La Pájara: Probar y cantar
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Entrevista

La Pájara: Probar y cantar

Habiendo alrededor tanto en lo que inspirarse, optar por un solo y demarcado camino se le haría equivocado a esta cantautora, profesora e investigadora en preparación de su cuarto disco, dice ella. Incluso con estudios de doctorado en Música y ocho años de experiencia en docencia universitaria, La Pájara se asusta, a veces, con absorber demasiado y «perder el foco de lo que quieres decir y cómo decirlo». Se refiere a sus canciones, armados inasibles de inquietudes vehementes y timbres inquietos, en búsqueda, que la han llevado hasta ahora desde golpes de triunfo (como en el Festival de Viña 2014) a exploraciones íntimas de profunda superación de temores creativos. «Pero para eso está la música», confía.

Marisol García | 13 de febrero de 2018 Fotos:

La Pájara: Probar y cantar

En torno al canto de una voz sola, el paseo de timbres, el turno de formatos, la variedad de arreglos. De un disco a otro, La Pájara avanza en el urdido de composiciones frescas pero también en las muchas decisiones que van vistiéndolas. En su caso, lo de cada grabación como un «proyecto» comprende la amplitud del esfuerzo: es el registro y también sus circunstancias.

Febrero la ha tenido ocupada en estudio con los adelantos de un nuevo álbum (el cuarto a su cargo). En marzo subirá a su canal YouTube el registro audiovisual de La Pájara orquestada, con las imágenes de la preparación del disco homónimo editado en 2017 (grabado en vivo junto al Ensamble MusicActual bajo la dirección de Sebastián Errázuriz). Doble registro: disco y filmación. Javiera lo llama «un hito aparte» —eran doce músicos junto a ella, mal que mal—, pero en rigor también puede considerarse así el contenido de Sagrado (2015) respecto al de Malvarrosa (2013). O el haber participado del Festival de Viña (donde, hace cuatro veranos, Javiera se llevó dos gaviotas por su participación en la competencia folclórica) para luego seguir preparando clases como la profesora de Música que empezó a ser en 2009 y que no ha dejado de ser hasta ahora.

No es vaivén pero sí búsqueda, en un doble sentido ensoñado y práctico. O, acaso, sobre todo una inabarcable curiosidad.

—Uno escucha mucho, lee mucho, mira, observa… y hay tanta maravilla latiendo en el mundo, ¿no? —propone ella; ojos bien abiertos—. Te dan ganas de probar un poco de todo.

—¿Hasta encontrar lo que a uno le ajuste?
—En parte, sí —admite, aunque con una advertencia—, pero no todas las ropas nos quedan bien.

Hay muchos trajes sobre Javiera Bobadilla (33), cantautora, profesora y doctorada en música, que desde su debut con Malvarrosa se presenta en disco y escenario como La Pájara. Pero si es por quedarse con la analogía del vestuario conviene considerar que se trata de una mujer que al menos tiene la certeza de descartar las modas.

—Jamás me visto a la moda, no es para mí un punto de interés. Tampoco en la música. Mis decisiones estéticas no se rigen por la masividad, y no tengo el susto de cuántos likes más o menos voy a tener. Pero sí me detengo en las cosas bellas. Si pudiera integrar elementos de belleza en mi discurso; que no los sienta ajenos… y con eso hacer canciones, y escribir un libro y terminar una tesis doctoral… ¿por qué no?

Por qué no, incluso si el desafío se extiende en la adultez.

—Quizás la vida no me va a alcanzar para llegar a un punto en que yo diga: «Este traje está hecho a mi medida». Pero para eso está la música. Sería absurdo no cuestionarme: si lo que canto está bien dicho, si tiene la nota justa, que se escuche cómo quiero. Soy súper autoexigente. Me gusta la idea de ser responsable con lo que uno quiere hacer. Así se generan cambios; si no, todo queda para uno, nomás.

—¿Tienes clara, al menos, una dirección fija en ese avance?
—La intención no varía: hacer canciones lindas, con letras que me hagan sentido, bien escritas… pero en el camino puedes perder el foco de qué decir y cómo quieres decirlo. Entonces vas probando. No estoy fija en una identidad ni en una dirección elegida; la verdad es que nunca he sabido qué soy musicalmente [sonríe].

 

Profesora de marzo a diciembre en tres ramos de pregrado del UNIACC (más otro del Magíster en Estética de la Música Popular), investigadora con formación universitaria extranjera (tiene un grado doctoral en Música Popular por la Universidad Politécnica de Valencia); guitarra, ukelele y piano a la mano en su departamento; cantautora con tres discos ya publicados y agenda regular de conciertos, La Pájara describe su concentrada actividad en la música «como un hambre; un hambre de ver qué pasa».

Ese devorar de estímulos ha sido un camino doble, personal y profesional, que dice que hoy la tiene en pie pese a temores antiguos casi paralizantes, y a dudas permanentes sobre su orientación. En parte a eso parece hacer alusión su nuevo single, "Elegida" («me pillaste cuando no creía en nada más / que en el nudo ciego que sentía al tragar…»). Es una no acomodarse que le ha otorgado, además, una base técnica excepcional en el campo de la cantautoría chilena, en el que La Pájara consigue distinguir composiciones directas aunque poco convencionales, de armonías exigentes e interpretación precisa. Sus versos —tan personales como observadores de un más amplio cuadro social, sucedidos uno tras otro casi sin repetirse— muchas veces califican de manifiesto.

Necesario es buscar
donde más duele ver
aunque la mirada
se acobarde.
Es en las heridas
donde renace la piel
yo no oculto cicatrices con tatuajes.

("Sin titubear")

 

—Es como si, más que de emociones, tus canciones hablaran de tus convicciones.
—Es representar mi pensar y mi verdad del momento en el que escribo. Es lo que creo importante. No sé escribir de otra cosa que desde mi misma, con el pudor que eso pueda llegar a darme. Narro mi historia a través de cómo miro.

Hay en las letras de La Pájara a veces también furia sin disimulos. «Yo no dejo que piensen por mí, jamás / ni que vengan a decirme cuál camino he de tomar. / Se acabó el silencio compartido: / esto ha de estallar» es una estrofa de "Me niego". En "La guerrillera", pinta un plumaje de combate:

La guerrillera no duerme en laureles
hace en un día más de lo que puede.
La guerrillera no se paraliza
la guerrillera jamás fue sumisa.

 

—Hay rabia ahí.
—Pero es que la tengo. A diario. Vivo un poco enrabiada con el maltrato, la desigualdad, los comerciales machistas en la televisión… yo y muchos no pensamos así como eso que nos venden. Estamos en 2018 y claro que me da rabia. Hay una falta de sincronización entre lo que los chilenos somos y lo que nos ofrecen, creo. No es lo que queremos. 

—Por tu preparación podrías trabajar en otros formatos pero tu opción ha sido hasta ahora por la canción. Es como si no la fueras a soltar, ¿no? ¿Qué has encontrado en la canción que te compromete de ese modo?
—Cercanía. La canción está en todas partes. En tu memoria, en tu infancia, en la radio. La canción es amable, es humilde, no es vanidosa. Es fácil pero no simple. Hay un estigma: «ah, es que hace canciones, nomás». ¡No! Componer canciones es súper difícil y me encanta enaltecer esa pega, y decir: Yo soy cantautora. Y te pueden cantar una canción en la calle, o susurrártela, y en esos tres minutos el mundo se para.

Javiera siempre nombra como principal colaborador a Sebastián Wallerstein, concertista en guitarra clásica y profesor de música como ella. Es justo que lo haga, pues ha sido el arreglador y productor de todas sus canciones y discos hasta ahora. «Eficiente» llama ella al equipo de trabajo que han formado a dúo desde 2013:

—Mi instrumento es la voz, y mi fuerte es la construcción melódica. Por mi música y por mis clases estoy entrenando muchas horas, cinco días a la semana, y eso me ha dado un nivel de precisión en mi canto que yo no conocía. Pero sería muy vanidosa de creer que sólo yo puedo darle el potencial a una composición mía. Y cómo voy a privar a mis composiciones de sonar mejor si tengo quién lo haga, con una estética preciosa y todas las capacidades.

—¿Hay relación entre tus reflexiones sobre tu música y el hecho que tengas una preparación académica en el tema? ¿Eres algo así como estudiosa de tu propia creación?
—Estoy en ambas cosas y me siento afortunada por ello. Quienes se dedican sólo a la academia muchas veces opinan con mucha libertad sin haberse nunca vestido el traje de músicos. También al revés: quienes hacen, pueden no pensar sobre lo que están haciendo. Tampoco veo bien echar para abajo lo de teorizar sobre música. Siento que estoy al medio de esos dos lados, con colegas en ambas veredas, pero equivocados. Excluir al otro te quita ideas para tu propia obra o investigación.