La Chinganera, en la frecuencia de la improvisación
Su gusto por la música de raíz la llevó muy joven a la investigación y el estudio, y así sucedió también más tarde al descubrir la tradición de poesía popular chilena. Hoy la cantora Fabiola González aspira a poder ser llamada también payadora, y debuta como tal junto a tres compañeros en un gran encuentro del oficio en Santiago. «El desafío mayor es estar a la par, y eso llevará tiempo», dice sobre su cita de mayo con la poesía improvisada frente a una audiencia: «Estoy aprendiendo a caminar recién y espero pronto agarrar galope».
Marisol García | 4 de mayo de 2018 Fotos: Manu Rojas
Si la paya se presenta como un arte dinámico, de ida y vuelta entre improvisador y audiencia, Fabiola González, «La Chinganera» puede hoy jactarse de haberse fogueado en ambos bandos. Hace diez años, la cantora, guitarrista y profesora de música comenzó a asistir a encuentros de payadores. Y, como suele hacerlo con los temas en los que se interesa, la experiencia en vivo la complementó rápidamente con lecturas, estudios y entrevistas con cultores.
Llega ahora estar del otro lado. Este domingo en Matucana 100, «La Chinganera» subirá al escenario como una de los cuatro nombres que ocuparán el «Primer Encuentro de Payadores» en ese espacio junto a la Quinta Normal de Santiago. Cecilia Astorga, Hugo González y Manuel Sánchez [los cuatro en la foto superior, con Fabiola con guitarra en mano] son también parte de la convocatoria, extendida en su texto promocional «a los amantes de la poesía improvisada».
Muchas de las canciones compuestas hasta ahora por La Chinganera se han valido de la forma métrica de la décima popular. La novedad ahora está en improvisarlas:
«Sí es un tremendo desafío entrar al mundo payadoril y estar en la frecuencia de la improvisación —admite sobre la cita del primer fin de semana de mayo—. Participar, comprender y pertenecer al rito del canto a lo poeta es una maravillosa forma de sentir y expresar esta cultura histórica y patrimonial que llevamos todos de una u otra forma, más aún quienes tenemos un origen y/o un ancestro rural. El desafío mayor es estar a la par con mis compañeros y eso llevará tiempo, estoy aprendiendo a caminar recién y espero pronto agarrar galope.»
El galope en la paya es mezcla de memoria y de gracia, de talento con la palabra e ingenio con el humor. La tradición popular presentó la paya como una contienda; un duelo exigente sin pauta ni extensión predefinidas, y en que el imperativo es el encantamiento de la audiencia a través de rimas nuevas, que no cualquiera puede llegar e improvisar. Prima en esa dinámica la décima, pero también los brindis, las cuecas improvisadas, la personificación, el banquillo y por supuesto los pies forzados que fija el público.
El encuentro del domingo en Matucana 100 es por eso una invitación amplia, a conocer «todas las facetas de la paya chilena», en palabras de Manuel Sánchez. Fabiola González sabe de esa amplitud, y por eso prepara su participación con el rigor previo a una gran cita.
—«Tírate una paya», dicen muchos, como si se tratase de una talla. Siendo un arte tan conocido, sobre la paya subsisten muchos malos entendidos.
—Hay malos entendidos de diversos orígenes. Chile tiene muchas subculturas (zonales, provinciales, regionales), y cada pueblo tiene a su vez otra subcultura, por lo que es muy difícil difundir la raíz original sin desvirtuarla. Los procesos culturales responden a los procesos sociales y principalmente políticos, y en esa difusión también hay una desvirtuación. Muchos en Chile no conocen o están desfinformados sobre el canto a lo poeta. Para ellos , el payador es un personaje que «tira payas». Creo, sí, que son cada vez menos, por la fuerza que ha tomado este movimiento desde lo artístico, investigativo y formativo. Y hay cada vez mayor difusión acerca del arte payadoril.
—Es curioso, pero en los años ochenta había muchos payadores en televisión.
—Es que la paya como expresión popular escénica, no artística, nace curiosamente en dictadura. Desde ahí se proyecta hasta hoy con un enorme crecimiento en todo sentido, pero ya sin los medios de difusión. La muestra que antes se hacía por televisión era principalmente la de un «payador» inventado, para el show… que no representaba ninguna cultura ni tradición. Tan sólo era una especie de humorista que rimaba cosas fáciles en cuartetas. El concepto de «tírate una paya» quedó entonces instalado desde esta mentira, por sobre la verdad de una tremenda cultura oral y patrimonial.
—Una de las dinámicas de la paya es la interacción con la audiencia. ¿Por qué es importante que quien escucha se involucre con los payadores?
—Es de suma importancia: sin el público el rito de la paya no podría darse ni el payador podría cumplir su rol. Como dice el payador Manuel Sánchez, los payadores somos traductores de nuestro tiempo. Desde nuestras voces interpretamos y representamos lo que el publico necesita expresar, en lo personal, doméstico, cotidiano, amoroso o sentimental; y también en lo contingente, social y político. El payador interpreta al público en su quehacer intelectual y vivencial. A su vez, el público da ideas, frases, personajes, y también es juez en algunas de las formas de la paya.
—Las voces de payadores más vistosas siempre han sido las de los hombres, pero ¿se puede considerar dentro de la tradición a Rosa Araneda, por ejemplo?
—Dentro de la tradición payadoril, creo que no. Primero, porque no fue improvisadora (al menos no hay registros históricos de ello) y, segundo, porque según el libro Poetas populares en la sociedad chilena del siglo XIX, del investigador Manuel Dannemann, Rosa Araneda existió como personaje de la poesía popular, no como poeta; es decir, Rosa Araneda sería el seudónimo de un poeta de la época que resguardaba su identidad. Según Jorge Octavio Atria, principal informante de Rodolfo Lenz, el poeta resguardado bajo el nombre de Rosa Araneda era Daniel Meneses, «El Cojo Meneses»; poeta popular y conviviente de la persona Rosa Araneda. Hay otras investigaciones que acreditan esta versión, principalmente de Jorge Atria y tambien trabajos de otros importantes investigadores, como Acevedo Hernández, que apuntan a lo mismo, lo que nos da a entender que esta persona no solo no es parte de la tradición de Payadores si no tampoco de la poesía popular escrita, no la persona, sí el personaje.
—¿No podría haber un sesgo en esa interpretación de la historia? La mujer destacada vuelve a ser invisibilizada, entonces.
—Los trabajos de investigación acerca del rol de las mujeres en la cultura payadoril pareciera se encuentran limitados a la lira popular, y es por eso que seguramente suena tanto el nombre de Rosa Araneda. Pero sí hubo paya femenina en Chile, no con el auge ni el protagonismo masculino pero si hubo mujeres que quedaron en la historia como Agueda Zamorano, de la década del cincuenta; que ademas de payadora fue presidenta de la primera organización de poetas populares. Y también podemos citar a la guitarronera Magdalena Aguirre; «magnifica ejecutante del guitarrón», segun Dannemann y Raquel Barros, madre del payador y guitarronero Lázaro Salgado, y que sin ser payadora, como guitarronera también fue parte del arte payadoril.
—Estuviste en Cuba dos veces el año pasado para encuentros de poesía improvisada. ¿Cuál es la principal diferencia entre la paya chilena y la de otros países o el repentismo?
—Hay diferencias y hay puntos comunes. Todas tienen la exquisitez del mismo origen, que es la cultura oral y campesina, el ritmo del verso y la estructura poética de la décima. Podría resumirlo de la siguiente forma: en Cuba, el desarrollo de la décima ha sido superlativo en cuanto a la poética. Con un referente como el genio de [Indio] Naborí (1922-2005) podemos dilucidar que la décima cubana marcó un antecedente en la historia de la décima en Iberoamérica. Cada país tiene su forma musical para acompañar este canto improvisado, llamado de diferentes formas: «a lo poeta», en Chile; «repentismo», en Cuba; «trova», en Puerto Rico, etc. Pero en Chile es donde se desarrolló mas ampliamente en cuanto a cantidad de melodías de acompañamiento y además donde únicamente no es tonal sino modal. No hay una cantidad exacta para determinar cuántas son las melodías para el canto a lo poeta, y ahí juega un rol importante el guitarrón chileno de veinticinco cuerdas, que es también un instrumento modal, y la guitarra traspuesta, que tiene más octavas, y por lo tanto más armónicos que la guitarra tradicional española. Por otro lado, en Chile el rito de la paya tiene muchas más formas de representación que en el resto de los países iberoamericanos. Con ellos compartimos el pie forzado y el contrapunto (ambos en décima) pero nosotros tenemos juegos poéticos como la personificación, la concesión, el banquillo y la cueca, entre otros.
El encuentro del domingo en Matucana 100 tiene nombre de gran actividad. Si éste es el "Primer Encuentro de Payadores" es porque luego pueden venir más, piensa uno. Y es algo similar a lo que ocupó a Fabiola González hace unos meses con la "Cumbre de la Guitarra Traspuesta", en el mismo lugar. La música y la investigación sobre folclor se funden naturalmente en el trabajo de La Chinganera con la gestión y algo así como la organización de encuentros en torno a sus pasiones musicales y poéticas:
—Está tan interiorizado en mí ser gestora y cultora pasando por la investigación y la interpretación que no sabría cómo disociar una de otra. Parece que el motor es el amor a este trabajo, que le da fuerza al engranaje para que la idea se mueva. Me gusta hacerlo, lo disfruto y a ratos también duele, por supuesto, cuando todo se torna ingrato y vacío; sobre todo, cuando la escuela se pone sorda ante la educación de su propia cultura, y de privar a niños y niñas de crecer en un país con raíz y cultura propia, y a cambio los llenamos de fiestas Halloween y personajes Disney. Pero hasta aquí estoy con mucha fe y fuerza sintiendo que este arte más que un trabajo es una forma testimonial de vida, donde me siento aportando en algo. Siquiera, a hacer que nos preguntemos quiénes somos como país.