiene importancia en sí mismo, que puedes escribir y cantar desde tu situación, es cuando tu identidad agarra su máximo florecimiento. Mis letras más feministas las escribí hace dos años, y hoy enganchan perfectamente con la discusión en la que estamos. El camino es más fácil cuando tú misma dejas de ponerte trabas. La validación más importante es la propia.